Sofía.
Los días seguían pasando sin ninguna evolución, cerrar los ojos en la noche era una pesadilla segura y a pesar de que le pedí a Mariano que borrara todo lo que había hecho Saúl no estaba preparada para eso. Mis lágrimas en el momento que debía ser lo más excitante de mi día lo decían todo. Estaba forzando algo para lo que no estaba lista.
Ya había tenido seis citas con la psicóloga, nuestras reuniones eran tres veces por semana y de hecho creía que la mujer pediría que se aumentaran ya que no me estaba abriendo con ella para nada. Mariano había sido perfecto, aunque odiaba que me tratara como a una porcelana que se podría romper en cualquier momento. No me gustaba seguir sintiéndome frágil, asustada.
— ¿Cómo estas hoy Sofía? —Eso también lo odiaba, la misma pregunta cada maldita cita ¿Cómo me voy a sentir? Igual de atacada, igual de forzada, igual de sucia que la primera vez que estuve aquí.
—Muy bien —respondí con poco entusiasmo.
—Bueno, parece que siempre que vienes te encuentras bien. No entiendo porque necesitas apoyo psicológico. —El sarcasmo en lo que decía era evidente. A caso ¿podía hablarle así a un paciente?
—Eso he tratado de decir desde que empezamos. —Me hundí en el mullido asiento esperando que me dijera que ya podía irme.
—De hecho no has dicho mucho desde la primera vez que nos vimos. El hecho de que te guardes todo para ti misma no va a hacer más que acrecentar el dolor. Ese odio que sientes por él solo te hace daño a ti, es como si el veneno que quisieras darle te lo tomaras a sorbos tú. —La reparé con su inmaculado vestido hasta la rodilla de color azul cielo, sus bailarinas a juego, esas gafas que la hacían ver inteligente y su cabello recogido perfectamente. Debía tener al menos treinta años, era muy bonita. Los diplomas acumulados en las paredes mostraban que no solo quería aparentar ser inteligente sino que en realidad lo era. Era obvio que siempre había obtenido lo que quería, debió ser la consentida de papá, la princesa; debió ser muy exitosa en sus estudios, seguramente estuvo en el cuadro de excelencia sin tener que matarse estudiando. Odiaba ver que posiblemente lo que más me molestaba al reunirme con ella era el hecho de que la envidiaba.
— ¿Qué puede saber usted sobre lo que siento?
—Te entiendo mucho más de lo que crees Sofía, estuve en tu lugar una vez pero era más pequeña. —Los ojos se me abrieron tanto que dolía—. Toda esa ira acumulada no puede hacer más que destruirte. —corrió el pañuelo que le adornaba una muñeca y me enseñó las cicatrices que cubrían su tez. Se notaba que habían sanado hacía mucho tiempo pero eran abultadas y rugosas contrastando raramente con su bonita piel. Después se levantó las mangas para enseñarme mas cicatrices, era obvio que cortarse era su forma de calmar ese dolor que sentía por dentro.
— ¿Intentó quitarse la vida? —Pregunté con cautela, en esta cita realmente la estaba estudiando yo a ella y no al revés.
—Muchas veces, y todas ella fallidas. Cuando pienso en todo el bien que ese mal me ha permitido esparcir, en todas las vidas que he impactado positivamente, en todas las personas que he ayudado, porque créeme que los abusos no respetan género. Pienso ¿Y si me hubiera dejado derrotar? ¿Si algunos de esos intentos hubiera sido exitoso? Tuve la inteligencia de dejarme ayudar, de convertir algo tan horrible en algo positivo. Así que te pido que por favor me permitas ayudarte. —Asentí.
—Está bien.
—Hace unos días me contaste que ya no vivías con tu madre— Asentí de nuevo. Aquella vez me había salido por la tangente esperando no tener que hablar sobre Mariano. No quería ser juzgada—. ¿Estás viviendo sola ahora? —Negué con la cabeza—. Necesito que hables conmigo Sofía.
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DARK MIND
Random"Soy un monstruo, y me agrada" Mariano Dalmau es un atractivo profesor de filosofía y literatura con un gusto por las estudiantes pretenciosas, la mayoría muere por un poco de atención de su parte sin entender lo que eso realmente significaría. ...