Flight Of Dragons. (Parte 1)

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Había pasado un año de aquella tarde cuando la princesa Rhaenyra y Alicent Hightower sentadas bajo el arciano, leyendo sobre la Primera Guerra Dorniense, comenzaron una amistad que las convirtió en inseparables. Juntas ellas dos recibían clases de historia, cartografía, caligrafía, matemáticas, historia, equitación, modales, protocolo real y sobre todo religión bajo la Fe de Los Siete, algo que a Rhaenyra le importaba muy poco aprender, pero para su amiga era fundamental. 

La princesa destacó desde el primer día, especialmente en historia, cartografía, política y todo aquello que requiriese actividad física como montar a caballo, el manejo simple de una pequeña espada o el dominio del arco. Tanto septas como maestres se dieron cuenta de lo rápido que aprendía la princesa, pero Rhaenyra también aprendió a no mostrar demasiado de sí misma o de su intelecto a aquellos que no contaban con su completa confianza. Para ese entonces la princesa tenía poco más de siete años de edad, pero no por su juventud fue ajena a su estatus y privilegios como hija del rey y heredera al Trono de Hierro.

La influencia de la amistad de la princesa con Lady Alicent Hightower se vio reflejada en muchos aspectos de la vida de la joven Rhaenyra y uno de esos cambios fue la disciplina. La joven Hightower, al ser un año mayor, conocía mejor las normas por las que se regían las septas que estaban al cuidado de su educación y ayudó a la joven princesa a adaptarse a las reglas, ya que durante los primeros años de Rhaenyra ella fue instruida solo por la reina Aemma y el rey Viserys. 

A los pocos meses después de comenzar la amistad entre las chicas, la pequeña de los Hightower comenzó a acompañar a Annora, la doncella personal de Rhaenyra, a despertar a la princesa cada mañana, como si Alicent fuese la dama de compañía de Rhaenyra. Aunque la princesa era muy joven para tener dama de compañía, Alicent también era muy pequeña para asumir esa responsabilidad. Aun así, Alicent no le llegó a importar cumplir con ese oficio no asignado, porque así se aseguraba que la princesa llegase a tiempo a las clases. También asumir esa responsabilidad ayudó a la joven Hightower, tal y como le había ordenado su padre, Otto Hightower, a ganarse el beneplácito de la reina Aemma al ser evidente de cómo Alicent era una buena influencia para la princesa. 

Sin embargo, aquella mañana, cuando entraron Annora y Alicent a los aposentos de la princesa, ella no solo estaba despierta, sino también vestida con su ropa de montar a caballo e intentando hacerse ella misma una trenza, pero sin éxito.

—Buen día —dijo la princesa con una sonrisa al ver a su amiga y a la doncella—. Annora, ¿me ayudáis? —preguntó a su doncella sintiéndose frustrada.

Ambas se acercaron adonde estaba Rhaenyra luchando con su cabello, incapaz de hacerse bien la trenza por la cantidad y larga longitud de su rubia melena. Annora deshizo la trenza maltrecha y comenzó a cepillarle el cabello con cuidado. Mientras los ojos de la princesa estaban puestos en el reflejo de Alicent a través del espejo, que la miraba con el ceño fruncido.

—Hoy no tenéis clases de montar a caballo —dijo Alicent extrañada por la vestimenta escogida por la princesa.

—Es que no pienso montar a un caballo —replicó la princesa guiñándole un ojo a Alicent.

—Rhaenyra, hoy tenemos clases con la septa Marlow y os acusará con el Gran Maestre si faltáis...

—Nos acusará... —añadió Rhaenyra, provocando la risa de su doncella y la negación instantánea de Alicent.

—De ninguna manera, yo voy a clase —objetó la joven Hightower con firmeza mientras negaba con la cabeza repetidas veces.

Annora terminó de hacerle la trenza bien ajustada a la princesa, que se levantó de su asiento como un resorte y avanzó hacia su amiga, sujetándola de las manos.

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