46. Un brillo en los ojos muy bonito

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Sin duda alguna, estaba siendo uno de los días más felices de mi vida. Cuando Pablo sacó el anillo no dudé ni un segundo en decirle que sí, que quería casarme con él, que quería estar toda la vida con él. Porque era así, no imaginaba un futuro en el que no estuviera a mi lado al despertar todas las mañanas. 

Con Pablo conocí la felicidad absoluta, y también el dolor más profundo, pero todo quedaba atrás cada vez que nos mirábamos, cuando solo existíamos los dos. Le quería con toda mi alma. 

(...)

No había podido dejar de mirar mi mano con el anillo en todos los días de las vacaciones. Solo me lo quité para hacernos una foto, en la que se me iba a ver la mano, y no queríamos precipitarnos. Primero debía saberlo toda nuestra gente, luego si él quería, lo contaría de manera pública. 

El viaje de vuelta a casa se me estaba haciendo larguísimo. Pablo se quedó dormido a la media hora de despegar, y yo en cambio, no había podido ni cerrar los ojos casi. Estaba nerviosa, solo podía pensar en todo lo que pasaría de ahora en adelante en relación con nuestra nueva futura vida. 

Cuando aterrizamos, guardé el anillo en el bolso, puesto que no quería que nadie lo viera de momento. Quería hablar con mi familia, con la de Pablo y nuestros amigos, quienes eran todo para nosotros. Mi chico me confesó que sus padres y Aurora ya lo sabían, pero aún así queríamos decirles mi respuesta en persona, no a través de una llamada. 

De repente Pablo despertó, me miró sonriendo y pasó sus brazos por mis hombros atrayéndome hacia él, en señal de que durmiera un poco apoyada en él. Así fue, en cuanto me apoyé, me quedé dormida. 

Cuando aterrizamos, Pablo fue el primero en despertar, quien consiguió que yo lo hiciera a base de besos. Bajamos a esperar nuestras maletas, que por suerte, no tardaron demasiado. 

Agradecí inmensamente que Pablo tuviera su coche allí, porque tenía unas ganas de llegar a casa, ducharme y volver a dormir increíbles. Eran las 11 de la noche en España y el viaje había sido muy largo, sumando el jet las que arrastrábamos ambos.

Así hicimos, nos duchamos juntos para, según él, ahorrar agua, cosa que no pasó, ya que alargamos la ducha más de lo previsto. Pero pronto estábamos tumbados en la cama y el anillo volvía a estar en mi dedo.

-Me haces muy feliz Claudia, no imagino una vida sin ti. Gracias por aceptar, por querer ser mi mujer-sujetó mi cara suave mientras unía nuestras narices-Eres la persona más especial del mundo y ahora vas a ser mi mujer, no puedo ser más afortunado de haberte conocido

-Todo es gracias a ti amor. Cuando te conocí prometo que solo quería que te callaras un rato-reimos-nunca imaginé que ese chico borde se convertiría en esto. Eres el mejor. 

Le besé en señal de agradecimiento por todo y nos fuimos a dormir. Estábamos realmente cansados a la vez que emocionados por todo lo que había sucedido en el viaje. 

(...)

Desperté cerca de las 12 de la mañana. Había dormido más de lo que esperaba, pero parecía que mi novio no estaba de acuerdo conmigo, porque seguía como un bebé, y posiblemente en un sueño muy profundo, ya que le caía la baba por un lateral. Puse mi mano sobre su pelo suave mientras miraba el anillo que reposaba en mi dedo anular. Era tan bonito, sencillo y elegante... Aún me parecía un sueño. No podía creerme que fuéramos a casarnos.

Pablo seguía durmiendo, era adorable. Creo que era el único momento en el que parecía un angelito más que un demonio. Le di un beso suave en la mejilla y fui a levantarme, cuando le escuché gruñir y lanzar un brazo hacia dónde yo estaba en señal de que no me fuera. 

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