La historia del impredecible shinobi Yakumo Naruto

Capítulo 37: Kaguya de Eientei

Hola a todos

Gracias a todos los que me leéis y me dejáis reseñas. Me gustaría aprovechar esta oportunidad para responder a Luvimi.

Sé que los personajes mueren fácilmente, sobre todo los shinobi, pero el universo Naruto no es un mundo amable donde todos viven felices para siempre.

En cuanto a Keine, sé que es trágico. Es un personaje simpático que no merece morir, ni siquiera ser infeliz, pero es un destino cruel. El destino es trágico y en cuanto se conoció su poder, Danzô lo consideró demasiado peligroso. Mejor un hombre muerto que un don incontrolable fuera de su alcance. Sin embargo, si Mokou se hunde por completo en el odio, las repercusiones serán trágicas. Ella quiere venganza y no se detendrá ante nada. Es un camino que no lleva a ninguna parte, igual que el que está tomando Sasuke. Mokou quiere matar a Danzô, pero ¿cuántos otros morirán en su camino? El odio sólo esparce más odio y sufrimiento, alimenta este círculo vicioso. Y hace el juego a otros.

Espero que disfrutéis de este capítulo, y de todos los demás. Todo sigue girando en torno a Mokou. Como el resto de este arco, de hecho.

¡Feliz lectura!

Disclaimer: Naruto pertenece a Masashi Kishimoto. Touhou Project pertenece a ZUN.

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Capítulo 37: Kaguya de Eientei

Fujiwara no Mokou caminaba tranquilamente por el bosque de bambúes gigantes. Su paso pesado y furioso era fácil de distinguir, pues sus botas aplastaban el musgo y los helechos que yacían entre los altos tallos. Con paso seguro, siguió el camino secreto que conocía de memoria, orientándose al observar el cielo estrellado a través de las escasas hojas que eclipsaban las titilantes estrellas. Miró al cielo, más por costumbre y nostalgia que por verdadera necesidad, ya que había memorizado todas y cada una de las piedras del camino que conducía al palacio de su enemigo.

La inmortal se estremeció. A diferencia de lo habitual, sintió la inusual frialdad que reinaba en el bosque de tallos. Normalmente, incluso cuando el viento aullaba entre los tallos temblorosos, doblándose ligeramente por la tormenta, ella caminaba en camisa. Sin embargo, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, Mokou podía sentir la brisa filtrándose a través de su ropa. Por reflejo, se frotó los brazos helados, antes de apretar las solapas de su oscura capa, que mostraba las siniestras nubes de la organización Akatsuki.

La cansada mercenaria dejó que su magia corriera por sus venas, emergiendo de sus poros para formar pequeñas bolas de fuego. Las brillantes llamas danzaban entre sus dedos, envolviéndola en una cálida armadura. Tras largos minutos, durante los cuales no había disipado su aura anaranjada, Mokou se acercó por fin a la clínica que se ocultaba en el corazón del laberinto del bosque. El muro que la rodeaba era tan imponente como siempre, ocultando la mayoría de los edificios y dejando al descubierto los altos tejados de tejas negras.

Sin dejarse impresionar por la vista, el fénix atravesó la puerta exterior de la muralla. Extrañamente, la puerta principal se había dejado abierta, apartándose de la tradición.

El jardín japonés que rodeaba la casa de Eientei ya no se parecía a lo que era. Las zonas de guijarros y grava estaban hechas un desastre, pero no un desastre cuidadosamente pensado y planificado, sino más bien un caos indescriptible, como si los adornos hubieran sido arrastrados por una tormenta. Las huellas manchaban los lagos de guijarros, se dirigían en distintas direcciones, con distancias variables entre ellas. Varias personas debieron de pasar por aquí, andando y corriendo, siendo testigos de violentos combates. Los atacantes habían saqueado los parterres y mucha grava había salpicado las zonas marcadas, derramándose por los caminos.