La historia del impredecible shinobi Yakumo Naruto

Capitulo 58: Marisa en Combate

¡Hola a todos!

Hoy es 14 de julio. En este día festivo, me gustaría rendir homenaje a todos los militares que luchan y arriesgan su vida. Es un trabajo muy difícil, un profundo compromiso personal que me parece digno de admiración.

La guerra suele ir acompañada de muertes y heridas inevitables, y saca lo peor y lo mejor de las personas.

Así que este capítulo se centra en la guerra y sus víctimas.

Espero que lo disfruten, así que les ruego que me hagan saber qué les parece y qué opinan de él.

¡Feliz lectura!

Disclaimer: Naruto pertenece a Masashi Kishimoto. Touhou Project pertenece a ZUN.

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Capitulo 58: Marisa en Combate

Deidara metió la mano en una pequeña bolsa que llevaba atada a la cintura, antes de echarse un puñado de pequeñas esferas blancas al hombro.

Desde la distancia, parecían inocentes bolitas hechas de un material parecido al algodón. Sin embargo, no era así. Las esferas se desplegaron, adoptando diversas formas animales, y el artista supo que sus obras de arte ocultaban un secreto. Estas esculturas de arcilla, tesoros de creatividad que entregaba a todos sus enemigos, estaban hechas de un material específico que reaccionaba al chakra.

Cuando las pequeñas arañas se extendieron más allá del follaje de los árboles, golpeando las hojas, el sonido del crujido alertó a los shinobi que se encontraban bajo el dosel. Sin embargo, se vieron sorprendidos por las primeras explosiones, que arrasaron a un gran número de guerreros inconscientes de la amenaza a la que se enfrentaban.

Los demás guerreros se pusieron a cubierto, refugiándose tras cualquier cosa que encontraran, ya fueran troncos o rocas.

Nuevos proyectiles estallaron, despejando el bosque y privando al ejército de la preciada cubierta vegetal que lo ocultaba de la vista del miembro de Akatsuki.

Deidara parecía estar disfrutando. Con cada explosión, observaba las diferentes formas de los efectos de humo, así como los destellos de luz que surgían en direcciones aleatorias. Cada explosión era única, y demostraba que su arte era la forma más pura de expresión, porque cada representación era efímera y diferente. Eran estos pequeños detalles los que impresionarían a un verdadero esteta y le permitirían apreciar la belleza de estos destellos.

Sin olvidar que ver a esos gusanos huir, gritar y desesperarse ante su poder y su manifestación de belleza era algo digno de apreciar.

Deidara no pudo continuar con sus golpes quirúrgicos por mucho tiempo, ya que otra persona estaba decidida a interrumpirlo.

Una mujer rubia, encaramada en una escoba, se dirigía hacia él.

A juzgar por su uniforme blanco y negro, no cabía duda de que aquella recién llegada no era una kunoichi, sino una de las reclutas del extraño mundo de Gensokyô.

- Vaya, tío, ¡es genial!", le apostrofó con el menor respeto posible. ¡Nunca había visto algo con tanta clase desde mi último combate! Por otro lado, me avergüenza un poco, porque soy el mago más llamativo de Gensokyô y odio que la gente me robe el estilo.

Deidara apretó los dientes mientras las palabras de la rubia la enfurecían. ¿Cómo se atrevía a considerarlo indigno de practicar el arte que tantos años había dedicado a perfeccionar?

- Cállate -gritó, antes de puntuar su orden con un insulto-. Veremos quién es el mejor", añadió, haciendo volar una bandada de pájaros.

Marisa esquivó los detonantes gorriones con un lazo, dejando caer una serie de pequeñas cajas metálicas. Las granadas improvisadas explotaron, lanzando humo verde manzana y destellos anaranjados, interceptando a los pájaros del criminal.