53. Hospital

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Lo que parecía un simple virus terminó siendo justo eso, aunque no solo para Pablo. Ya en España, el lunes al volver me desperté con un dolor de tripa horrible que además me hacía tener náuseas. Al final lo había cogido, cosa que suponía que iba a pasar, no fue para nada una sorpresa. 

Él al menos ya estaba mucho mejor. Cuando tuve que volverme el domingo le dejé haciendo vida más o menos normal y comiendo mejor. Pedri prometió cuidarle. Sira y yo volvimos a España, ella para entrenar y yo para trabajar. Quien también estaba apunto de volver era mi compañera de trabajo y cuñada, a quien se le acababan las vacaciones hoy Miércoles. 

Me desperté sintiendo como si un camión me hubiera pasado por encima. No quise decirle nada a Pablo para que no se sintiera mal, ya que le conocía y sabía que iba a pensar que era culpa suya. A cada videollamada me negaba por miedo de que viera mi cara de cansancio.

Sira llevaba desde el lunes viniendo a verme a la hora de comer para asegurarse de que al menos lo hiciera, pero ya era el tercer día que vomitaba nada más oler o comer cualquier alimento. 

-Tia, ¿por qué no me dejas que te lleve al médico? A lo mejor necesitas un suero o algo para mejorarte, vas a deshidratarte después de tanto vomitar-dijo mi amiga preocupada

En parte sabía que tenía razón y lo mejor sería que me mandaran algo, al menos para evitar seguir teniendo al menos fiebre, que tampoco conseguíamos bajarla de 39 grados, cosa que me tenía muy cansada. 

Llevaba tres días sin dormir ni descansar, además de los vómitos que se le sumaban, imaginad mi aspecto. 

-No estoy segura de querer ir Sira, sabes que no me gustan mucho los médicos. Prefiero esperar, te prometo que si el viernes sigo encontrándome mal, vamos juntas

-Vale, pero no pasa del viernes, si no llamo a Gavi, se lo cuento y que te convezca él.

Negué rápido. No quería que se enterara por nada del mundo. 

(...)

Llegó el jueves y, para mi sorpresa, parece que me desperté algo mejor. Mandé un mensaje a Sira diciéndole que había podido dormir algo y que en ese momento no tenía fiebre, que podía estar más tranquila. 

Decidí entonces que iría a trabajar, ya que los tres anteriores días no había ido. Hablé con mi jefa y me pidió que me quedara recuperándome en casa y, si quería y me sentía bien, podía adelantar algo de trabajo a través de mi ordenador, cosa que hice. 

Me vestí, maquillé (para intentar tapar un poco la mala cara que tenía de pasar estos días) y tomé un analgésico para evitar que la fiebre me subiera a lo largo de la mañana. Cogí mi café y me fui a la oficina, encontrándome en la puerta a Aurora.

-Buenos días cuñadita, ¿qué tal estos días?

-Hola Auro, bien, un poco preocupada por Pablo, pero todo bien-mentí

No quería decírselo porque, conociendo a mi amiga, se lo contaría a mi novio. Después de una charla rápida, nos fuimos a trabajar. 

(...)

La mañana pasó más lenta de lo que a mi me hubiera gustado. A mitad de la mañana noté como la fiebre subía, pero intenté no pensarlo mucho y aguantar hasta las dos para irme a casa. Cuando llegué, Pablo me llamó e hicimos videollamada por casi dos horas. No pude evitarla más tiempo después de varios días negándome por el virus. Era increíble lo rápido que se pasaba el tiempo cada vez que hablaba con él. 

La tarde no fue mucho mejor, no conseguía bajar la fiebre y los vómitos habían vuelto, después de conseguir tomar un café y comer algo después de tres días. Era un asco en ese momento y mi cara daba fé de ello. 

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