Capítulo 58

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Sofía.

Al llegar a casa la situación no mejoró. Él intentó hablar conmigo, pero no podía hacerlo en ese momento. Me rogó que no me fuera de la habitación que siguiera allí junto a él. Debía pensar tantas cosas que realmente no había analizado por más que me advirtiera todo el tiempo lo que había sido. Las noches siguientes, aunque durmiéramos espalda con espalda en mitad de la noche, consciente o no de lo que hacía se giraba y me abrazaba. Me tomaba entre sus brazos como si fuera lo más preciado para él y escondía su rostro entre mi nuca y cuello inhalando mi olor.

No podía comprender cómo la persona que me envolvía con sus brazos fuera el mismo monstruo que le hizo tanto daño a esa chica. Lo peor de todo fue que lo hizo pensando en mí.

Le había asegurado que no era igual a Saul, pero ya no estaba tan segura de eso. No después de la evidencia. Ambos habían cometido un delito, ambos habían sentido esa aberrante atracción hacia mí, ambos se habían dejado llevar por sus pasiones oscuras.

¿Debía juzgarlo por su pasado? Estaba arrepentido, intentaba remediarlo. Entonces ¿dónde quedaba todo el odio que sentía hacia Saul? ¿Debía perdonarlo también o el no hacerlo me convertiría en una hipócrita? Igual que yo merecía que mi padrastro no saliera impune, ella también lo merecía.

Mariano siguió visitando a Clara. Lo sabía porque siempre me lo informaba por mensajes de texto, esa era la única forma de comunicación que teníamos o que él tenía porque nunca contestaba esos mensajes. Todo se había vuelto silencioso de un momento a otro, ya no sabíamos qué decirnos o como estar siquiera en el mismo espacio. Solo hasta la hora de dormir en la que parecía que todo estaba olvidado, en la que mi subconsciente se sentía protegido por su cercanía.

Se había convertido en una misión el poder sacar a la chica del agujero en el que había terminado. No le pregunté si entró allí por decisión propia o si fue obligada a hacerlo, ¿realmente importaba?, o estaba buscando excusas estúpidas para hacerme creer que conocía los riesgos y había tomado malas decisiones que la llevaron hasta eso. No, nadie merece ser tratado de esa forma.

Me cambié de ropa, tomé un bolso y fui en busca de Maya. Necesitaba a alguien al margen que me aconsejara. No podía dejar que las cosas pasaran como si no hubiera sido horrible lo que hizo y tampoco podía dejar de sentir lo que sentía por él. Me estaba devanando los sesos buscando una solución a aquello.

— Hola caramelito, que bien te queda ese vestido — saludó Maya alegremente como siempre subiendo al taxi en el que la esperaba. Blanquee los ojos, ya me estaba aburriendo de tanto mote—. Parece que alguien comió alacrán al desayuno.

— Llevo comiéndolo varios días. — Fue mi única respuesta.

Nos dirigimos a una agradable cafetería al sur de la ciudad. Tenía mesas en el exterior donde hacía un día precioso. Si no tuviera tanto en la cabeza seguramente lo apreciaría mucho más. Agradecí que no hubiera mucha gente allí, de hecho, éramos las únicas sentadas en las mesas a esas horas del día. Cada que alguien se acercaba era para llevar.

— No sé cómo empezar a decir esto, pero eres la única persona en la que confío.

— No, no. Odio cuando las conversaciones empiezan de esa manera. Siempre es algo malo, me causa demasiada ansiedad. — Tomó un gran sorbo de su capuchino haciendo caras al recibir el líquido caliente. Realmente estaba nerviosa—. Dime que tu salud está bien Sofía.

— ¿Qué? No, no. Mi salud está bien. Hace mucho no tengo problemas con eso. — Recordé como había decaído años atrás por la ansiedad y el estrés. Y estaba sorprendida de que en estos últimos meses no haya colapsado debido a tanto.

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