Capítulo 46

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Saúl.


Cada hora que pasaba sin ella era peor que la anterior, no le hallaba sabor a la comida, no lograba concentrarme en nada que tuviera que ver con trabajo. Ya habían pasado tres semanas desde que escapó y preferí alejarme de todo lo que tenía que ver con el negocio antes de seguir cometiendo errores. Dispuse a una persona de informática para que revisara el movimiento en sus redes sociales pero no había nada que me pudiera dar una pista de donde se encontraba, ella no publicaba todo lo que hacía a diferencia de las otras chicas de su edad.

El miércoles al llegar del viaje y que Antonia me recibiera con esa noticia lo primero que hice fue visitar al profesorsucho en su casa pero al parecer tampoco se encontraba allí. Estaba seguro de que se habían escapado juntos hasta que lo vi en la reunión de entrega de notas cuando esperaba a Antonia en el auto. Pude notar lo desgastado que se encontraba, tal vez no era al único al que habían dejado con las ganas antes de marcharse. Debía calmar mis celos, el mismo Ignacio me había confirmado que era virgen aun.

Estaba en su cuarto revisando sus cosas, esperando encontrar algo que me diera una pista. La poca ropa que había dejado estaba regada por todo el suelo, el colchón estaba fuera de la cama. No estaba su computadora portátil, solo la de escritorio pero en ese aparato no había nada. Me invadía el desespero, la impotencia, esas ganas incontrolables de encontrarla y hacerla mía. No debí esperar. No debí esperar.

— ¿Qué estás haciendo? —preguntó Antonia con cara de pocos amigos.

—Que mierda te importa que hago. Lárgate de aquí, no quiero verte.

—Pero que dices, en este momento deberíamos estar juntos. Es mi hija la que está desaparecida.

—No te importa ella para nada. No has hecho ningún esfuerzo por encontrarla.

—Tus esfuerzos van más allá de un padrastro preocupado —pronunció con enfado y celos.

—Pues sí. Van más allá de un padrastro preocupado ¿y qué?

— ¿Y qué? A caso tú la... —las palabras no salían de su boca por miedo a decir lo que siempre había pensado. Pero yo le aclararía las cosas.

—Yo la amo. La amo como nunca te voy a amar a ti maldita vieja. Desde la primera vez que la ví lo supe. Supe que estábamos destinados a estar juntos.

—Estás loco. —Las lágrimas recorrían a mares sus mejillas.

—Loco por ella.

—Cuando la conociste era una niña ¿Qué barbaridad estás diciendo? —Se fue sobre mí pegándome con sus puños— ¿Qué le hiciste? ¿Qué le hiciste?

Le pegué una bofetada que la tiró al suelo. La tomé por el cabello y la llevé hasta el cuarto donde antes de que pudiera seguir gritando golpeé su rostro con mi puño dejándola inconsciente. Estaba harto de esa mujer. Lo único que quería era encontrar a Sofía y llevármela lejos de aquí. Nadie se interpondría entre lo que deseaba y yo. La tendría sin importar sobre quien tuviera que pasar, así fuera sobre ella misma. La amaba y estaría conmigo aquí o en el más allá.

"Mierda Saúl, eres un hombre inteligente, siempre obtienes lo que deseas. Siempre"

Limpié las lágrimas de mis ojos y el sudor de mi frente con las manos temblorosas. Siempre había logrado mantener la calma, pero me sentía desestabilizado. Ni el alcohol ni las drogas lograban darme un minuto de paz. Observaba su rostro con los ojos abiertos y cerrados. Me estaba torturando, pero cuando la encontrara ella sabría la mala decisión que había tomado, porque de mí no se burlaba nadie.

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