59. Dos

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Con el paso de los meses todo fue sobre ruedas. Los chicos estaban haciendo una temporada increíble liderando las listas, Pablo había sido el MVP de varios partidos y se estaba reconociendo aún más todo su trabajo. Era el mejor, para mi y muchos millones más de personas.

En cuanto al embarazo, estaba ya de casi ocho meses y medio. No habíamos tenido inconvenientes y poco a poco fuimos estando algo más tranquilos. Ya notábamos las pataditas desde hacía como dos meses. Según yo, habían tardado mucho en aparecer, pero según mi ginecóloga, cada embarazo era un mundo.

También hubo un giro inesperado de los acontecimientos cuando, en una de las revisiones, se dieron cuenta de que no había un saco gestacional, sino dos, lo que quería decir que no estaba formando un bebé en mi tripa, eran dos, eran mellizos.

La noticia fue algo muy inesperado para todos, sobre todo para Pablo, quien se desmayó en la consulta al enterarse y tuvo que estar un rato en observación. Lo que pudimos reírnos al recordarlo...

Al contárselo a nuestras familias, todo fue genial, pero sobre todo fue graciosa la reacción de mi hermano, quien abrazó a Pablo y le dijo textualmente "menuda puntería cuñado". Todos estaban muy felices, yo también, aunque algo asustada por el parto, ya que al ser dos, era más que probable que se adelantara.

Nuestros amigos se quedaron blancos cuando les reunimos y se lo contamos. Pedri creo que se mareó un poco también al darse cuenta de que en mi tripa había dos bebés y que debían salir de ahí. Solo de pensarlo pareció bajársele el azúcar. Aún recuerdo las risas cuando les contamos lo que había pasado en la consulta al enterarnos. Pablo se quejaba de que se rieran de él y les decía que quería verlos en su situación.

Cada vez que Pablo hablaba a mi tripa, los bebés que estaba dentro daban varios golpes, haciéndonos ver lo mucho que les gustaba que su padre les hablara o les pusiera música. Porque sí, aún no sabíamos sus sexos, y queríamos mantenerlo así hasta ver sus caritas.

Habíamos hecho una apuesta entre todos, en la que la mayoría pensábamos que eran dos niños. Todos excepto Pablo y Sira, quienes se empeñaban en que iba a ser dos mini Claudias (aunque según mi amiga y, viendo las patadas que daba, iban a ser mini Gavis), todo como karma por ser un celoso, le iba a tocar cuidar a dos pequeñas.

Cada vez que alguien decía mini Gavi, a mi novio se le iluminaba la cara. Estaba muy feliz, tanto en lo profesional como en lo personal, y eso se notaba muchísimo.

Estaba super pendiente de mi, de los bebés y de que todo fuera bien. Cada noche al tumbarnos en la cama me daba un masaje suave y se ponía a hablar a mi barriga hasta que yo me quedaba dormida (o lo intentaba, pues había noches que las pasaba fatal con el barrigón).

Pablo se había ido a entrenar esa mañana como cualquier otra, y yo me quedé en casa con mis padres y mi hermano, quien estaba ansioso por ser ya el tito Raúl. Se habían escapado todos para hacerme una visita esa mañana, aunque se fueron un poco antes de que llegara Pablo. Hice la comida para que cuando llegara mi pareja todo estuviera preparado y pudiéramos disfrutar el día juntos los dos (o los cuatro)

Teníamos todo preparado para la llegada de los bebés, pues de vez en cuando me daban contracciones que nos asustaban, sobre todo a mi pareja, quien en más de una ocasión se había levantado de la cama y se había preparado corriendo pensando que estaba de parto.

Cada vez que me quejaba un poco, salía disparado y cogía el móvil para llamar a nuestros padres. A veces me reía, otras me asustaba. Realmente no sabía si estaba preparada para el parto, pero confiaba en que todo saldría bien.

Hacía un mes que me había dado de baja en la empresa, pues ya estaba muy cansada con el embarazo y mi jefa me lo recomendó. Yo no quería dejar de trabajar, ya que así se pasaba el tiempo más rápido que en casa sola, pero la verdad es que lo necesitaba.

Además, nunca estuve sola. Por las mañanas, mientras Pablo entrenaba, venían su madre, Sira, Mikky y Gala o Patri (incluso a veces se reunían varias y pasábamos la mañana en compañía). El miedo de ponerme de parto y estar sola lo llevaba muy mal, por lo que iban turnándose.

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-Despierta mi amor

Noté como me daban besos por la cara y la tripa de manera suave, y supe que Pablo había llegado. Me había quedado dormida en el salón esperándole.

-Ay amor, perdona, me quedé dormida-me levanté y le besé-¿qué tal el entrenamiento?

-Muy bien, pero pensaba que estaban tus padres aquí, ¿ya se fueron?

-Sí, mi padre entraba a trabajar de tarde y se fueron hace como una hora o así

-¿Todo bien? ¿Las dos bien?

Reí, me encantaba cuando hablaba de los bebé en femenino y yo le seguía la corriente.

-Estamos bien mi vida, aquí los alienígenas están hoy dando muchas pataditas, pero bien

-Como sigas llamándoles así se lo voy a decir de mayor, verás tú las risas

Fuimos a la cocina, servimos los platos y nos pusimos a comer viendo una película. Esos momentos en los que nos reíamos viendo cualquier tontería eran los que merecían la pena como los que más.

Por la tarde decidimos quedar con los chicos para pasar el rato. Ferrán y Sira acababan de mudarse hacía apenas una semana, y no habíamos tenido la ocasión de ver su nuevo hogar, así es que esa tarde, Balde, Ansu, Mikky, Frenkie, Gala, Pedri, Patri, Pablo y yo nos trasladamos allí cual campamento de niños.

Pasamos una tarde preciosa. Hacía un tiempo que no estábamos juntos todos sin preocupaciones. Entre unas cosas y otras nos había sido muy difícil.

Ellos se pusieron a preparar una merienda, mientras las chicas y yo nos quedamos en unas tumbonas aprovechando que hacía buen tiempo.

-¿Cómo te sientes?-preguntó Patri

-Como si llevara dos sandías dentro, estoy muy cansada ya y tengo los pies super hinchados-reímos todas al mirarlos, apenas podía ponerme zapatos cerrados, iba a todos lados con sandalias o crocs.

-Tia y, ¿tenéis ya todo organizado?-dijo Sira

-Sí, sí, cuando nos enteramos de que eran dos, Pablo se puso nervioso y comenzó a hacer compras dobles de todo. Hace poco montaron todos estos los muebles con ayuda de mi suegro. Fueron tres días caóticos pero, aunque no confiaba yo mucho en ellos, lograron montarlo todo.

Estuvimos hablando un montón de rato, hasta que los chicos nos avisaron de que habían preparado unas tortitas dentro, que fuéramos ya para comerlas recién hechas.

El hambre ya se hacía presente y, todas fuimos rápido. La verdad es que cuando se ponían, hacían un gran trabajo. Eran un buen equipo en todos los sentidos.

La tarde pasaba y, como a diario, empezaba a encontrarme peor, más cansada y con un dolor en la parte baja de mi barriga que me acompañaba desde hacía más de dos semanas, a parte de las pequeñas contracciones.

Me quería ir a casa a descansar, pero veía a todos tan bien, hablando e intentando aprovechar hasta el último minuto juntos, que no quise decirle nada a Pablo, aunque pronto se acercó a mi, depositó un beso en mi cabeza y le dijo a los demás que nos íbamos, que ya estaba cansado y quería descansar, aunque yo sabía que lo hacía más por mi que por él, cosa que en verdad agradecía.

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