Capítulo 38

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Jagger
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Lentamente me levanto del pecho de Genevieve y vuelvo a sostener mi peso en mis manos, me la encuentro con los ojos levemente abiertos, llenos de duda y miedo. Como si temiera mi reacción.

Me conoce tan bien.

Porque joder, sí estoy asustado.

Pero dije que no huiría.

Se lo dije a ella, me lo dije a mí mismo.

La veo a los ojos sin apartar la vista, quiero de alguna manera hacerle saber que es recíproco. Que aunque las palabras no me salgan, siento lo mismo. Que ella no solo me gusta, que me encanta y que la quiero.

La quiero.

Trago grueso y ella pasa su mano por mi cara, sonriéndome levemente. Busco su tacto y apoyo más mi mejilla contra la suavidad de su palma, todo sin dejar de verle ese par de preciosos ojos verdes que en este momento brillan.

Me quiere.

Ella, Genevieve; ella tan distinta a mí, ella tan dulce, tan risueña, tan feliz, tan Vee, tan... ella.

Siendo como soy, las únicas personas cuyos «te quiero» esperaba recibir todo el tiempo, eran los de mis hijos y mi madre. Nunca antes pensé o me preocupé porque alguna mujer fuera de las de mi familia me dijera tales palabras y a pesar de todo, no esperé que estas llegaran a ser pronunciadas por Genevieve.

Puedo ver en sus ojos que haberlo dicho la asusta y no obtener respuesta, la asusta más.

Pero acabo de demostrárselo, acabo de... acabo de hacerle el amor, acabo de cogérmela de la manera más suave posible, viéndola a los ojos mientras le susurraba cosas al oído, diciéndole lo preciosa que es para mí, disfrutando de lo bien que se sentía moverme dentro ella tan despacio, disfrutando de ella apretándome en su interior, de sus gemidos suaves, de sus uñas largas rasguñando mi espalda.

Entonces, ¿por qué mierda no puedo darle una respuesta?

Siento lo mismo y sé que es lo mismo, porque al hablarlo en terapia, al decir como me siento alrededor de Genevieve, confirmé que el quererla en mi vida iba más allá de algo físico.

La quiero.

La quiero y me asusta quererla, porque ella ya está demasiado en metida en mi vida como para dejarla ir. Ella ya está demasiado presente en mi vida y en la de mis hijos como para que algo pase y... alejo esos pensamientos. Debo vivir ahora. Enfocarme en lo que tengo en frente y no sobre pensar las cosas o voy a cagarla de nuevo.

—No tienes que sentirte presionado por decirlo, está bien si...

—Te quiero —la interrumpo con un susurro tan bajo que dudo que me escuche, pero la respiración profunda que toma me hace saber que sí escuchó.

—No tienes que...

Le doy un beso.

—Te quiero, dulce —repito y ella deja de retener sus lágrimas y sonríe —. Te quiero, Genevieve —vuelvo a decir antes de que ella se encargue de acercarme a sus labios y besarme —. Te quiero —repito una vez más —. Joder, decírtelo se siente irreal —se ríe, sosteniéndome de las mejillas y repartiendo besos en mi cara —. Te quiero, Genevieve Bennett.

Suspira.

Es un suspiro aliviado y feliz. Igual a la sonrisa que tiene plasmada en el rostro.

—Y creo que lo hago desde mucho antes —su sonrisa flaquea —. Creo que lo sé desde esa mañana que envié todo a la mierda y no pude decírtelo porque me asustaba esto.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora