36. Asustada

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La peor semana de mi vida sin lugar a dudas. Hacía ya cinco días desde que dejé el hospital, y desde entonces, solo me habían dejado levantarme para ir al baño. No me molestaba que me cuidaran tanto, lo prefería incluso, no por mí, sino por mi bebé. Sabía que tenía que hacer reposo para que el embarazo pudiera seguir a delante, así es que no me negué a ninguna ayuda. 

Gavi hacía dos días que se había incorporado a los entrenamientos, aunque todos sabíamos que no iba a estar concentrado, no al menos hasta que pasaran las dos semanas más peligrosas. Estaba toda la mañana pendiente de mi, junto a los chicos, quienes estaban casi a diario turnándose para venir a ayudar a mi pareja. Por la tarde se iban a entrenar, y mientras yo me quedaba con Aurora, su madre y Sira, quienes también habían estado pendientes de mi desde el primer momento, cosa que les agradecía. Cada media hora él llamaba ya fuera a mis acompañantes o a mi, para preguntar cómo seguía. 

Ese día me había despertado encontrándome fatal, solo quería estar dormida, me dolía la tripa un montón y sentía una sensación muy extraña, por lo que fuimos al hospital para que nos confirmaran que todo estaba bien. Ahora vivíamos allí casi, cada vez que sentíamos que algo iba mal, nos acercábamos por recomendación médica. Me mandaron a casa tras hacerme una eco que no mostraba más que el hematoma que ya existía, pero que era más pequeño. 

Aún así no me quedé muy tranquila, Pablo lo sabía y él estaba igual que yo. 

-Hoy no voy a entrenar-me dijo serio y le miré-No estás bien, Xavi lo va a entender, me dijo que cualquier cosa que necesitara le avisara. Voy a llamar a Aurora para que no vengan, no será necesario estando yo aquí. 

-Estoy asustada-dije intentando guardar mis lágrimas, cosa que fue imposible-Tengo mucho miedo Pablo, no quiero que pase nada. 

-Amor, es normal, yo estoy igual que tú-respondió abrazándome-pero no llores, tienes que estar tranquila, voy a traerte una infusión, ¿vale? así te relajas. Tú no te muevas. 

Asentí y bajó rápido a prepararla, no quería decir nada, pero desde que me había despertado tenía una muy mala sensación en el cuerpo. Era angustioso. Él estaba igual que yo, pero intentaba ocultarlo para que yo no me sintiera tan mal. Pronto subió con un vaso y yo me incorporé un poco para tomarlo. 

Comenzó a dolerme más la tripa de golpe, me sujeté fuerte a la cama intentando tranquilizarme, pero no fue muy eficaz. De repente noté algo interno que me desgarró y grité fuerte. Algo había pasado. En cuestión de segundos Pablo se había puesto unas zapatillas y estaba levantándome en brazos para llevarme a su coche.  Lo peor que pude hacer fue mirar la cama, en la que había un pequeño charco de sangre impregnado. Pablo lo miró también y aceleró el paso todo lo que pudo. Nos montamos en el coche y salimos hacia el hospital. Para ese momento yo ya no sentía nada en mí, sabía lo que había pasado, aunque no quería ni podía creerlo. Pablo a mi lado lloraba mientras conducía imaginando lo peor, sin saber que ya había sucedido. 

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NARRA PABLO

Cuando llegamos, corriendo bajé cogiéndola en brazos y pasé dentro gritando por ayuda. Claudia estaba completamente ida, no respondía, estaba blanca, parecía muerta, pero respiraba. 

Aproveché el momento para llamar a Pedri y a Aurora, donde acabé de romperme. No podía creerme lo que estaba pasando. Al poco tiempo llegaron ambos llorando y corrieron hacia mi abrazándome. 

Yo ya no sabía si seguía vivo o no, porque al igual que había notado a Claudia hacía poco rato, me estaba encontrando yo. Notaba como respiraba, pero me daba igual, por dentro sabía que algo mío se había ido. 

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