Capítulo 56

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Mariano.

Al llegar a casa, me encontré corriendo hacia nuestra habitación para encontrarla vacía. No estaba por ningún lado. Martín me había escrito que hacía una hora había llegado a casa y que Maya se marchó no más dejar a Sofía.

Ya sabía dónde se encontraba.

Tomé un pantalón de chándal y me dirigí al baño. Después de asearme y ponerme solo el pantalón me encaminé a la habitación de huéspedes que estaba "vacía" ya que en la otra se quedaba Martin. Abrí con lentitud la puerta e intenté enfocar los ojos en la oscuridad, viendo más o menos un bulto en medio de la cama. Me acerqué y la tomé en mis brazos.

— ¿Qué haces? —preguntó molesta, revolviéndose en mis manos haciendo caer la cobija que la cubría.

—Tu lugar es mi cama. —Le pasé la nariz por la mejilla y le besé la sien—. Nuestra cama —corregí— No quiero que duermas alejada de mí.

Ingresamos a la habitación y la deposité en la cama.

—Pensé que necesitábamos espacio después de la discusión de hoy.

—Entre los dos no quiero que se cree ningún espacio.

Me tumbé junto a ella en la cama y la reacomodé para quedar en cucharita. La apreté a mí, haciéndole notar cuanto la necesitaba, aspiré el olor de su cabello. Definitivamente esto estaba bien, tenerla cerca me daba la sensación de no necesitar nada más.

—Nunca nos acostemos molestos el uno con el otro. No está bien, cariño. En cambio, esto —la encajé un poco más en mi cuerpo—, es lo correcto.

—Pero estabas realmente molesto y ni siquiera entendía el porqué. Pensé que te alegraría saber que no estaba embarazada. Pensé que te daría tranquilidad. —Bajó la voz pronunciando la palabra tranquilidad y sabía que más que molesta estaba triste por mi reacción.

—Perdóname.

—¿Por qué debo personarte, Mariano? ¿Por tu irracionalidad? ¿Por qué eres más raro que un perro a cuadros? ¿Por qué nunca sé lo que realmente quieres o piensas? ¿Por no permitirme molestarme contigo?

—Por todo eso. Sé que siempre tendré que pedirte perdón por esas cosas. Pero sobre todo por quererte solo para mí. —La giré para que me mirara a la cara y al darme cuenta que la oscuridad no ayudaba encendí la luz de la mesita de noche. Era tenue, pero nos permitía vernos claramente—. Perdón, amor. Perdón porque la razón de mi molestia fue que al saber que no estabas embarazada tendrías una razón más para alejarte de mí. Soy un irracional, posesivo, celoso. Con la única persona que te compartiría sería con aquella que viniera de ti.

Sofía me tomó el rostro entre sus manos e instintivamente acerque más la cara a ellas.

—¿Qué te hace pensar que me perderás?

—Siempre huyes de mí, siempre estás pensando en hacerlo. El día en que me confesaste que podrías estar embarazada lo único que querías con eso era que te dejara las cosas más fáciles y me alejara por ti.

—Nunca me lo haces más fácil.

—No pienso hacerlo rubia. Eso debe quedarte claro.

—¿Dónde estuviste hoy? —La pregunta me tomó por sorpresa. Estaba nervioso pero sus dedos me cepillaban el cabello dándome ánimos para contarle.

—Quiero enmendar muchas cosas que hice en el pasado. Hubo una persona a la que le hice mucho daño. —La tomé a ella del rostro, sabía que mi cara era de desesperación—. Prométeme que no te asustarás cuando te cuente lo siguiente.

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