68 » De mi no puedes huir

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Dos semanas después, la pareja no podía estar más feliz con su bebé. Estaban aprendiendo a ser padres y acostumbrándose a los cambios que conllevaba, pero aún así, disfrutaban mucho el proceso.

Betty estaba en el patio trasero, en una hamaca con su bebé en brazos, dándole de su pecho. El era bastante tranquilo, no solía llorar mucho más que cuando tenía hambre en el día o en la madrugada, pero con darle de su pecho el llanto cesaba.

El pelinegro estaba dando vueltas sin sentido alrededor del patio y de la piscina mientras hablaba por teléfono bajo la atenta mirada de su esposa.

- Ya les dije que no. Mi hijo apenas tiene dos semanas, no puedo dejar a Betty sola ahora. -Jughead rodeó sus ojos ante una respuesta que le dieron. - ¿Por qué no saben quién es? Tiene casi un mes saboteando, tienen suerte de que es medio idiota, porque si no lo fuera ya nos hubiera destruído. Ya deberían saber quién es.

Suspiró despeinado su cabello con molestia.

- Está bien, iré. -aceptó. - Quiero todo preparado cuando llegue para no pasar allá más de una hora.

Cortó la llamada y volvió junto a su esposa. - ¿Todo bien, Juggie? -ella preguntó.

El hizo una mueca. - Pasa que son idiotas y aún no saben quién es el infiltrado.

- Han pasado como tres semanas, ¿Cómo no saben? -bufó.

- No lo sé. -admitió acariciando la pierna del bebé. - Iré un rato a ver qué puedo hacer, ¿Puedes quedarte sola?

- Liam está muy tranquilo, si necesito a alguien le diré a los trabajadores y adentro está el personal limpiando la casa y cocinando, no estaré sola. -le sonrió. - Ve tranquilo, solo no vuelvas muy tarde.

- Antes llegaba a las 3:00 AM y eso era "temprano" para ambos. -dijo divertido.

- Antes cuando solo éramos mafiosos, ahora somos padres mafiosos. -ella sonrió.

- Es cierto. -se inclinó a dejar un beso en su frente y otro en la cabeza del bebé. - Los amo, me llamas si necesitas algo.

- Okis. -asintió. - Te amamos.

Jughead salió de ahí avisándole a todos en la casa que Betty estaría sola y que si lo más mínimo le pasaba a ella o a su bebé pagarían las consecuencias, pero tal vez no en ese plano terrenal.

El subió a uno de los autos y condujo a la central, donde todos sus amigos lo esperaban con tres hombres.

- ¿Cómo están tan seguros de que es un hombre? -enarcó una ceja al verlos.

Verónica se acercó con una carpeta. - Aquí está todo lo que sabemos... Estamos seguros de que es hombre porque entró al cuarto de control cuando nadie estaba luego de robar mi tarjeta y como es idiota dejó caer mi valioso latte vainilla y lo piso, solo salió corriendo y quedaron las huellas de sus zapatos.

- ¿Que tan idiota se puede ser? -rodeó sus ojos.

- Mucho. -sonrió. - Según las huellas deducimos que en zapatos es talla 43 y bueno... No hay ninguna mujer aquí con esa misma talla. Y por eso y otras pruebas que hay en esas hojas creemos que es uno de estos tres. -señaló a los hombres amarrados a las sillas.

- Ya te dije que yo no fui. -uno de ellos, un moreno, se quejó.

- Todos dicen lo mismo. -aseguró Verónica sin mirarlo.

- A ver, imbéciles, gracias a uno de ustedes, por más idiotas que sean, los inútiles de Brooklyn que intentan crear su propia mafia nos robaron un container con miles de toneladas de producto, lo que representa millones de dólares, así que es mejor que hablen así aceleramos el proceso. -ordenó.

- Ah si, fui yo, ya te digo. -uno dijo en sarcasmo.

Jughead rodeó sus ojos y le hizo una ceña al guardaespaldas tras él. Este inmediatamente se acercó y soltó un golpe con su puño cerrado en la mejilla del hombre que habló, este era un castaño de ojos avellana.

- Quiero que sepan que no estoy del mejor humor y no me gustaría estar aquí ahora. -dijo serio caminando de manera lenta frente a los tres. - Y no me agrada que me hablen con sarcasmo como si tuvieran el derecho de bromear conmigo. -miró al que habló anteriormente, quién ahora tenía una gota de sangre bajando por su nariz.

Jughead comenzó a hacerles preguntas, pero ya que ninguno parecía querer cooperar, estaban comenzando a exasperarse.

Miró a sus dos guardaespaldas y señaló a los tres, sin siquiera decir nada. Ellos claramente entendieron, así que se acercaron y comenzaron a golpearlos.

Los gritos de auxilio y las quejas de los tres hombres se hicieron presentes, pero ninguno parecía querer hablar aún.

- Y si los matan, desaparezcan sus cuerpos. -estaba por salir de ahí, cuando Toni entró.

- ¡Espera, Jug! -hizo que se detuviera y le tendió una tablet. - Conseguí esta grabacion de una calle desolada de Brooklyn... Es justamente ese. -señaló al que no había hablado. - Hablando con uno de los idiotas que nos robaron el container.

Jughead asintió. - Bien, manda más guardias. -le pidió a Toni, se volteó y miró a los guardaespaldas. - Alto. -ordenó. Cuando se separaron, ya los tres tenían las caras ensangrentadas y dificultad para respirar.

Miró al que Toni dijo, era un moreno de cabello negro y ojos verdes.

- Tu. -lo señaló. - Sigues sin decir nada. -rió sin gracia. - ¿De verdad estás dispuesto a morir por esos idiotas? -enarcó una ceja.

- Y-yo no fui...

- Sujetenlo. -ordenó. Ya los demás guardias habían llegado, así que también les hablo. - Llevense a los otros dos, desaparezcanlos. -dijo serio. - Ya saben demasiado.

Ellos hicieron lo pedido por su jefe, entonces el pelinegro miró al de ojos verdes.

- Y a este, cortenle la cabeza y mándenla de regalo a los Fox. -dijo mirándolo fijamente.

- ¡No, no, espera! -pidió mientras salían y se lo llevaban, dando patadas al aire sin sentido. - ¡Esperen!

A Jughead no parecía importarle en lo más mínimo ninguna de sus súplicas mientras hablaba con Verónica, hasta que algo que dijo llamó la atención de ellos y de Cheryl, quién se estaba acercando al sitio.

- ¡El jefe quiere tu sangre! ¡Sabe de tu hijo!

Jughead enarcó una ceja e hizo que los guardaespaldas pararan para que no lo alejaran más. - ¿Disculpa?

- E-el dice que tú le debes algo... -murmuró. - Te quiere a ti, a tu esposa y... Sabe del bebé que nació hace dos semanas.

El pelinegro, enfurecido por escuchar la mención de su familia, soltó un fuerte golpe en su cara y lo tomó de su camisa, sin importarle que se estaba llenando de la sangre del hombre.

- Te dejaré libre unos días para que le des el mensaje a tu jefe que con mi familia ni se le ocurra meterse, porque va a conocer el mismísimo infierno, y luego te encontraré otra vez y te mataré con mis propias manos, ¿Entendido? -susurró contra él. - No importa dónde mierda te metas, te encontraré, porque de mi nadie puede huir. -y lo soltó. - Déjenlo irse. -ordenó.




















Holiss!

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Criminal Love | Bughead | +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora