Capítulo 60

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Mariano.


Puse mis manos en su cuello para atraerla a mis labios. Tomando mi antebrazo con fuerza me regalo una mirada de súplica antes de decir:

—No lo hagas, por favor. —Acarició con sus pulgares mis antebrazos. Era una petición tierna que esperaba que yo entendiera. Sentía los ojos de Montreal puestos en nuestra interacción—. La única persona a la que le quieres demostrar eso, ya lo notó —dijo mirando a Montreal.

—Lo siento.

Quería demostrarle que había cambiado, debía dejar de imponerme a ella. No importaba cuanto le dijera que me importaba, que la amaba, que ya no era el mismo si me seguía comportando de esa manera. Ella me había pedido algo y yo le hice una promesa.

—Solo, no es el momento aún. Te meterás en problemas, y yo me meteré en problemas. —Retiré las manos de su cuello y me alejé un paso de la tentación.

—Estaré en algún lugar por allí —dije sin señalar a ningún lugar en especial. Me sobé el cabello de la nuca y di otro paso atrás.

—Espera. —Se acercó y me tomo del brazo, llevándome junto a Montreal—. Felipe, te presento a mi novio—. Se lo dijo bajito, solo quería que él lo supiera. La cara de disgusto del tonto fue evidente y los extremos de mis labios tiraron hacia arriba.

Que mierda, sonreí. No quería ocultar lo feliz que me hacía esto.

—Por favor, dense la mano y sigamos con esta fiesta en paz—. Lo hicimos, pero ese estrechón no tenía ningún significado amistoso, fue una tregua por el momento. Los labios de Montreal se elevaron, como si pensara "solo debo esperar a que se le pase el capricho"

Lo que él no sabía es que haría todo lo posible para que fuera por el resto de nuestras vidas.



Sofia.

Estuvo todo a punto de irse al carajo. Tenía la esperanza de que fuera consciente de lo que estaba en juego. Su carrera, la mía. Lo subestimé aun sabiendo que le importaba tres cuartos de pepino lo que las personas pensaran.

En cuanto vi sus ojos anclados a los míos caminando con tanta decisión, exhalando "Mia. Mia, mía" por cada célula de su cuerpo supe que haría una estupidez.

—¿Novio? —pregunto Felipe visiblemente molesto. Tal vez no intentaría nada hoy, pero seguramente tenía esperanzas del futuro. Necesitaba amigos más que nada, estaba harta de los dramas. Me quería sentir normal, que el resto del mundo me viera como algo más que una víctima y entendieran que soy mucho más que eso. Si, me paso algo horrible, pero odiaba que ahora me definiera. Todo el drama quería reservarlo para las sesiones con la psicóloga y que allí se quedaran hasta la siguiente reunión.

—Si, novio. —Giré poniéndome frente a él—. ¿tienes algún problema con eso?

—Yo no, por otro lado, las directivas seguro que lo tendrán. —Había una amenaza allí, rabia y quien sabe que más.

—Entonces ve a contarlo, Felipe. No me importa. Solo quiero que sepas que aunque lo alejen de mi tú no eres el siguiente en la lista, no serás el hombro en el que llore, el consolador que espera su momento en mi debilidad. —Su rostro cambio por completo. Tal vez su ego destrozado—. Nunca te he visto de esa manera, y no digo que no serias maravilloso en ello, solo no puedo controlar a quien amo.

Cerró los ojos y apretó los puños. Puede que lo haya lastimado, pero siempre la verdad era mejor.

—Hola perras, ya llegué para alegrar esto. —Maya observó nuestros rostros y divisó las cosas en el interior. Todos sentados en sus mesas, apenas y dirigiéndose la palabra unos a otros—. Parece más un funeral que una fiesta.

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