I Am Hers And She Is Mine. (Parte 2)

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Hubo muchos momentos en la vida de Alicent que quedaron sellados a fuego en su memoria. Una de las imágenes que ella jamás pudo olvidar fue la cara de Rhaenyra en el momento que ella se vio obligada a confesarle la verdad sobre su embarazo. Esa mirada de rabia, desesperación, tristeza y vergüenza se instaló en lo más profundo de su memoria y ese recuerdo la atormentó durante décadas.

Aquella noticia fue como si un mazo se estrellara contra las costillas de Rhaenyra, robándole hasta el último aliento. La princesa soltó la mano de Alicent y tapó su boca por el asombro. Se produjo un silencio tan intenso en aquella habitación que pareció que se acabase el mundo y en cierta manera para ellas dos así fue.

—¿Estáis embarazada? —preguntó Rhaenyra atónita queriendo pensar que Alicent le mentía.

—Lo estoy, hace una semana me lo comunicó el Gran Maestre.

—No es posible, mi padre jamás os tocaría antes de la boda —recriminó Rhaenyra tratando de desmentir la noticia, porque en su mente era imposible que Alicent estuviese esperando un bebé.

Los ojos de Alicent volvieron a recorrer el rostro de la princesa hasta que al fin habló.

—Él lo hizo... —replicó la joven Hightower con la mandíbula tensa.

—Alicent... —musitó la princesa sintiendo como la ira iba dominando su cuerpo ante una posibilidad que ella no quería creer, pero necesitaba saberlo—. Mi padre... El rey... ¿Él os forzó?

—Él es el rey y yo soy su prometida —contestó Alicent con vergüenza repitiendo las mismas palabras que le dijo Viserys antes de forzarla.

—¿Cuándo ocurrió? —preguntó la princesa sin poder evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas ante la decepción que sentía hacia su padre—. ¿Desde cuándo Alicent?

—Después de que el rey anunció nuestro compromiso, tres noches después él requirió mi presencia en sus aposentos y...

—¿Él os violó? —masculló con rabia la princesa, con una sensación de odio hacia su padre que ella jamás pensó que sería capaz de sentir—. ¡Decidme la verdad!

El grito de Rhaenyra hizo que Alicent se estremeciera. Las lágrimas de la princesa marcaron sus mejillas, pero la rojez de los ojos de la princesa, Alicent no supo si fueron por las lágrimas o por la rabia que destilaba el cuerpo de Rhaenyra.

—Él es el rey y puede hacer lo que quiera —respondió la joven Hightower mientras dos lágrimas resbalaban por su rostro—. No todas las mujeres somos princesas ni tenemos vuestros privilegios, Rhaenyra.

El gesto de dolor fue inconfundible en el rostro de Rhaenyra al enterarse lo que había hecho su padre, pero antes de que ella pudiese decirle algo a Alicent, las puertas se abrieron y entró a paso firme Otto Hightower, observando como su hija estaba confrontando a la princesa. Los ojos de Alicent buscaron a los de su padre, sabiendo que ya no había salida.

—Princesa, el rey os está esperando —intervino Otto captando la atención de Rhaenyra.

Alicent se apartó aún más de la princesa, girándose para ignorar esa mirada de decepción en ella. Rhaenyra se quedó paralizada por unos segundos ante lo que le había confesado Alicent, que a ella tanto le dolió creer. La princesa jamás pensó, hasta aquel preciso instante, que pudiera sentir tanto odio hacia su padre, ese hombre que durante toda su niñez fue su héroe, su amigo y su ejemplo a seguir.

Rhaenyra retrocedió un par de pasos, suficientes para girar sobre sí misma y salir de aquella habitación sin derramar ni una lágrima más. Ella no quiso darle ese gusto a Otto de verla llorar, porque él no perdió detalle de cómo su hija volvió a rechazar a la princesa. Una vez Rhaenyra salió de aquella habitación, Alicent se quedó a solas con su padre, que la miró con un gesto de orgullo que a ella le provocó asco.

Fate Of The Kingdoms.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora