The Daughter Of The Second Son. (Parte 3)

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Aquella tarde cuando Alicent se encontraba inconsciente en sus antiguos aposentos en la Torre de la Mano, Rhaenyra estaba a lomos de Syrax sobrevolando la Bahía del Aguasnegras. La princesa necesitaba poner tierra de por medio, un tiempo para poder aclarar su mente y buscar la forma de apaciguar sus sentimientos hacia Alicent, sentimientos que para aquellos que la conocían bien habían descubierto hacía tiempo.

Cuando sobrevoló por Marcaderiva, Rhaenyra recordó la conversación que tuvo con su primo Laenor el día de su celebración por haberse convertido en el primer jinete de dragón de la familia Velaryon, cuando él reclamó al dragón Seasmoke. Aquel día, Laenor Velaryon le confesó a su prima sus sospechas sobre los sentimientos de Alicent Hightower hacia ella, pero fue Rhaenyra, en un acto de desahogo emocional, quien le confesó a su primo que era ella quien estaba enamorada de Alicent desde hacía bastante tiempo.

Al recordar aquello, Rhaenyra supo con quién tenía que hablar nuevamente para buscar la manera de contener sus sentimientos o al menos encontrar algún tipo de consejo sensato que la ayudase a entender lo que pasaba, porque en ese momento la joven princesa no podía más y ella sentía que en cualquier instante diría o haría algo que alejaría a Alicent para siempre.

Rhaenyra descendió suavemente en Syrax, cerca del castillo de los Velaryon, demostrando haber aprendido a controlar a la perfección a su dragona. Tanto Laena como su hermano al haber visto sobrevolar a Syrax sobre la isla, fueron al encuentro de su prima. Aunque Laenor se alegró de ver a Rhaenyra, fue Laena la que demostró efusivamente lo feliz que estaba con la visita inesperada de su prima.

Los tres primos pasaron la tarde juntos entre bromas, risas, juegos y paseos por la playa. A Rhaenyra el estar esa tarde con Laena y Laenor le ayudó a por lo menos no pensar demasiado en aquello que la atormentaban y disfrutó de esa sencilla felicidad que siempre sentía cuando estaba con sus primos. La princesa y Laena hablaron casi todo el tiempo en Alto Valyrio. La pequeña de los Velaryon había aprendido primero a hablar en Alto Valyrio que en la lengua común y en cierta manera ese idioma se convirtió en un vínculo de unión entre ella y Rhaenyra.

Durante mucho tiempo ambas se enviaron cuervos casi a diario y sus notas siempre iban escritas en Alto Valyrio. En un principio, cuando comenzaron a enviarse cuervos desde Marcaderiva a Desembarco del Rey lo hicieron como una especie de ayuda mutua para practicar y perfeccionar sus conocimientos en la lengua materna de los valyrios, pero con el tiempo se convirtió en un idioma secreto entre ellas dos, porque Laenor jamás supo ni quiso aprender Alto Valyrio. Ese idioma les dio a Rhaenyra y a Laena la libertad para expresarse sin miedo de todo aquello que ambas llegaron a sentir y vivir.

Justo después de dar un largo paseo por la playa, cuando estaban cerca del puerto de Marcaderiva, una de las doncellas del castillo buscó a Laena, porque ella tenía clase de cartografía con la septa que la instruía y tuvo que volver al castillo a regañadientes, pero no sin antes despedirse de su prima con un largo abrazo y prometiéndole que volverían a verse en unos días en Desembarco del Rey.

—¿Sabéis que mi hermana tiene un enamoramiento con vos? —comentó Laenor siendo conocedor de la respuesta, cuando ellos dos se quedaron a solas.

—Eso no es cierto —replicó la princesa negando con la cabeza—. Laena tiene una obsesión desde siempre con los dragones y yo reclamé uno, eso es todo...

—Por todos los dioses, Rhaenyra, no puede ser que seáis tan inteligente para algunas cosas y tan ingenua para otras —dijo Laenor soltando una carcajada—. Conozco a mi hermana y sé de lo que os hablo.

Aunque Rhaenyra intentó no sonreír, no pudo contener la risa, a ella le hacía gracia como Laenor siempre le encontraba pretendientes, sin importarle si eran hombres o mujeres.

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