You Have a Choice. (Parte 1)

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Los siguientes días en Marcaderiva se fueron sucediendo bajo una tranquilidad que provocó que Rhaenyra volviese a encontrar cierta paz emocional, mental y física. Desde que la princesa llegó a la isla, ella durmió con Laena todas las noches. La joven Velaryon por su parte cada noche trató de tentar a la princesa, pero Rhaenyra siguió firme con un propósito de no hacerle daño a Laena, evitando caer en la tentación, pero su negativa enardeció aún más el deseo de la joven Velaryon.

Aquella mañana Laena se despertó con náuseas y un dolor en su vientre insoportable, que la hizo retorcerse bajo las sábanas despertando sin querer a la princesa. En seguida la joven Velaryon notó una espesa humedad entre sus piernas y ella trató de levantarse sin molestar a Rhaenyra, pero la princesa se dio cuenta y se movió buscando abrazar a Laena. Cuando Rhaenyra la atrajo a su cuerpo, la joven Velaryon no pudo evitar el quejarse por el dolor.

—¿Estáis bien? —preguntó la princesa acariciando el rostro de Laena e incorporándose de la cama para ver lo que le ocurría a la joven Velaryon que estaba encogida por el dolor.

—Mierda, tengo el sangrado mensual... —masculló Laena entre dientes, tratando de levantarse.

La joven Velaryon se incorporó o al menos eso intentó. El simple movimiento provocó que ella se encogiera de dolor. Rhaenyra avanzó a su lado totalmente preocupada mientras Laena se llevó la mano hacia su vientre emitiendo un sordo jadeo de dolor.

—¿A dónde vais? —preguntó Rhaenyra, haciendo que Laena no se moviese demasiado.

—A mi alcoba y a pedirle a alguna doncella que os cambie las sábanas.

Aunque la princesa jamás experimentó el dolor de la menstruación, Rhaenyra sabía lo doloroso que podía ser porque Alicent sufría dolores horribles cada vez que ella sangraba y al estar tantos años al lado de la nueva reina, eso hizo que la princesa supiera perfectamente que hacer para aliviar ese tipo de dolor.

—Volved a la cama, preciosa —musitó la princesa posando la mano en el hombro de la joven Velaryon.

—Seguro me habré manchado, Rhae —repuso Laena con vergüenza, pero volvió a encogerse por el dolor.

—No os preocupéis por eso.

Rhaenyra en un gesto cariñoso le retiró a Laena el cabello de la cara y sin perder más tiempo, la princesa se puso su bata para después pedirle a Sir Criston que buscase a Annora. Luego ella colocó sobre la cama un par de toallas para evitar que Laena se siguiese manchando.

—Acostaros, por favor —susurró Rhaenyra dándole a Laena un beso en la frente.

Cuando la joven Velaryon iba a hacerle caso a la princesa, ella se dio cuenta de la enorme marcha oscura que había entre sus piernas.

—Lo siento, he manchado todo...

La mirada de la princesa buscó la de Laena y ella le acarició el rostro.

—No os preocupéis por eso, preciosa, son solo unas sábanas que se lavan y listo —murmuró Rhaenyra, intentando que Laena no se sintiese incómoda—. Primero hay que quitaros el dolor y después cambiamos las sábanas y todo lo demás, ¿de acuerdo?

La sonrisa sin fuerza de Laena asomó en sus labios y fue cuando Annora entró a la habitación cómo una exhalación. Rhaenyra le pidió a su doncella que preparara el té que Annora siempre le preparaba a Alicent para calmarle el dolor y también le ordenó que trajese algunas semillas para calentarlas. Cuando Annora salió casi corriendo hacia las cocinas del castillo, Rhaenyra avivó las brasas de la chimenea para calentar las semillas lo más rápido posible. Luego la princesa volvió al lado de Laena que no dejó de observarla ni un solo instante.

Fate Of The Kingdoms.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora