Capítulo 23

3K 207 50
                                    

Mariano



Agradecía los golpes porque fue lo que me formó, no sabía si tendría una carrera de no haber sido por la crianza de mi madre pero Sofía no parecía entender en este momento el bien que podría hacer para su carácter en un futuro.

—La entiendo Sofía —Me observó con sus ojos enlagunados ahora llenos de desconcierto. —Entiendo todo aquello de los golpes, mi madre también era dura —No era acertado hablar en pasado. Aun lo era.

—Mariano —Se limpió el rostro con las manos. Aun no me acercaba para darle el consuelo que ella creía necesitar. — no entiende lo insoportable que es la situación.

Sus ojos me observaron como si quisiera que descubriera el resto de la historia en ellos, parecía tan insoportable que el solo hecho de mencionarlo le haría mucho daño.

—Las heridas sanan — pronuncié.

—Las físicas sí, las mentales quedan abiertas la mayor parte de tu vida.

Al escuchar sus palabras remembraba aquellas épocas, que para mí no habían dejado ninguna secuela negativa en mi vida. Era un niño difícil que necesitó de ese estímulo para entender los límites y también como quebrarlos, el dolor moldea personalidades difíciles e indebidas.

—Quiero verlas.

—No —Cerro su suéter casi estrangulando su delicado cuerpo.

— ¿Por qué no? —Cuestioné dando un paso más cerca de ella.

—No quiero que me vea así —se detuvo un segundo para descifrar que palabra usar — tan destruida.

—Puedo ayudar. Quiero ayudar a componer lo que crea que esta descompuesto.

Acorté la poca distancia que nos separaba y arrebate de sus manos el vaso de cristal con el líquido anaranjado. No podía besarla en este momento, no hasta que sin importar cuanto doliera lo deseara, esta vez estaba dispuesto a darle la opción. Deposité un pequeño beso en su frente, luego en su mejilla, siempre después del dolor venia la recompensa y esta sería la suya.

Acaricie su cuello con la palma de mi mano sin proporcionar mucha presión, descendí hasta la abertura de su suéter y tire de el dejando al descubierto un rastro purpura, comencé a desabrochar su blusa para seguir el camino por el que se perdía el rastro. Me observó con temor.

—Por favor no —rogó con vergüenza en sus palabras.

—Sofía —Tome su rostro en mis manos para que dirigiera su mirada a mí — no debe sentir vergüenza conmigo ¿lo entiende?

—Lo intento pero...no lo puedo evitar.

—También ayudaré con eso.

Desabotone por competo su camisa y camine tras ella para retirarla de su cuerpo con lentitud, era tan receptiva y obediente cuando se lo proponía; su largo cabello casi hasta la cadera no me permitía ver su espalda y prefería mantener el misterio de como lucia hasta poder verla por completo. Baje el cierre de su falta, lo que la hizo tomar una larga bocanada de aire, introduje mis manos a los lados de sus caderas ayudando al pedazo de tela a descender hasta quedar en el suelo, retrocedí y la observé desde atrás. Unos grandes cardenales se esparcían por su muslo sin dejar casi piel intacta a la vista. Quería tocar cada uno de ellos, resaltaban en su piel de una manera hermosa. Me acerqué a ella alejando un mechón de cabello de su oreja.

—Es tan hermosa Sofía —Sentí su cuerpo estremecerse ante mis palabras. Sabia cuanto las necesitaba para sentirse bien, ella pensaba que lucía desagradable ante los ojos de cualquier persona común, lo que no sabía era que lo que pasaba en mi mente estaba muy alejado de lo que podía ser normal. Podía decirle que era hermosa porque no mentía. Lo era.

DARK MINDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora