La historia del impredecible shinobi Yakumo Naruto

Capítulo 24: Sucesión

¡Hola a todos!

Esto es lo que sigue, con el nombramiento del sucesor de Sarutobi. ¡Hagan sus apuestas!

¡Feliz lectura!

Disclaimer: Naruto pertenece a Masashi Kishimoto. Touhou Project pertenece a ZUN.

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Capítulo 24: Sucesión

El mayor fervor rodeaba el féretro del venerado Sandaime Hokage, rodeado de miles de personas que desafiaban valientemente al viento y al cielo sombrío, cuyos retumbantes truenos amenazaban con desatarse sobre el pueblo en duelo. La gente de Konoha era conocida por su disposición a luchar por sus creencias y una tormenta no les impediría asistir a este funeral. Miles de personas, todas vestidas de negro, presentaban sus últimos respetos a su Hokage, el hombre que había liderado la aldea y protegido a sus habitantes durante casi treinta años.

Sin embargo, aunque los aldeanos lloraban a su líder, a veces abiertamente y dejando correr sus lágrimas, la vida se reanudó en cuanto terminó el servicio fúnebre. La muerte era un final inevitable para todos los seres vivos. Los shinobi, con su violento modo de vida, estaban aún más expuestos a ella. Era raro que los ninjas murieran de muerte natural. Eran sólo un puñado entre la inmensa cantidad de los de su especie, al igual que sólo había un puñado de shinobi y kunoichi cuyos nombres pasarían a la historia y a la leyenda. Por el contrario, había millones de personas anónimas que habían perecido, dejando huellas sólo en los recuerdos, desvaneciéndose lentamente de la memoria, olvidadas. Todos los shinobi de la aldea lo sabían, pero este funeral había hecho aflorar el miedo inherente a todos los luchadores en la sombra, el miedo a morir en vano, solos y abandonados por todos.

Aunque la tierra acababa de compactarse sobre el cuerpo del líder fallecido, la cuestión de su sucesión ya estaba en la mente de todos.

En la capital del País del Fuego, el daimyô celebraba una sesión extraordinaria de su consejo. Alrededor de una gran mesa circular, había reunido a sus doce ministros, dispuestos a ambos lados de su trono coronado por un dosel blanco adornado con su escudo de armas.

Frente a los representantes del poder civil, los militares permanecían impasibles. El capitán ANBU tenía la ventaja de llevar su máscara, lo que le garantizaba un anonimato total. A su derecha, se encontraba junto a uno de sus amigos, Nara Shikaku, comandante de los jônins, famoso por sus dotes estratégicas. Los tres antiguos camaradas de Sarutobi Hiruzen, los únicos miembros del Consejo de Ancianos de Konoha, estaban sentados a su izquierda, observando con calma a los cada vez más nerviosos consejeros.

Kôkei Shijimi, el daimyô que lucía un abanico cuya base de marfil estaba adornada con finas tiras blancas, presidía la reunión que culminaría con el nombramiento de un nuevo Hokage.

El soberano se abanicaba de vez en cuando, como si no le afectara la persistente tensión que reinaba en la sala, pero Shikaku había comprendido claramente que el hombre esperaba ante todo obtener la opinión de sus consejeros antes de tomar una decisión.

De todas las decisiones que tendría que tomar en su vida, ésta era sin duda la que menos debía tomarse a la ligera. El daimyô tenía el deber de respetar las tradiciones y las leyes de su país, normas que habían puesto fin a los oscuros días de guerras interminables entre pequeñas naciones. El nuevo Hokage, una vez nombrado por el daimyô, aún debía recibir la aprobación de la mayoría de los jônins.

El rechazo tendría consecuencias dramáticas para la aldea. No sólo significaría que no había nadie para liderar la aldea, sino que Shikaku ya no podría unir a sus colegas, lo que le obligaría a dimitir de su cargo como representante de los jônin. Peor aún, significaba que el propio daimyô había hecho una mala elección que no convenía al shinobi.