43. Eran sus brazos, su calor.

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Estuvimos un rato hablando en el salón, contándonos todo sobre ese tiempo que estuvimos separados. Incluso hablamos de nuestras sesiones con los psicólogos. Cenamos juntos e intentamos estar todo el rato lo más unidos que podíamos, como intentando recuperar el tiempo perdido, cosa que era completamente imposible. 

Pronto noté como estaba quedándome dormida, cosa de la que él también se percató. Cuando me di cuenta, estaba en sus brazos, me llevaba al cuarto que antes compartíamos, al que era nuestro rincón, solo nuestro. 

Él no lo sabía, pero desde que pasó todo, no había noche en la que yo hubiera podido dormir más de una hora seguida, por lo que, cuando me quedé así en el salón, me sorprendí a mi misma. Era el efecto Pablo, el efecto paz y calma que él me ofrecía incluso sin saberlo. No dudé nada al darme cuenta. 

-¿Puedes quedarte a dormir conmigo?-pregunté mirándole- Porfavor...-no quería decirle que desde que nos separamos a penas dormía, porque seguro se quedaría solo por eso. Yo deseaba que fuera algo que realmente él quisiera, no una obligación. 

-Claro-sonrió suave y se tumbó conmigo dándome un beso en la frente. 

Pasó su mano por mi abdomen casi de manera automática, pero cuando se dio cuenta, la quitó rápido y me pidió perdón. Yo cogí esa misma mano y la devolví ahí, no me molestaba, al revés, adoraba sentir su tacto en mi. Dejó un beso suave en mi cabeza, y pronto sentí como me quedaba dormida con mi mano encima de la suya. 

(...)

Desperté de golpe. A mi lado dormía Gavi como un bebé. No pude evitar quedarme mirándole, me sentía otra vez en casa de verdad. Él era el verdadero hogar, al final el lugar daba igual, era su simple presencia la que me trasladaba a casa y la que me llenaba de felicidad. 

Después de un rato sin poder dormir otra vez, quité con cuidado su mano, que reposaba encima de mi y me levanté para bajar al salón. Últimamente era normal que me despertara cada hora, pero tras mirar la hora en el móvil, me sorprendí, eran ya casi las 7 de la mañana, cosa que me sorprendió muy gratamente, había dormido mucho y bastante bien. 

Me apetecía mucho darme un baño en la piscina, estábamos casi en Junio y hacía buen tiempo aún siendo bastante temprano, por lo que, sin pensarlo mucho, me quité la ropa, quedándome solo con la interior por no ir al cuarto a por un bikini y molestar a Gavi. 

Me introduje poco a poco, disfrutando el contraste de temperatura que ésta me ofrecía. Estuve un rato nadando y aproveché para relajarme. 

Pronto noté un cuerpo detrás de mi, intentando abrazarme suavemente. Eran sus brazos, su calor, lo emanaba su cuerpo. Me giré y le miré. Estaba allí conmigo, se había metido también en el agua. 

Noté como no se sentía totalmente seguro de abrazarme, como teniendo miedo de que le rechazara o algo, por lo que me di la vuelta, sujeté sus manos y las pasé por mi cintura mirándole fijamente a los ojos. Él imitó mi gesto, pronto estábamos muy cerca mirándonos. 

Pasé mis manos por su cuello y mis ojos se dirigieron a sus labios. Él lo notó y cuando quise darme cuenta, sus labios se posaron sobre los míos de una manera tan suave, que al principio apenas lo noté. Era cálido, tanto que tenía la necesidad de intensificarlo, cosa que tardé poco en hacer. 

Me separé para coger aire y volví a besarle de manera más intensa, con ganas, con deseo, con necesidad de estar con él hasta el último día de mi vida. Porque estos dos meses me había dado cuenta de muchas cosas, entre ellas, que si en algún momento nos separábamos, se llevaría mi último aliento con él. 

-Te necesito-dije en mitad del beso-Te necesito mucho Pablo, porfavor- rogué. 

Él no dijo nada, envolvió mis piernas en su cintura y me miró. Tenía los ojos oscuros, con las pupilas dilatadas. Sentía el mismo deseo que yo en ese momento. Pasó sus labios a mi cuello. mordiendo y succionando todo a su paso. No sé si era porque hacía demasiado tiempo que no estábamos así o por qué, pero me estaba pareciendo la experiencia más excitante que había vivido nunca. 

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