Capítulo 44

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Jagger
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—No van a dormir, Genevieve —le digo arrastrando las palabras —. No van a dormir. No van a dormir porque no tienen sus cobijas, no van a dormir porque... —me pellizco el tabique de la nariz y me paso las manos por la cara con frustración —. No van a dormir porque Hope no tiene su peluche, no van a dormir porque no están en su cama, no van... —se me forma un nudo en la garganta que me impide hablar —. Debo ir.

—Jagger.

Me tropiezo con la mesa y boto unas cosas, incluida una de las botellas vacías.

—Debo llevarles las sábanas —camino fuera del despacho con Genevieve pisándome los talones —, debo llevar el peluche y... los legos, debo llevar los legos... las pistas, no puedo dejar las pistas de trenes... y negro, ¿se llevó a negro?

—Jagger.

Vuelvo a tropezarme, esta vez, con el jodido perro echado en media sala, maldigo en voz alta, haciendo que el perro se quite del camino, pero ahora, es Genevieve la que se detiene delante de mí, pone sus manos en mis hombros y me obliga a verla a los ojos.

—No puedes ir ahora, no estás pensando con claridad, bebiste y ya es tarde. No puedes ir.

—Son mis hijos... —susurro y ella asiente —, pero Keren dijo que no eran míos... esta vez fue distinto, dulce. Esta vez fue distinto porque... —sus suaves manos me sujetan de las mejillas y mantiene sus ojos en mí.

¿Acaso he pasado cinco años cuidando a unos niños que no son míos? Quizás ni siquiera sea en serio, quizás solo quiere meterme ideas en la cabeza porque de alguna forma piensa que si me creo esa vil mentira, entonces no voy a buscarlos y la voy a dejar en paz. Pero está equivocada. Porque ya he creado una vida con esos niños y no pienso enviar todo a la mierda, no pienso dejarlos en sus manos cuando sé que ellos no están cómodos ahí.

No pienso dejárselos, no cuando ellos han hecho su vida en esta casa, menos cuando mis amigos son llamados tíos y no cuando soy «el papá», no cuando buscan como hacer que sus pestañas rocen las mías y mucho menos cuando con ellos he tenido los momentos más puros y los «te amo» más sinceros, no cuando ellos fueron los que me enseñaron que yo tenía demasiado para dar, que soy más que un hombre obsesionado con su trabajo y que puedo ser un buen padre.

—Olvida eso. Son tuyos. Son tuyos por todo lo que dijiste en ese momento. Son tuyos porque los criaste, porque los cuidaste, porque ella se fue, los dejó y tú te hiciste cargo de ellos.

—Pero eso no fue suficiente, Genevieve —me paso la mano por la nariz —, porque aún así me los quitaron.

—Porque Keren es una hija de puta que alguna carta debió haber movido. Jagger. —Me zarandea —. Es imposible que un juez fallara a su favor porque sí. ¿Dónde quedan metidos estos cinco años contigo?

Niego.

—No lo entiendo, no lo entiendo... —me alejo de ella y recojo una de las pistas que está armada en la sala —. Y debo llevarles sus cosas porque no van a dormir. Necesitan sus sábanas, el peluche y los legos... necesitan sus camas. Y debo llamarla. Voy a llamarla.

Me alejo de Genevieve que me observa confundida y busco mi celular, buscando entre los contactos el número de la abogada.

—No contesta —mascullo.

—¿Quién?

—La abogada. No contesta.

—Jagger, es casi media noche — señala el reloj en la pared —, y no estás pensando con claridad. Tienes que cal...

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora