39. Rencor.

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¿Cómo se hace para que deje de doler? Llevaba un mes yendo a terapia. Mis amigos me obligaron a pedir ayuda cuando vieron que estaba apunto de colapsar y que las pesadillas no me dejaban en paz, así es que dos semanas después de que todo sucediera, decidí empezar a tratarme, necesitaba curar el dolor. 

Las sesiones con mi psicóloga me estaban ayudando mucho más de lo que pensaba. No podía entender cómo había pasado, y era algo que iba a perseguirme toda la vida, pero sí que hablar con ella me ayudaba a llevarlo todo un poco mejor. Me desahogaba, me ayudaba en todo lo que podía y también me abrió los ojos en cuanto a que mi pareja no tenía la culpa de nada. 

Con Gavi la cosa no había mejorado mucho. Actualmente yo estaba buscando una nueva casa para mi, últimamente no éramos más que desconocidos, y yo sentía que estaba ocupando un lugar que no me pertenecía, esa era su casa al fin y al cabo, yo solo vivía allí, o al menos, hasta entonces lo hacía. 

Desde que todo pasó, ambos estábamos más separados aún, además, no nos dirigimos la palabra casi desde la noche de mi ataque de ansiedad en la habitación. Cuando entré en el cuarto de Martín no pude evitarlo, solo imaginaba lo que podría haber sido y no iba a ser. 

Intenté no culparle en todo momento, pero mi cabeza me estaba fallando. Sabía lo mucho que le estaba doliendo todo lo que yo hacía, todos me lo dijeron y me reprocharon por lo mismo, no estaba siendo justa con él, incluso Gavi lo dijo en las pocas ocasiones que compartimos más de una palabra. No podía sentirme peor también en ese aspecto. Quería pedirle perdón, aunque no sabía bien cómo ni cuándo. Tampoco sabía si él querría escucharme, cosa que sería completamente comprensible después de todo. 

Con el paso del tiempo él volvió a entrenar y yo volví a mi trabajo, aunque estoy segura de que ninguno de los dos volvimos a ser nosotros mismos, respirábamos por obligación, no por que quisiéramos. 

Si nos cruzábamos en la cocina, cualquiera de los dos se iba. En el salón a penas pasábamos tiempo, no quedábamos con nadie más que Sira y Pedri. Los demás habían venido en diferentes ocasiones a vernos, pero, tampoco pasábamos tiempo juntos ahí. 

Cuando escuché la puerta abrirse, algo me dijo que ese era mi momento para hablar con él. Yo estaba en la cocina intentando prepararme algo. Llevaba más de una semana sin verle la cara. Aunque vivíamos en el mismo lugar, todo el rato evitábamos coincidir, pero no podía más, ninguno lo merecíamos. 

Seguí los consejos de mi psicóloga, la cual, después de dos sesiones semanales desde hacía un mes, me ayudó a convencerme de que todo había pasado por causa natural, nosotros no teníamos la culpa de nada. No podía evitar a mi pareja, al revés, teníamos que refugiarnos el uno en el otro para poder salir adelante, era nuestro bebé el que no pudo nacer, de ambos, y yo había olvidado completamente lo que el pudiera sentir. No lo había hecho bien, estaba segura de eso, y por mucho que me doliera, entendería si Gavi se hubiera cansado de pasarlo todo solo, porque yo fui muy injusta. 

El dolor que sentía por lo mal que lo había pasado por mi culpa era algo que no iba a perdonarme ni él, ni yo a mi misma en la vida, lo tenía más que claro. 

-Gavi-dije cuando le vi pasar dirección al cuarto en el que estaba desde hace tiempo. Él me miró sorprendido, supongo que no esperaba que yo estuviera allí y menos aún que le hablara-¿Podemos hablar?-pregunté suave mirando mis manos nerviosas. 

-Sí-afirmó. Se le notaba triste, sus ojos no tenían ningún tipo de brillo y él no sonreía. Estaba muy blanco, más de lo que él ya era. 

-Necesito hablar contigo de todo, creo que ha llegado el momento si me lo permites-susurré. Estaba muy nerviosa, no sabía cómo empezar a hablar sin romperme delante de él. Me miré las manos intentando evitar que éstas temblaran. Fuimos al salón y nos sentamos uno frente a otro. Yo le miré y me dispuse a hablar. 

-Antes de nada quiero pedirte perdón por todo lo que ha pasado desde hace un mes y medio hasta hoy-fue a hablar pero le paré-Déjame acabar, por favor. No hay palabras suficientes en el mundo que puedan expresar lo arrepentida que estoy de las palabras que salieron de mi boca en el hospital, te juro que no fui consciente de lo que dije hasta días después, aunque ahí ya era tarde, y más lo es ahora aún. Me está costando mucho decirte todo esto, y no porque no lo diga de verdad, te juro que cada palabra que sale de mi boca es real, pero solo pensar el daño que te he hecho con mi actitud, me rompe el alma y me hace querer morirme. Mi psicóloga me ha hecho entender que no es culpa de nadie lo que pasó y, que por mucho que hubiéramos querido, no podíamos hacer nada. He sido muy injusta contigo, no he sabido entender tu dolor, sólo podía pensar en el bebé, y eso ha sido horrible por mi parte, también te pido perdón por eso.-me callé y le miré a los ojos, esperando que él respondiera algo. Estaba serio, pero me miraba, lo que era buena señal supongo.-No me daba cuenta de que te estaba destrozando con mi actitud de mierda, que éramos los dos quienes sufríamos por eso y además yo lo estaba haciendo fatal conmigo. 

-Claudia, no te guardo rencor, no podría aunque quisiera. Sé que lo que dijiste en el hospital fue fruto del mal momento, de verdad que lo sé, aunque no te niego lo mucho que me dolió. Al igual que tu actitud conmigo, no me has dejado estar cerca de ti en ningún momento, me has apartado de todo lo que pasaba, lo que me ha hecho estar solo, más aún si se podía. Te necesitaba a ti, nos necesitaba juntos, ya te lo dije. Esto es algo que no se olvida, pero con lo que se tiene que aprender a vivir, mi psicóloga me lo dijo también-me sorprendí. No sabía que Gavi estaba acudiendo a terapia. Había estado tan absorta en mis pensamientos y sentimientos, que no sabía nada de él, de cómo estaba...

-Solo quiero pedirte perdón-me arrodillé-He sido la peor persona del mundo contigo y lo siento tantísimo-rompí en llanto, mientras él me levantaba y me sujetaba con cuidado. 

Necesitaba su tacto cerca después de tanto tiempo. Esto había sido como un despertar de todo, de la depresión y ansiedad que había comenzado a sufrir desde hacía algo más de un mes, de los terrores, del dolor. Le necesitaba ahora más que nunca, esperaba que no se apartara aunque entendía perfectamente si él quería estar lejos de mi por todo esto, era más que entendible. 

-No quiero presionarte con nada Gavi, de verdad, no quiero que sientas obligaciones conmigo para nada. Pero te ruego que no me dejes sola ahora, te necesito más que nunca para salir adelante completamente, y se que llego tarde y que cuando tu más me necesitabas yo no he sabido estar por mi egoísmo-no me dejó acabar.

-No llames a eso egoísmo, tú estabas mal, lo has pasado muy mal, no es egoísta pensar en ti mismo cuando estás pasando un momento angustioso. Todos cometemos errores Claudia, ya te dije que no te guardo rencor por ello. Me jode que no me hayas dejado estar contigo, pero el pasado no puede cambiarse-cortó triste.-Hay que aprender a vivir con ello. 

-Igualmente no debería haberme encerrado, porque quizás si te hubiera dejado estar conmigo, ambos ahora estaríamos mejor y más unidos. No debería, pero ahora, siendo completamente sincera, no puedo pensar en otra cosa que en abrazarte y que me abraces, porque necesito sentir tu calor, me estoy volviendo loca y quiero y necesito que lo superemos juntos, o que al menos, aprendamos a vivir con el dolor juntos. 

En ese momento noté como sus cálidos brazos me rodeaban a la altura de mi cuello. Estaba abrazándome, justo como yo le había pedido. No me estaba reprochando nada por más que tenía todo el derecho de hacerlo, sería lo justo. Gavi era mucho más maduro que yo ahora mismo, no había duda de ello. Él estaba entendiendo mi dolor, lo hizo desde un primer momento, y yo por el contrario, había sido completamente egoísta, había pensado en mi y ya. 

Ahí, después de casi dos meses sin sentirlo, noté latir mi corazón de nuevo. Volvía a estar vivo, al menos por el momento. Gavi le acababa de dar la vida que, en algún momento, sentí perder. En ese mismo instante me di cuenta de que, la vida era eso, compartir con él todo, lo bueno y lo malo, para curarnos juntos. 



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