Aegon's Landing Day. (Parte 2)

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La reina y la princesa salieron de la biblioteca escoltadas por Sir Criston y Sir Arryk. Ambas caminaron a la misma velocidad, completamente sincronizadas, con las miradas al frente y con los corazones temblando. Ellas se mantuvieron distantes, pero cercanas, con el peso del pasado y las promesas rotas flotando en el aire. Según sus pasos se fueron sucediendo las dos sintieron el tormento de los recuerdos de las incontables veces que ellas habían recorrido juntas esos pasillos, habían hecho ese mismo recorrido, pero que en aquel momento parecía como si fuese la primera vez.

Ambas siguieron caminando hacia el carruaje, siendo atormentadas por los recuerdos. Ellas en silencio se preguntaron si alguna vez encontrarían la paz y la redención en medio de su historia sin acabar.

—No ha sido idea mía que vos me acompañéis —murmuró Rhaenyra después de un largo silencio dentro del carruaje.

—Lo sé, ha sido idea de vuestro padre y como tal debemos obedecer —repuso la reina con un tono neutro, carente de emoción, aunque por dentro ella estaba temblando.

Alicent no pudo evitar la insurrección de sus ojos. La princesa había desviado la mirada hacia la ventanilla del carruaje y los traidores ojos de la reina se empeñaron en recorrer la mandíbula marcada, los ojos color violeta brillantes, la nariz afilada, la boca perfilada que tantas debilidades provocó en ella. A Alicent le resultó insultante lo hermosa que estaba Rhaenyra, como si la vida y las tragedias fuesen cosa de otros.

—Podríais haberos negado y el rey hubiese desistido —musitó la princesa al notar la mirada de Alicent sobre ella.

—¿Quién soy yo para contradecir al rey?

—Sois la reina, ¿no? —replicó Rhaenyra en un tono altivo y desagradable.

La risa irónica de Alicent fue como una hoguera para la sangre de la princesa.

—Soy la reina consorte como tantas veces vuestras aliadas me lo han dejado claro —repuso la reina y ella desvió la mirada también hacia la ventana de su lado.

—¿Por eso las habéis amenazado con exponer sus indiscreciones, mismas indiscreciones que vos cometisteis conmigo durante muchas noches?

—No deseo hablar sobre eso, Rhaenyra —sentenció la reina en un tono cortante.

Alicent se esforzó por no mover ni un solo músculo cuando escuchó a Rhaenyra reír.

—¿De qué no queréis hablar? ¿De las muchas noches que fuisteis indecorosa conmigo hasta quedar satisfecha o de esa amenaza tan impropia de vos qué le hicisteis a mis amigas?

—Cuidado, Rhaenyra —advirtió la reina, visiblemente tensa por ese comentario que evocó recuerdos inoportunos.

—No, Alicent, parece que no entendéis que vos estáis en una posición de poder y dais parte de ese poder a las personas que os rodean, al igual que yo os di ese poder a vos cuando fuiste mi dama de compañía...

—¿Acaso pensáis que yo no lo sé?

—Pues actuáis como si vos no lo supieseis, porque me niego a pensar que la persona con la que crecí, la persona que... amé sea capaz de otorgarle poder a otras personas para hacer la vida imposible a personas que son importantes para mí.

—Son vuestras amigas las que desafían mi posición cada vez que tienen ocasión —replicó la reina enfadada, confrontando a Rhaenyra.

—¿De verdad estabais dispuesta a destruir a dos personas inocentes o fue todo un arrebato por vuestra parte? —preguntó Rhaenyra casi suplicando que Alicent respondiese la segunda opción.

No debía suceder, pero la realidad fue que a la reina le dolió la imagen que Rhaenyra tenía de ella. Era ingenuo esperar que la princesa la conociera mejor, que al mirarla únicamente viera a la verdadera Alicent. Pero al final, ella sabía que la verdadera Alicent había desaparecido el día que aceptó casarse con Viserys. Ella se había convertido en alguien capaz de muchas cosas que Rhaenyra y sus nuevas amigas considerarían indignas.

Fate Of The Kingdoms.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora