45. El amor de mi vida.

837 32 2
                                    

Organizar una maleta sin saber dónde íbamos fue todo un caos. Hice caso a Pablo y llené la maleta de bikinis, vestidos de playa y otros para salir de fiesta. Solo esperaba no olvidarme nada, porque al final se me había echado el tiempo encima, y la estaba preparando a tan solo media hora de tener que salir hacia el aeropuerto. Teníamos el vuelo en dos horas, pero había que pasar los controles y demás, por lo que teníamos que ir con tiempo. 

-Vamos amor, que no llegamos a tiempo-gritó Pablo desde el salón. 

Cerré la maleta con prisa, cogí el bolso y bajé corriendo para que no tuviera que esperar más. Con su coche nos dirigimos al aeropuerto, donde por suerte, él consiguió pasar bastante desapercibido, cosa que nos ayudó, porque si no quizás no hubiéramos llegado bien de tiempo. 

Aunque Pablo intentó que no me enterara, fue imposible que no terminara conociendo el destino al que nos dirigíamos. Íbamos a Las Maldivas. Quise matarle en ese momento, no me gustaba que se gastara tanto dinero en mí, y sabía que no iba a dejarme que le diera ni un céntimo. 

Nos esperaban bastantes horas de avión, pero íbamos en primera clase (según él para evitar que nadie le reconociera, según yo porque es un comodón y lo prefería, aunque yo no iba a quejarme). 

Cuando aterrizamos, yo solo podía mirar asombrada a mi alrededor. Podría ser de los lugares más preciosos que había visitado en mi vida. Pablo sabía que yo adoraba la playa, era como mi lugar seguro para todo, y me había traído a la más bonita del mundo.   

Él se había encargado de absolutamente todo, por lo que nada más llegar, había un hidroavión esperando para trasladarnos a la casita sobre la playa que Pablo había alquilado para estos ocho días. Una vez llegamos, cuando la vi, no pudo encantarme más. Todo era precioso. 

Sobre la cama había un montón de pétalos de rosas, en la mesita principal, una cubitera enfriando un par de botellas de Champagne y un montón de frutas exóticas y chocolates que parecían deliciosos. 

-Pablo esto es precioso-dije mirándole-Muchas gracias, de verdad, pero es demasiado...

-Nada es demasiado amor, nos lo merecemos por el año que hemos pasado. Ahora solo toca disfrutar y descansar-respondió soltando su maleta y lanzándose a besarme.

Intensifiqué el beso pasando mis manos sobre sus hombros mientras él llevaba las suyas a mi culo y me levantaba del suelo acercándome a la cama. Comenzó a darme besos suaves por toda la cara, bajando poco a poco a mi cuello y pecho. 

Al final pasó lo que ambos sabíamos que pasaría, y estrenamos la cama de la casa por todo lo alto, amándonos. Un rato después de recuperarnos y ducharnos, nos cambiamos de ropa y, con la ropa de baño puesta, nos dirigimos a la playa para disfrutarla al menos, hasta que se hiciera de noche. 

Era todo precioso y yo parecía una niña pequeña admirando todo a mi alrededor, especialmente a mi acompañante, que era lo mejor que tenía en el mundo sin duda alguna. No me cansaba de decirlo, lo que sentía por él iba más allá de lo que nunca hubiera imaginado sentir por nadie. 

NARRA PABLO 

Estaba nervioso. Muy nervioso. Este viaje era algo planeado muy de última hora, pero demasiado importante. Solo necesitaba que todo saliera bien, que ella dijera que sí y ser felices toda la vida. 

Porque casi desde que el momento en el que la conocí, supe que la quería, supe que sería importante en mi vida, pero nunca llegué a imaginar que sería todo lo que necesitaba para ser feliz. Todo pasaba a segundo plano cuando ella sonreía, y es que tenía la sonrisa más bonita del mundo sin lugar a dudas. 

Volver a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora