La historia del impredecible shinobi Yakumo Naruto

Capitulo 48: Poseedor del Rinnegan

Hola a todos.

Aquí va lo que sigue, con el inicio de un nuevo arco bastante corto pero que resultará intenso.

Espero que disfruten de este capítulo, así que no duden en enviarme sus comentarios y opiniones.

Gracias a todos los que me siguen y apoyan.

Feliz lectura a todos.

Disclaimer: Naruto pertenece a Masashi Kishimoto. Touhou Project pertenece a ZUN.

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Capitulo 48: Poseedor del Rinnegan

Ame no kuni era un país hostil desde todos los puntos de vista. Las tormentas que surgían en las cumbres de la tierra del relámpago tendían a desaguar hacia el oeste, debido a la configuración tan particular del continente. La humedad estancada se veía exacerbada por las olas de aire caliente procedentes de Suna y esta región, situada en la confluencia de estos dos fenómenos climáticos, se veía regularmente empapada por fuertes chubascos.

La tierra de la lluvia tampoco disponía de muchos recursos naturales. Aparte de algunos cultivos alimentarios y la artesanía local, no había nada muy dinámico. El turismo estaba desalentado, tanto por los controles fronterizos como por el deprimente clima.

Pero no todo era malo. Ame era una potencia tecnológica, situada en las fronteras de tres grandes naciones, lo que la convertía en un importante socio estratégico, pero también en un perfecto campo de batalla para avanzar hacia territorio enemigo.

La única fuente de riqueza era el empleo de sus shinobi como mercenarios, para seguir garantizando la seguridad de la capital. A diferencia de otros países importantes, en los que coexistían un daimyô y un kage para gestionar los asuntos, Ame estaba bajo el control de una sola persona.

Desde la muerte de Hanzô, el legendario luchador de salamandras, ningún diplomático había logrado acercarse al nuevo gobernante, al que sus súbditos llamaban Pain. El secretismo se cernía sobre las sombras de la ciudad más grande del continente. La presencia enmascarada de este dictador era perceptible en medio de esta fortaleza erizada de cientos de rascacielos, cuyos tejados de zinc resonaban bajo el incesante crepitar de la lluvia.

Sin embargo, el amenazador aspecto y la siniestra reputación de este Pan no bastaron para disuadir a Jiraiya de llevar a cabo su misión. El ermitaño se acercó a la ciudad desde el oeste, ocultándose entre los arbustos, observando cuidadosamente su entorno, plenamente consciente de que no tenía derecho a equivocarse. Su misión era de suma importancia, ya que los diplomáticos enviados por la tierra del fuego habían sido rechazados nada más entrar en el territorio, y se habían proferido numerosas amenazas contra los extranjeros.

El legendario sannin escudriñó las gruesas murallas que rodeaban la península, observando con atención los reflectores que barrían las murallas, donde unos cuantos shinobi patrullaban atentamente. Estos hombres parecían mucho más vigilantes que Kotetsu e Izumo, ya que estos reclutas sabían perfectamente que el menor descuido sería castigado con una misión suicida.

La mirada de Jiraiya se posó en las tuberías de la estación depuradora que vertía su agua purificada en el lago, a unos cientos de metros de otra estación de bombeo. Si había un punto débil en esta fortaleza, una forma de acceder a ella sin atravesar las murallas, sería penetrando en el sistema hidráulico que recorría todo el subsuelo de la ciudad.

Jiraiya respiró hondo antes de sumergirse en el lago. Bajo la superficie del agua oscura y azotada por el viento, el sannin utilizó sus considerables reservas de chakra y senjutsu para formar una película de aire, que le proporcionó algunas reservas de oxígeno.