Capitulo 37

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Mariano.


Estaba oscuro y me era imposible ver más allá de mi propia nariz. Un extraño olor metálico se escabullía dentro de mis fosas nasales; de repente un grito desgarrador llamó mi atención ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Dónde estaba?

—¡Mariano! —Escuchar su voz cargada con pánico activó los músculos de mis piernas y comencé a buscar a tientas por ella. Caminaba y caminaba, pero no tropezaba con nada. Ni siquiera podía sentir alguna textura en el suelo. No tenía ni la más insignificante pista de donde me encontraba.

—¿Dónde estás? ¡Sofía! — Aquel espacio en el que me encontraba no creaba el mas mínimo eco—. ¡Sofía!

—Ayúdame por favor —suplicó en un tono apenas audible, casi sollozando. Sabía que estaba cerca o no habría podido escuchar sus palabras. Sonaba débil, desesperada como si hubiera perdido cualquier esperanza.

Apresuré el paso sin importarme con que me encontrara en el camino hasta encontrarla. De repente tropecé que algo que me ocasionó una caída. No pensaba detenerme hasta que escuché que el obstáculo gimió de dolor y el olor a metal se intensificó.

—¿Sofía? —Pregunté palpando el frio suelo que me rodeaba aun sin poder observar nada.

—Aquí —Gimió.

Seguí el débil sonido de su voz hasta que toqué su delicado cuerpo recostado sobre el piso, estaba húmeda y deseé con todas mis fuerzas poderla ver. Como si mis deseos fueran ordenes una encandelillante luz nos iluminó solo a los dos haciendo que cerrara los ojos por un momento. Si hubiera sabido lo que encontraría frente a mí al abrirlos los habría arrancado de mi rostro.

Una Sofía completamente empapada de su propia sangre se mostró ante mí, sus ajos apenas contenían vida en ellos y casi no podía pronunciar palabra.

—No, no, no, no.... —La tomé en mis brazos intentando encontrar de donde provenía la sangre, pero no encontraba nada—. Cariño no me hagas esto por favor. No cierres los ojos ¡Mírame! —Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos incontrolables mientras mi corazón parecía estar siendo aplastados por un bloque de mil kilos. El dolor era insoportable—. ¡Ayuda!

Aparté el cabello que le cubría la mitad del rostro dejando estelas de sangre por todo el paso de mis dedos— Estarás bien cariño, lo prometo ¡Ayuda!

Una fuerte risa inundó el lugar donde nos encontrábamos como si le divirtiera la escena. Como si disfrutara de mi dolor. De repente y como si hubiera sido resucitado desperté de aquella horrible pesadilla con dificultad para respirar, el pijama mojado por el sudor y los ojos quemando de tanto llorar. 

Corrí rápidamente al baño para lavarme la cara y el reflejo de mis ojos hinchados e inyectados en sangre me recibió

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Corrí rápidamente al baño para lavarme la cara y el reflejo de mis ojos hinchados e inyectados en sangre me recibió. No recordaba la última vez que había llorado y mucho menos por una pesadilla en la que alguna mujer se veía involucrada.

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