Capítulo 48

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Sofía.

Intentaba perderme entre las pequeñas rendijas del techo. Quería salir de mi propio cuerpo para asegurar que no era a mí a quien le habían sucedido aquellas cosas el día anterior. No se sentía real. Anteriormente un médico había entrado para revisarme pero en cuanto me puso las manos encima, salte como un gatito asustado...Gatito. Una lágrima rodó por mi mejilla mientras el recuerdo de Saúl esa noche volvía a mi mente.

— ¡NO! — Intenté cerrar la puerta pero él ya había avanzado anticipando mi movimiento. Era demasiado fuerte para cerrarla del todo. Era demasiado tarde. Corrí escaleras arriba para encerrarme en mi cuarto y poder pedir ayuda. Saúl me tomó por los tobillos y me hizo caer hacia adelante provocando que Noche, aullara del dolor al recibir todo mi peso sobre ella.

— ¿A dónde crees que vas? —Arrastró mi cuerpo hacia abajo mientras yo pataleaba. Me había girado sobre mi espalda para no seguir haciéndole daño a mi pequeña gatita. Pateé su torso con todas mis fuerzas, él había detenido mi pie antes de poder hacerle algún tipo de daño. Separó mis piernas y se incrustó entre ellas.

Quiso arrebatarme a Noche de los brazos pero no se lo dejaría tan fácil, no lo haría sin pelear. Su mano abierta impactó contra mi mejilla, no pude evitar la sorpresa ante ese contacto tan agresivo. Arrebató a la gata de mis brazos y la tomó por el cuello, ella se movía desesperadamente para que la liberara. Cuando le aruño la mano la tiró con fuerza contra una pared, la chiquilla gimió de dolor y no volvió a emitir sonido.

— ¡No la toques! —Grité, pero ahora su mano se posaba en mi cuello obstaculizando el ingreso de oxígeno.

— ¿Pensabas que podías huir de mi pequeña zorra? —Se sentó sobre mí, con sus piernas a cada lado de mi cuerpo, ejerciendo cada vez más presión en mi garganta—. Siempre consigo lo que quiero. Te prometo que te quedará muy claro en unos momentos.

Lo chillidos de Noche se hicieron notar, nunca había escuchado ese tipo de maullido, seguramente estaba herida, mientras yo sentía como se me iba la vida de las manos. De sus manos. Me soltó antes de perder la conciencia, su pesado cuerpo se alejaba del mío dándome tiempo a recuperarme de su ataque e ingresar la máxima cantidad de oxigeno que pudiera a mis pulmones.

— ¿Qué prefieres? —pronunció alzándola del piso por el cuello de nuevo. Sus maullidos de dolor me partían el corazón. Era como si me pidiera que la salvara—. ¿Que la tire en la licuadora mientras observas o que le parta el cuello rápidamente? —No podía pronunciar palabra aun, la garganta me dolía pero pude llorar. Saúl me arrebataría todo lo que era preciado para mí, destruiría aquel recuerdo de lo que fue ese maravilloso fin de semana, de lo que significó que alguien se preocupara por mí.

—Si te sigues resistiendo me haré un batido mientras observas su pequeño cuerpecito siendo rebanado por las cuchillas —Sus ojos iracundos me indicaron que no exageraba. Estaba furioso conmigo y en ese momento entendí que nada de lo que hice podría impedir nunca que él tomara lo que creía pertenecerle.

El ingresó de la médico me obligó a salir de mis recuerdos—gracias a Dios— la miré y pude observar en sus ojos el pesar. Odiaba que me miraran así incluso antes de que todo esto ocurriera. Leyó el reporte sobre lo sucedido, le tomó más tiempo del que pensé. Seguramente releía sin creer por lo que había pasado.

Al llegar al hospital el día anterior una enfermera comenzó de inmediato a tomar muestras de mi cuerpo. Había exigido, pataleado, incluso la agredí pidiéndole que me dejara bañar. Le supliqué que me permitiera lavarme la suciedad que él había dejado en mi cuerpo pero ella se limitó a decirme que no lo permitiría. Si quería que él pagara debía esperar o cualquier prueba se iría con el agua. Durante todo el examen lloré en silencio, llena de frustración e ira. A pesar de todo lo que había pasado seguían invadiendo mi cuerpo sin mi consentimiento.

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