Capitulo 33

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Sofía

Caminaba hasta su auto y como cada que teníamos una cita parecía debatirse entre sí vendría o no, su gesto se relajaba hasta que me observaba tocar a la impecable ventana de su auto que por cierto parecía que fuera lavado y lustrado cada día.

Me acerqué hasta su ventana y di unos pequeños toques con el nudillo de mi dedo medio. Su gesto dudoso fue sustituido por una gran sonrisa de esas que derriten árticos y calientan ollas. Verlo sonreír era algo que no hacía con regularidad, pero parecía que se me daba muy bien el poder sacarle una que otra sonrisa. Destrabó las puertas del auto y lo rodee para subirme. Tome asiento junto a él, pero pareció no comprender que eso significaba que era momento de arrancar el coche.

—Gracias —pronunció, y aquella simple palabra hizo que me girara al encuentro de su mirada algo atónita. No entendía el por qué lo hacía e incluso podría asegurar que no se le facilitaba decirla a mucha gente.

—¿Por?

—Por darme una oportunidad —aquella sinceridad era demasiado tierna y si de otra cosa podía estar segura en este momento es de que si no arrancaba el carro y seguía diciéndome cosas me lo comería a besos sin importarme quien nos estuviera mirando.

—Está bien —pronuncié mordiéndome el labio inferior gesto que le hizo desviar su mirada hasta mi boca. Quería besarme tanto como yo quería besarlo a él pero debíamos esperar —. Ahora arranca, ya quiero quitarme este uniforme.

—Yo podría ayudarte con eso —dijo alzando ambas cejas repetidamente. Si tal vez pensaba que podría llevar las cosas un poco más lentas estaba muy equivocada en eso.

Llegamos a su casa y como era de costumbre cada que nos bajábamos del auto rápidamente llegaba hasta mi lado para recibirme la maleta y cualquier cosa que pudiera restarme libertad

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Llegamos a su casa y como era de costumbre cada que nos bajábamos del auto rápidamente llegaba hasta mi lado para recibirme la maleta y cualquier cosa que pudiera restarme libertad. Era un caballero conmigo y por esa razón se me hacía tan difícil creer que la misma persona pudiera ser capaz de infringir tanto daño a otra. Su personalidad siempre ha sido enigmática pero jamás creí que lo que escondiera fuera así de turbio y hablo como si esto fuera lo peor de él a sabiendas de que me informó que no era ni de cerca su secreto más oscuro.

Abrió la puerta que daba al salón principal y acomodó mis cosas junto al gran sofá. Observé todo en su interior y como al entrar en la casa de la profesora Smith nada te daría una idea de sus gustos desviados, todo se veía tan...Normal. Y entonces una pregunta comenzó a inundar cada esquina de mi cerebro.

«¿Y si aquí también tenía una habitación diseñada para la tortura?»

—¿Estas bien cariño? —¿cariño? Esa pregunta me trajo de vuelta a la realidad más rápido de lo que creí.

—Ejem... Sí, sí. Estoy bien.

—¿Te querías cambiar no? Ven te muestro donde está todo lo que puedes usar. —Estiró su mano y por reflejo la tomé.

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