Capítulo 35

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Jagger
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Observo a Genevieve dormir.

Su cabello negro y largo está desordenado por toda la almohada, sus pestañas descansan sobre sus pómulos y tiene una mano debajo de su mejilla. La cobija medio le cubre los senos y una de sus piernas está completamente descubierta.

Creo que no hay ningún solo momento en el que esta mujer no se vea bonita y yo no me sienta como un idiota observándola.

Porque no puedo dejar de verla y me tiene sonriendo mientras lo hago en este momento, aún sabiendo que debo despertarla porque tenemos que irnos, pero verla dormir se siente como un lujo y quiero aprovechar cada momento de esto. No puedo despertarla, porque es como si ella hipnotizara, es como si tuviera un imán que me llama la atención todo el tiempo e hiciera que mis ojos no se aparten de ella en ningún momento.

Y joder, yo podría ver a Genevieve toda mi jodida vida.

Podría disfrutar de estos momentos, de despertar a su lado todos los días... y quizás esa sea otra razón de porqué no dejo de verla. Porque la última vez apenas y pude saborear el momento de tenerla a mi lado de esta forma.

Ella suspira, como si estuviera soñando y luego sonríe, haciéndome a mí sonreír como idiota, una vez más.

Quiero dejar de verla, no quiero que despierte y me encuentre observándola como si la acosara, pero no puedo dejar de verla. No importa cuánto lo intente, no puedo apartar mis ojos de ella.

La primera vez que estuve con ella reconocí que tenía poder en mí y que estaba comiendo de su mano... en este momento confirmo que sigue siendo de esa forma. Que lo que sentí esa noche es lo mismo que siento en este momento y desearía haber podido decírselo en ese momento y no esperar que la mierda nos cayera encima para hacerlo.

Sé que no me ha perdonado del todo, que una cita y haberla traído hasta aquí no es ni la mitad de lo que ella merece. Sé que esto no es nada más que el inicio de lo que he estado esperando para poder hacer las cosas bien, y voy a aprovecharlo. Si ella quiere que pase disculpándome toda la vida, entonces lo haré, porque no hay manera en la que deje que esta mujer se me escape de las manos una vez más.

Se remueve en la cama, pasándose la mano por cara y haciendo que la cobija se baje más de su pecho. Entreabre los ojos y una sonrisa pequeña se le forma en los labios.

—¿Qué tanto me ves? —cuestiona sin borrar la sonrisa —¿Qué tengo?

—Nada —respondo —. Solo te veo, ¿no puedo hacerlo?

Jala de la sábana hasta que se cubre casi la mitad del rostro y lo único que me deja ver, son sus ojos verdes adornados por sus largas y espesas pestañas.

—No. —Rio y ella suelta una risita —¿Ya nos vamos?

—Sí, hace una hora debimos irnos.

Se sienta de golpe en la cama, sosteniendo la sábana contra sus tetas y viéndome alarmada.

—¿Y por qué no me despertaste? —exclama, ofendida, haciéndome reír —. No te riás, huevón —murmura en español haciéndome arrugar las cejas y ella, es la que se ríe esta vez —. Se te borró la sonrisa —se carcajea —. Si no aprendes español no podemos seguir con esto.

—Sé español.

—Ajá, hola y adiós, solamente.

Levanto las cejas y veo como se levanta de la cama, con la cobija alrededor de su cuerpo.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora