Capitulo 9

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Mariano


Su reacio carácter lograba incrementar mi interés, era difícil sacármela de la cabeza ahora tenerla cerca sin poder acercarme era definitivamente insano.

El lugar cerca a su casa era atractivo a la vista aunque no tanto como ella, podría pasar horas observándola y días recorriéndola. De nuevo, concéntrate Dalmau. Desvié la vista por unos momentos intentando aclarar mi mente, llenándola de otro paisaje que no fuera ella, dejándola llenarse de ese sosiego que necesitaba tan desesperadamente.

La decoración en madera del sitio, daban un aire de cabaña muy familiar, aunque bastante romántico iluminado con velas y algunas lamparillas tenues en tonos amarillentos, si no hubiera sido su idea seguramente pensaría que intentaba algo.

— ¿Ya desean ordenar? —preguntó el camarero

—Sí, tráigame por favor un Bistec a la Fiorentina.

No era mi costumbre cambiar mis hábitos, mucho menos experimentar con la comida, llevarme desastrosas sorpresas mientras intentaba disfrutar de la cena era algo que siempre evitaba, por esa razón comía en los lugares que sabía nunca me decepcionarían.

— ¿y la ragazza?

—Lo mismo.

—Dije que no quiero nada —protestó al instante.

—Creo que no está en posición de discutir, aprenda a sentirse agradecida.

—No me trate como una mendiga.

—No lo hago, solo veo que se le dificulta la cena, parece...hambrienta.

El mesero observaba la escena incomodo, con ganas de salir corriendo. Asintiendo le hice saber que eso era todo, y se marchó casi que aliviado. Sofía jugueteaba con sus dedos entrelazándolos y movía frenéticamente la pierna sin mirar a mi dirección, intentaba evitarme pero a esta distancia se lo iba a dificultar.

—Deténgase. —estiré mi mano posicionándola sobre su pierna para detenerla, retiré la mano en cuanto se detuvo y desee que no hubiera parado de golpe, pero mi toque pareció tomarla por sorpresa. —¿que la tiene tan incómoda?

—Usted y sus manos juguetonas. —pronunció con el entrecejo fruncido.

— ¿Juguetonas? —me fue imposible contener la risa ante dicho adjetivo, cualquiera a quien haya tocado describiría mis manos como fuertes, sádicas, rudas, incluso apasionadas según los gustos, pero juguetonas jamás.

— Nunca lo había visto sonreír, se ve...bien. —las palabras solo escaparon de sus labios.

—No soy una persona a la que logren hacer sonreír, creo que tiene un record en eso Sofía.

Agachó la cabeza y guardo un mechón de cabello tras su oreja.

No me apetecía que por algún comentario desbocado por mi parte se cerrara, quería tentarla, hacer que cayera en mis brazos pero debía esperar, primero necesitaba que se abriera a mí de otras maneras más mentales.

—Sofía, ¿qué ha pasado en su casa? —pronuncié con suplica en la pregunta esperando que aquello lograra que se abriera un poco. — ¿Quién es él?

—Es solo el novio de mi madre —torció el gesto. —No es nadie.

— ¿Él le hizo daño? —apreté los puños intentando contener mis emociones, si su respuesta era positiva tendría que aferrarme de todas mis fuerzas para no saltar de la mesa e ir a cazarlo.

La reacción de su cuerpo era todo lo que necesitaba, intentó abrazar su cuerpo con sus delicadas manos y mi mente ante su reacción creaba escenas morbosas de lo que le habría pasado. No digo que esté bien lo que hago, pero son ellas las que buscan de mí, que no se esperen lo que en realidad les espera no es problema mío, pero ella no lo buscaba podría asegurarlo.

—Si le hizo algo contra su voluntad lo mataré, no me importaría hacerlo

— ¿Quién le dijo que necesito ayuda? No le he pedido nada y por favor no se meta.

—Solo quiero ayudarla, no está bien lo que está pasando. —colmaba mi paciencia y cada vez subíamos más y más el tono de voz, haciendo que algunas personas volcaran su atención en nosotros.

— ¡No entiende que no soy una maldita damisela en apuros, no necesito que me salven de nada!

Intentó levantarse pero la detuve tomándola fuerte por el brazo, la obligue a que tomara de nuevo asiento y acercando mi rostro lo que más pude al de ella hice una última petición, o más correctamente última orden.

—Si no quiere mi ayuda está bien, pero cenará antes de marcharse. —su mirada era retadora, pero sus reflejos la traicionaron al mirar mis labios, algo que me hizo perder el hilo de mi casi amenaza y enfocarme en los suyos. Nos miramos las bocas unos instantes y como si esto impidiera la correcta circulación de aire en nuestros pulmones las respiraciones se convirtieron en un agitado y arrítmico son. Tuve que alejarla, o probaría aquellos dulces labios hasta dejarlos con un soso sabor a nada. —Yo me encargaré de dejarla en su casa y no recibiré protestas ante eso.

Esas fueron las últimas palabras que se cruzaron entre ambos, no porque yo lo quisiera si no porque se había encerrado en su caparazón como un indefenso caracol.

Cenó casi todo su plato, debía tener hambre además de que el chef había hecho un gran trabajo preparándolo, se mereció cada uno de mis agradecimientos.

Caminamos en silencio hasta casi llegar a su morada, era frustrante.

—Sofía, por favor piense lo de ser mi asistente. Sé que no le vendrían mal los créditos extra y no es mi intención que me vea como su enemigo, por el contrario.

Tomé sus manos entre las mías y las besé en símbolo de despedida; tal vez era imprudente el no poder dejar de tocar y besar aunque sea aquellas partes pudorosas pero rogaba por que no tomara a mal los impulsos de estas manos y labios juguetones como los describiría ella.

Iba a pronunciar palabra, más parecía que sería algún tipo de protesta por lo que lo evité.

—No responda ahora, solo piénselo esta noche. No crea que soy atrevido solo intento ser su amigo, nada más —mentira y ella lo sabía bien. —Podrá trabajar por puntos extra, y si le interesa una carrera afín a la materia podría ayudarle, consúltelo con la almohada.

*Hola, lamento que después de que iba todo viento en popa el bloqueo mental haya estropeado el subir de seguido (inserte aquí changuito tapándose la cara), estaba pensando escribir algo desde la perspectiva de Sofia ¿que piensan?* Acepto sugerencias. 

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