The Daughter Of The Second Son. (Parte 2)

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Semanas después de que Alicent fuese nombrada la primera dama de compañía de la princesa, ella se mudó al Torreón de Maegor cerca de los aposentos reales, para que la joven Hightower pudiese cumplir de forma más efectiva su labor como dama de compañía de la princesa.

Para Rhaenyra la decisión de su madre fue su verdadero regalo por su décimo día de su nombre. Alicent se mudó a pocos metros de distancia de sus aposentos y ambas disfrutaron de todo el tiempo que podían juntas. Incluso por las noches, cuando Alicent echaba de menos a su familia o Rhaenyra sentía cualquier tipo de miedo, ambas niñas compartían cama, algo que se hizo costumbre con el pasar de los años y fue un secreto custodiado por los guardias reales que escoltaban por las noches los aposentos reales.

La reina a pesar de que fue su decisión, también usó todos sus recursos, no solo para controlar cada paso de la pequeña de los Hightower, sino también en el trascurso de los años ella puso a prueba la lealtad de Alicent hacia Rhaenyra en diversas ocasiones, obteniendo siempre el mismo resultado, la lealtad inquebrantable de Alicent hacia la princesa. Poco a poco las sospechas de la reina fueron remitiendo y más cuando comprobó por sí misma que el afecto de Alicent hacia su hija era auténtico. También la labor de la joven Hightower era impecable. La princesa Rhaenyra era puntual en sus clases, cumplía a tiempo con sus labores como copera en las reuniones del pequeño consejo, en cada evento real el comportamiento de la princesa era exquisito y todo esto gracias al esfuerzo de Alicent para que lo correspondiente a las responsabilidades que debía cumplir Rhaenyra fuese perfecto.

La presencia de Alicent en la corte también fue fundamental. Cualquier simple rumor sobre la rebeldía de la princesa, la joven Hightower de forma muy inteligente, utilizaba sus privilegios como primera dama de compañía para aplastar cualquier rumor que pudiese perjudicar la imagen de Rhaenyra. También estos movimientos inteligentes dentro de la corte, le valió a Alicent sus primeras alianzas con importantes casas, estrategias planeadas por Otto Hightower desde el principio y fue él quien realmente se benefició del buen trabajo de su hija en la corte.

Había muchos aspectos por los que Alicent destacaba, pero su obediencia a las reglas y su inquebrantable disciplina la caracterizaban. Dentro de sus rutinas, desde que Alicent se mudó al Torreón de Maegor, iba todas las tardes a visitar a su madre a la Torre de la Mano, justo en las horas cuando la princesa Rhaenyra tenía clases de política con el consejero de edictos Lord Lyonel Strong o clases de equitación con Sir Harrold que era un magnífico jinete. También aprovechaba algunas veces que Rhaenyra iba a Pozo Dragón o salía a volar en lomos de Syrax para ir al Gran Septo.

Y así, sumergidas en las rutinas y responsabilidades hacia el reino, tanto para Alicent como Rhaenyra pasaron los años y ambas se convirtieron en dos jovenes mujeres de espléndida belleza. Para aquella cálida tarde de verano, Alicent acababa de cumplir los diecinueve años y Rhaenyra solo unos meses menos que ella. La princesa fue considerada desde niña: La Delicia del Reino y según fue ella creciendo también se transformó en una hermosa joven con los rasgos característicos de los Valyrios, con unos ojos enormes e hipnóticos de color violeta, con una larga cabellera platinada siempre trenzada de diferentes formas. Rhaenyra era delgada y alta, con la tez blanca y con un exquisito gusto por las joyas y el lujo. 

La joven Hightower tampoco se quedó atrás. Para muchos fue una de las damas más hermosa de la corte, pero sin llegar a eclipsar en ningún momento la belleza de la princesa. Alicent se convirtió en una joven alta y delgada, que derrochaba feminidad en cada paso. Tenía el cabello rojizo y siempre perfectamente peinado. Su piel era blanca que resaltaba sus ojos color ámbar y sus mejillas estaban adornadas con preciosas pecas que muchas noches mientras compartía cama con Rhaenyra ella intentó contar sin éxito. También vestía con elegancia y al igual que la princesa compartían el mismo gusto por las joyas.

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