Capítulo 52

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Jagger  
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Observo a Genevieve alistarse.

Camina de un lado al otro por la habitación, solo con el brasier y unos calzones que apenas y le cubren el culo. Quizás debamos quedarnos aquí, posponer la cita y quitarle los nervios.

Ayer que pasé a recogerla a la pastelería, salió con una canasta llena de galletas que hizo después de haber cerrado el lugar. Cuando llegamos a casa, le dieron ganas de hacer un queque y después de habernos acostado, se levantó una hora después diciendo que tenía que hornear más.

Yo estoy muriéndome de los nervios por lo que puedan decirnos hoy, pero creo que, de los dos, ella está peor.

Busca algo en su bolso y saca un vestido floreado y corto. Lo observa, ladea la cabeza y luego niega. Saca unos leggings y luego va a mi armario y saca una camisa de botones. Evalúa sus opciones una vez más y asiente hacia los leggings y mi camisa.

—Deja de verme —murmura —. Me pones más nerviosa de lo que estoy.

—Creí que el que estaría comiéndose las uñas por hoy, sería yo.

—Tú ya pasaste por esto. —Se pone los leggings y se se queda de pie frente al espejo, acomodándose el brasier.

Me levanto de la cama, camino hacia ella y deslizo mis manos por su cintura hasta dejarlas sobre su estómago. Recuesto mi barbilla en su hombro y le doy un beso en la mejilla. Genevieve suspira, pone sus manos sobre las mías y fija los ojos en nuestro reflejo.

—Sí —le doy la razón —. Ya pasé por esto. Y sí, estuve nervioso. Pero no se compara con lo que siento hoy.

—¿Cómo estás tan tranquilo?

Esa es una buena pregunta para algo que ni siquiera sé. Por dentro siento que todo está fallando, pero supongo que quiero mostrarme tranquilo por ella. Ya sé que hoy solo vamos a confirmar, de nuevo, que está ahí. Recuerdo que este fue el primer y único ultrasonido al que fui cuando apenas iniciaba esto con Hope y Jared. Aunque no escuché su corazón, pero quizás por eso no esté caminando por las paredes de los nervios. Sin embargo, no quiere decir que no lo haré para las próximas citas porque de esas no sé que esperar.

—Uno de los dos tiene que mantener la cabeza, ¿no? —Sonríe, se gira entre mis manos y lleva sus brazos a mis hombros. Subo y bajo mis manos por su espalda, sonrío y le doy un beso en la nariz que la hace soltar una risita —. Si me tocaras el corazón, te darías cuenta de que estoy más nervioso de lo que aparento.

Desliza su mano hasta mi pecho y sonríe.

—Cuidado con un paro.

—Qué graciosa.

Vuelve a reírse, mete las manos por debajo de mis brazos y las cruza en mi espalda. Me desprensa la camisa del pantalón y mete las manos por debajo, haciéndome cosquillas por lo cálidas que están. Apoya la cabeza en mi hombro y suspira. Su cabello con olor a coco queda cerca de mi nariz y unos mechones quedan pegados en mi barba que empieza a crecer.

—Mamá quiere que la llames cuando estemos ahí.

—Lo sé. Me escribió —ríe —. Está emocionada.

Deslizo mis manos por su cuerpo hasta que estoy sujetando su culo y sin pena alguna le doy un apretón.

—Deja esas manos quietas. Tenemos que irnos. —Intenta alejarse, pero no la dejo —. Suéltame, tengo que terminar de alistarme. Ve a darle comida al perro.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora