Sofía
El regreso a la ciudad fue tranquilo, tantas cosas habían pasado en estos tres días que aún me daba vueltas la cabeza al pensarlo. Habría preferido volver junto a él en el auto bus pero elegía guardar las distancias y las apariencias. Este había sido el fin de semana más emocionante de mi vida, era liberador sentirse tan bien, quisiera sentirme así siempre pero sabía que no era posible, que eso solo era un sueño; ya volvía a la realidad, a la oscura y cruda realidad.
Por unos momentos me sentí tranquila y a salvo, aun no llegaba mi madre y tampoco Saúl; solo recordar su nombre me producía nauseas. Necesitaba disfrutar de esta tranquilidad lo que más pudiera.
Sin nada que hacer más tarde me puse unos shorts y una blusa con tiras de pijama, intenté ver televisión, leer y hasta pintar pero nada ayudo a mi mente a borrar los recuerdos del fin de semana, quería volver a verlo, besar esos labios de nuevo. Bajé a la cocina para prepararme un sándwich antes de que llegaran, no podía eliminar la sonrisa estúpida de mi rostro mientras volvía a mi habitación.
Lo último que necesito es un enamoramiento de un hombre por el cual podría perder todo por lo que he luchado hasta ahora, él no sería mi boleto a la libertad mis estudios sí, Pero al parecer ni mi cuerpo ni mi mente eran conscientes de eso.
Me recosté en mi cama, dejando la comida sobre la mesita de noche para encargarme de ella más tarde. Estaba comenzando a relajarme cuando la presencia de Saúl quitó todo vestigio de tranquilidad que pude haber tenido.
— ¿Cómo estas pastelito? —preguntó observándome de la cabeza a los pies. El terror comenzó a invadirme. — ¿Cómo estuvo el campamento? ¿Me extrañaste?
Observó mi elección de pijama, había elegido los pantalones cortos y una blusa de tirantes por el calor que hacía pero me arrepentí ante su mirada obscena. Se detuvo más de lo debido en mis pechos mientras se saboreaba; oraba para que no hiciera ningún tipo de avance.
—Te hice varias preguntas —pronunció y su avance me hizo temer por mi bienestar.
—Estuvo bien —fue lo único que logré decir y lo único que necesitaba saber.
— ¿No hay nada que quieras contarme? —Su mirada se veía acusadora, casi como si me hubiera seguido hasta allí pero sabía que era una simple técnica para hacerme vacilar.
— ¿Cómo qué, actividades, fogatas, insectos? —Me observó detenidamente buscando la mentira en mis ojos. Pero no había mentiras allí solo omisiones.
—Sabes a que me refiero. Mas te vale que nadie te haya tocado — Sonrió de manera oscura — o mejor dime alguien te tocó aunque sea un cabello con mala intención, así podre cumplir mi amenaza y hoy — se lamio labios —me siento con muchas ganas de hacerlo.
Sentí nauseas al imaginarme la escena, no quería que me tocara, no quería sustituir las caricias del profesor con esas. Él se acercó a mí arrinconándome contra la pared.
—Hoy te ves especialmente deliciosa pastelito, he querido que todo pase a su debido tiempo pero míralos —señaló mis pechos. — necesitan atención.
Sus manos se posaron sobre mis pechos acariciándolos sin cuidado y produciendo dolor, un dolor profundo más allá de lo físico ya que era consciente de que ahora ese desagradable roce seria lo que recordaría mi piel y no el del profesor.
Lagrimas comenzaron a descender por mis mejillas, de esas impotentes y llenas de rabia.
— ¿Lloras de la emoción? — preguntó sonriendo mientras lamia mi mejilla para atraparlas con la lengua. —Todo lo que produzco en ti es delicioso.
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DARK MIND
Random"Soy un monstruo, y me agrada" Mariano Dalmau es un atractivo profesor de filosofía y literatura con un gusto por las estudiantes pretenciosas, la mayoría muere por un poco de atención de su parte sin entender lo que eso realmente significaría. ...