Capítulo 1

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Genevieve
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«Enséñame tus tobillos».

Eso dice el mensaje que he vuelto a leer.

¿En serio alguien me está pidiendo una foto de los tobillos?

Niego con la cabeza, buscando alguna manera de evadir eso, de lo contrario, tendré que reportarlo. No entiendo porque siempre quieren saltarse las reglas. Está muy claro que no se pueden compartir fotos, ¿por qué diablos las piden?

Ruedo los ojos leyendo que la respuesta del tipo es un simple: las reglas no me importan.

Bien, lo siento por él porque no conseguirá jalársela con mis tobillos, porque una cosa es seguirles una conversación subida de tono y otra es cumplirles fetiches raros que me hacen ir en contra de las reglas. Así que, sin más, lo bloqueo y lo reporto.

A decir verdad, después de un año, sigo haciendo esto por mera necesidad. El pago que hacen estos hombres con tal de poder jalársela o cumplir, de alguna manera, sus fantasías, es bueno y me ayuda con los gastos de mis padres. Hacer esto en un principio me parecía algo loco, digo, hablar sucio siempre ha sido algo que me gusta en el ámbito sexual, pero ahora, hacerlo casi que diariamente con desconocidos me ha quitado las ganas.

Excepto con uno.

No sé quién es, no sé cómo se llama y no escribe todo el tiempo, pero joder... de hace unos meses para acá, cada vez que me escribe, cada vez que mantengo una conversación con él y me dice lo que se supone que estamos haciendo de manera detallada y explícita, me vuelve loca. Me enciende de tal manera que aún no sé, ni me explico como no termino tocándome.

Sé cómo se escucha esto, pero como dicen por ahí, por la plata baila el mono, y plata es lo que necesito.

Si bien es cierto que desde que me despidieron hace un año, conseguí este trabajo y uno como mesera unos meses después, este último es un restaurante playero en el que a veces termino siendo cajera y haciendo turnos dobles, no es suficiente. Ni siquiera con las propinas, porque, ¡a veces ni siquiera dejan!

Soy hija única y soy, básicamente, la cabeza de un hogar con dos adultos mayores. Mamá, aún con su edad, sigue siendo independiente y se mantiene conservada, pero es ella quien se ocupa de papá mientras yo no estoy, y papá... pues papá es un hombre que tuvo una buena vida y al final, la vida misma decidió joderlo con una enfermedad nerviosa: Párkinson. Cuando se lo diagnosticaron, estuvo bien, trabajaba y era independiente gracias al medicamento, sin embargo, con el pasar de los años y la evolución de la enfermedad, se volvió difícil, ya está en un punto en el que él es completamente dependiente de nosotras, en el que cuerpo le duele y el temblor en su cuerpo es solamente controlable con dosis altas de medicina.

Así que sí, me parto la madre trabajando en algo que no me agrada para darle lo mejor mis padres. Todo porque mi corazón no me permitía marcar límites con los niños del orfanato.

Estúpida Genevieve.

Termino de alistarme con el uniforme del restaurante. Odio este uniforme de mierda. El short me queda tallado en los muslos y flojo en la cintura porque mis piernas, culo y caderas son demasiado grandes. Recojo mis cosas y voy a al baño antes de salir de mi cuarto e ir a la habitación de mis padres, donde espero encontrar a papá viendo tele, pero lo encuentro dormido, con las manos sobre su estómago y respirando tranquilamente. Sonrío viéndolo y le doy un beso en la frente.

—¿Hoy llegas tarde? —La voz de mamá me hace dar un respingo.

—Sí, no me esperes despierta.

—No me gustan esos turnos de noche, Vee.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora