Capítulo 45

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Mariano.

Abrí los ojos de golpe y observé la puerta de mi auto. Los recuerdos de la noche se agolparon todos de golpe, aun no podía creer lo que había ocurrido. Levanté el rostro del volante, los músculos del cuerpo protestaron al moverme seguramente por la posición en la que había dormido. Ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaba allí, miré hacia el frente y noté la abolladura del coche. Había chocado en mi propio parqueadero. No entendía cómo, pero el auto estaba apagado y con las ventanillas abajo.

Descendí del auto algo aturdido aún por las cantidades de alcohol que no había eliminado de mi sistema y con un amargo sabor en la boca. Observé la puerta del garaje abierta hasta el tope y hundí el botón para cerrarla agradeciendo porque nadie hubiera entrado para robarme.

Ingresé a la casa a trompicones, quitándome la ropa. Al observar el reloj en mi muñeca noté que eran las seis y media de la mañana y que aún tenía algo de tiempo para llegar hasta la escuela donde tendríamos la entrega de notas.

No quería estar allí, sabía que eso me mataría. Pero mi masoquismo me impulsaba a ir para sentir, aunque sea el dolor que había dejado su recuerdo.

Llevaba una semana bebiendo sin parar y marcando una y otra vez su número solo para que el contestador me pidiera dejar una nota de voz. Cosa que ya tampoco podía hacer porque yo mismo lo había llenado.

Caminé hasta la ducha, desecho. Estuve bajo el agua durante unos largos minutos queriendo que se llevara todo lo que sentía y poder continuar con mi vida como el hombre adulto y de carácter fuerte que se suponía que era, no este trapo lleno de emociones sonadas por algún cursi enamorado.

Me encaminé hacia el plantel, ya bañado, perfumado, rasurado y actuando como se suponía que debía hacerlo. En cuanto ingresé por la puerta de aquel lugar sentí el apretón en el pecho.

¨Podía hacerlo, claro que podía¨

Divisé a varios padres y profesores que ya se encontraban allí. Sin interesarme por el contenido de la conversación me dirigí hasta mi oficina y fue solo abrir aquella puerta para que su fantasma me acariciara la mente incitándome a recordar. Observé aquella silla que tantas veces había sido nuestra cómplice a un lado y me empalmé como si viera una película erótica reproducida en bucle en mi cabeza. Su suave piel y su reaccionaba ante mi roce. Sus besos, como se restregaba sobre mí queriendo aplacar esa necesidad que sentíamos el uno por el otro. Demasiados momentos lujuriosos en ese cuarto para poder resistirlo. Deseaba tanto poderla tener cerca de nuevo, así no pudiera tocarla. Por lo menos quería saber que se encontraba bien.

Salí de allí después de tomar las notas de los estudiantes y me dirigí al baño para refrescarme un poco el rostro. Miré a aquel hombre que reflejaba el espejo sin reconocerlo, parecía que había bajado de peso y las sombras bajo mis ojos no ayudaban a parecer más...Normal.


Caminé al salón donde tantas veces antes estaba urgido por entrar y encontrarme con su rostro. Su sueño era ingresar a la universidad, era lo que más deseaba y por esa razón se esforzaba en sus clases para que sus notas fueran perfectas. Tal vez si la encontraría en aquella silla junto a sus padres esperando los resultados. Una esperanza absurda se posó en mi corazón que se desbocó enseguida con la ilusión de verla de nuevo. Seguro podría arrastrarla fuera de aquella aula de clase y la convencería a punta de besos y caricias de que conmigo era donde pertenecía. Que si tenía algún problema lo podríamos resolver juntos como...como pareja.

Entré en aquel salón casi sonriendo, dirigiendo rápidamente mí vista a su silla pero no estaba ella, desplacé la vista por todas partes pero no la encontré, era obvio que lo que más quería en su vida en realidad era alejarse de mí. Pero qué podía esperar si conocía lo que era.

DARK MINDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora