The Prince or Princess That Was Promised. (Parte 2)

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A la mañana siguiente, y después de pasar buena parte de la noche en vela, Rhaenyra en compañía de su padre, llevaron al pequeño Aegon al Bosque de Dioses. En un principio la intención de la princesa fue llevar a su medio hermano por los hermosos jardines de la Fortaleza Roja, presumir del precioso hermano menor que ella tenía ante la mirada de los nobles, pero la princesa se dio cuenta de que Aegon quedaría relegado a los brazos de las niñeras y su padre no compartiría mucho con el bebé. Por eso Rhaenyra le pidió a Annora que con ayuda de otros criados de la fortaleza acondicionasen el bosque de Dioses con alfombras, mantas y cojines para poder pasar parte de la mañana sentados bajo el amparo del arciano. El verdadero propósito de la princesa era que su hermano pudiese disfrutar de la compañía de Viserys tanto como ella lo había hecho cuando era una niña y para conseguirlo Rhaenyra necesitaba que el rey conectase con su hijo.

Esa mañana de otoño estuvo soleada, con una temperatura bastante cálida para la estación en la que estaban. Rhaenyra se encontraba acostada sobre la alfombra con el pequeño Aegon que intentaba aprender a gatear. La princesa ayudó a su medio hermano intentando estimularlo con juguetes, palabras cariñosas y movimientos suaves para que él consiguiese seguir su instinto y gatease en su dirección. El rey contempló en silencio a sus dos hijos, con una sonrisa triste en los labios. Rhaenyra supo al instante que Viserys estaba recordando a Aemma y también a Baelon.

—Muy bien, Aegon —dijo la princesa con entusiasmo guiando al bebé para que gatease en otra dirección—. Ahora ve con padre.

—¿Le habláis siempre en Alto Valyrio? —preguntó Viserys con una sonrisa al ver como su hijo gateaba con dificultad a su dirección.

—Claro, y sé que este pequeñín me entiende perfectamente cuando le hablo —respondió la princesa guiando a su hermano para que siguiese gateando—. Vos me hablabais en Alto Valyrio, podéis intentarlo con él también.

Viserys miró como Aegon gateaba hasta él y lo tomó con cuidado. Él observó a su hijo sintiendo cómo un nudo se formaba en su garganta.

—Él se parece mucho a Baelon —susurró el rey, sujetando en sus brazos a Aegon.

—Sí, los dos son muy parecidos —comentó Rhaenyra intentando que la nostalgia no arruinara ese momento—. Aunque Aegon tiene la mirada de su madre.

El bebé tocó con sus pequeñas manos la cara de su padre, consiguiendo arrancarle una sonrisa al rey. La princesa observó la escena, dándose cuenta de que el reparo inicial de Viserys hacia su bebé se debía al doloroso recuerdo de su otro hijo perdido y por la forma que Aegon fue engendrado.

—Él es fuerte —susurró el rey en Alto Valyrio mientras regresó a Aegon al suelo para que siguiese gateando.

—Aegon es perfecto, padre —repuso la princesa llamando la atención del bebé que no tardó en ir a sus brazos.

—Aemma solía decirme que vos serías una gran hermana mayor y una madre maravillosa.

—La última conversación que tuve con ella me repitió varias veces que yo seré una gran madre —musitó Rhaenyra con Aegon sentado en su regazo con su pequeño cuerpo descansando sobre el de ella.

—Y estoy seguro de que Aemma tenía razón. Más pronto que tarde vos me haréis un abuelo orgulloso.

Sin poder evitarlo Rhaenyra recordó la reunión del pequeño consejo de la tarde anterior y esa propuesta de matrimonio por el príncipe de Dorne.

—Gracias por rechazar la propuesta de Qoren Nymeros Martell —dijo la princesa limpiando la cara de Aegon con un pañuelo y susurrándole palabras cariñosas en Alto Valyrio.

—No me lo agradezcáis. Sois mi única hija y no permitiré que mis consejeros os unan en matrimonio con cualquiera, por muy príncipe que sea.

—La propuesta era muy interesante, padre.

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