Capítulo 55

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Jagger  
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Sonrío como idiota cuando Genevieve me abre la puerta de su casa. Noto que luce más alta, tanto que su rostro queda perfectamente a la altura del mío, y eso ese debe a los tacones gigantes que está utilizando.

Subo la vista por su cuerpo enfundado en un vestido azul que le llega hasta los tobillos. No tiene mangas y se ajusta a sus tetas de manera que lucen más grandes. Toda su perfecta figura es resaltada la tela, que se le pega al cuerpo como una jodida segunda piel. Su clavícula, hombros y cuello descubiertos, sin mostrar ni una sola marca, me hacen fruncir las cejas. Estoy seguro de haber dejado en claro estas últimas veces que ella es mía.

—¿Ya? ¿Dejaste de devorarme? —cuestiona con burla.

Ruedo los ojos y saco las manos de los bolsillos de mi pantalón para envolverlas en su cintura, atraerla a mi cuerpo y besarla.

—Sabes dulce.

Se ríe y se aleja, dejando sus manos en mis hombros.

—Acabo de comerme un arrollado de canela —murmura y sus mejillas se ruborizan —. Y después me comí una galleta.

Antes de poder decirle algo, una pelota de silicón me rebota en la cabeza.

—Aleja tus manos de mi hija —dice Lucien —. Que dejaras un regalo en ella no quiere decir que puedas andarla toqueteando bajo mi techo.

—¡Papá! —Genevieve se gira para encararlo y camina hasta él para ayudarlo a sentarse en el sofá mientras yo salgo a recoger la pelota.

A veces no comprendo si ya soy del agrado de Lucien o no.

—¿Qué? Es la verdad. Viene a mi casa y ni siquiera saluda, todo lo que hace es ponerte las manos encima.

Marjorie, que sale de la habitación, se ríe, acercándose a mí para saludarme.

—¿Cómo estás? —cuestiona después de abrazarme —¿Ansioso?

Hago una mueca.

—Un poco.

Lucien resopla.

—Ya te dije una vez que eres un buen papá, no me hagas repetirlo. Te espero el jueves aquí, con los niños.

Genevieve frunce el ceño y le da el control de la tele.

—El juicio es el miércoles papá.

—Yo sé, pero que ese día sea suyo y de sus hijos. Que el jueves traiga a los bebés. Quiero verlos.

Genevieve y Marjorie sonríen.

—O sea, ¿quieres celebrarlo?

—Tonterías —murmura —. Solo quiero ver a los niños.

Genevieve voltea a verme. Tiene los ojos brillosos y una sonrisita en los labios.

—¿Ustedes no iba a salir? Ya váyanse, déjenme solo con mi mujer.

—Lucien, compórtate.

Genevieve me pide un minuto y yo digo que la esperaré afuera. Me despido de sus padres, no sin antes de afirmarle a Lucien que traeré a los niños el jueves. Marjorie vuelve a abrazarme y me asegura que todo saldrá bien.

Necesito que ella y Genevieve me den un poco de esa confianza.

—¿Estás bien? —cuestiono a Genevieve cuando estamos en el auto, llegando al restaurante. Ha estado callada todo el camino.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora