Capítulo 17

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Genevieve
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—Buenos días.

La voz de Jagger me sobresalta y golpeo con fuerza la taza contra la cerámica del mueble de la cocina. Me giro, encontrándolo con Jared alzado y con Hope prensada como un mono en su pierna.

—Veo que amanecieron con papitis.

Jagger rueda los ojos, sentándose y cuando lo hace, Jared se baja de su cuerpo para ir a jugar a la sala, en cambio Hope, se queda sujeta a su pierna antes de subirse a su regazo y abrazarlo por el cuello.

—Genevieve...

—¿Sí? —contesto, sirviéndole una taza de café.

Parece que va hablar, pero ve a Hope y sacude la cabeza.

—Hope, ve a jugar con Jared. —Ella niega, aferrándose a él y apuesto que arrugándole la camisa.

—¿Quieres chupón, cielo? —pregunto, acercándome a ellos, acariciando su espaldita mientras dejo una taza de café para Jagger sobre el mármol de la isla.

Shi... —susurra, parpadeando con lentitud.

—Está bien, pero ¿por qué no vas y te acuestas en el sofá mientras te hago la leche? —asiente, alejándose de su papá y viéndolo.

—Llévame allá. —Me muerdo los labios para no reírme.

Jagger, incrédulo por su actitud mandona, le hace caso y la lleva al sofá mientras yo me dispongo a prepararle su vasito con leche, pero como dije, tienen papitis y ella pide que sea Jagger quien se lo lleve y no yo.

Jagger vuelve a la cocina, luciendo incómodo y como si quisiera preguntar algo, solo que no lo hace. Se sienta de nuevo y bebe café en silencio mientras revisa su celular. Como hice panqueques para los bebés, le doy a él unos cuántos y me quedo de pie al otro lado de la isla, frente a él, desayunando también.

Ninguno habla, pero las miraditas están ahí. Él me ve cuando yo no lo veo, yo lo veo cuando él no me ve. Es incómodo. El silencio, el ambiente, su actitud, la mía... es incómodo.

Dirijo mi vista a los niños, Jared está poniendo unos legos en fila y Hope ahora juega con otro poco de legos, haciendo una torre. Vuelvo a fijar mi vista al frente, encontrándome con los ojos de Jagger, que en esos minutos que estuve viendo a los bebés, se sintieron como un par de rayos láser penetrando mi piel.

—Ya deja de hacer eso —murmuro.

—¿Hacer qué?

Ruedo los ojos y volteo a ver a otro lado que no sea él. Verlo y que me vea me pone nerviosa. Y no quiero demostrárselo.

—Verme. Deja de verme.

Frunce las cejas y ladea la cabeza.

—Debemos hablar.

—¿Hablar de qué?

No contesta al instante y una vez más el silencio tenso e incómodo nos envuelve. Una vez más somos solo miraditas mientras esperamos a que él se digne a abrir la boca.

—De ayer.

—¿Qué pasó ayer?

Sus cejas se hunden más, formándole unas arrugas en la frente que lo hacen lucir, por alguna razón, más atractivo. Sí... hasta estando confundido es guapo el muy maldito.

—Ayer dormiste aquí.

No sé quién está más confundido, si él o yo. Asiento ante su afirmación que suena más a una pregunta.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora