NARRA PABLO
Bajé del bus por pura inercia, realmente no tenía ganas de nada en ese momento. Una vez en los vestuarios les comenté a Pedri, Ferrán y Ansu lo que había pasado en el bus. Ellos me abrazaron intentando darme ánimos, aunque todo era en vano. No volví a ver a Claudia en el entrenamiento, realmente no quería ni mirar hacia dónde posiblemente, ella podría estar sentada con Sira.
No me sentía preparado para jugar, no lo estaba. La concentración en aquel momento por más que quisiera era nula, pero tampoco iba dejar tirado a mi equipo, ellos no tenían culpa de nada de lo que a mi me estaba sucediendo, solo yo era el culpable por no haberlo contado antes.
Decidí dejar todos mis sentimientos a un lado y concentrarme en el partido. Aún siendo un amistoso, sabía lo importante que era para todos ganarlo por el rival contra el que íbamos a jugar.
(...)
A las ocho de la tarde, ya con la ropa de pre-partido puesta, salimos a calentar al campo. Unos gritos ensordecedores se escuchaban por el campo vitoreándonos. Que bonito era sentirse en casa incluso en la otra punta del mundo. Sonreí inconscientemente.
Miré a las gradas por primera vez en lo que llevábamos de tarde, buscándola, con la esperanza de verla con mi camiseta puesta y de que sonriera y me mandara un beso, como hacía siempre que venía al estadio a verme jugar.
Todas mis esperanzas se disiparon al verla sentada con Sira, sin la camiseta y con unas gafas de sol que, aunque ella pensara que no, me permitían ver la tristeza en su cara. Nuestros ojos conectaron, pero no hubo interacción alguna.
Maldije el momento en el que la vi, porque eso hizo que mi cuerpo volviera a sentirse de gelatina. Pedí a Xavi volver a vestuarios un segundo. Necesitaba llorar y descargar la rabia que sentía conmigo mismo. Él entendió lo que estaba pasando y me dejó salir no muy feliz.
Corrí para dejar el campo atrás y encerrarme en los vestuarios. Quería salir corriendo de ahí, volver a mi casa con ella, que nunca hubiera pasado esto.
Era la tercera vez que la perdía, y por desgracia, temía que podía ser la definitiva. ¿Cómo había sido tan tonto de dejarla ir? ¿Cómo podía haberle fallado de esta manera?
Después de llorar un rato fui al baño, me lavé la cara varias veces para que no se notara que había llorado y me dispuse a volver al campo. Cuando fui a abrir la puerta del baño, estaba allí ella, mirándome con esos ojos que tanta paz y vida me daban.
No sabía qué hacer o cómo actuar, no me moví. A penas podía respirar al sentirla tan cerca sin poder descifrar lo que sus ojos me decían. No fue necesario hacer nada, ella dio el primer paso.
Sus brazos me rodearon por debajo de la cintura y se apoyó en mi pecho. La oía sollozar, cosa que me estaba matando por dentro. Devolví su abrazo muy fuerte, prometiéndome a mí mismo que no sería la última vez que la tendría así, tan cerca.
Sentir su calor, sus brazos sobre mi cuerpo, me estaba devolviendo la vida lentamente. Era como adrenalina pura.
Sin separarnos, me miró a los ojos. Ya no tenía puestas las gafas de sol, ahora podía verlos brillar de la tristeza. Su cara me lo decía. Hablé, intentando no llorar.
-Lo siento tanto Claudia...
-Está bien, lo sé, se que lo sientes, sé que me quieres Pablo, lo sé
Sus palabras me sorprendieron. No sabía bien que hacer en ese momento, si besarla, pedirle que lo hiciera ella o llorar.
Volvimos a mirarnos a los ojos, e inevitablemente, bajé la mirada a sus labios, aquellos que podría reconocer entre miles y miles, los que me daban la vida y los únicos que quería sentir por el resto de mi vida.
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Volver a ti
Romansa¿En qué momento Claudia decidió mudarse a Barcelona persiguiendo su sueño? Es algo que ella aún se pregunta. A veces la vida tiene planes para nosotros que, nunca habríamos imaginado. Claudia Fernández es una chica de 21 años, nacida y criada en Sit...