capítulo 52

1.2K 128 70
                                    

Mariano.



Moría por verla, habían pasado tres días desde la última vez que pude sentirla cerca y realmente me creaba ansiedad. No por el hecho de que estuviera con Martin porque ya me había encargado de eso y realmente no sentía que fuera algo de lo cual debía preocuparme. Era un miedo constante a perderla de nuevo, a que decidiera que lo mejor era alejarse de mí de nuevo. No lo soportaría.

— ¿Cómo te sientes Mariano? —preguntó el medico mientras revisaba el informe del día.

— Aun siento dolor y cansancio pero creo que he avanzado para como llegué.

—Eso es seguro. Sobre todo teniendo en cuenta que no respetabas mi recomendaciones de mantenerte en reposo. —Me observó con reproche. Sabia a que se refería, todas esas noches en las que me escabullí en horas de la madrugada para verla sin importarme como me sentía. Esa primera noche que lo hice había retrasado todo el proceso de curación en el que había estado.

—Ya lo sé, ya lo sé. Ahora dígame que ya puedo ir a casa o esta vez me escaparé pero del hospital para ir a verla.

—El hecho de que le preocupe tan poco su salud es desconcertante señor Dalmau.

—Me importa mi salud, pero en estos momentos la balanza está más inclinada hacia su lado. No me importa un poco de sufrimiento con tal de verla bien. — ¿Se podía sonar más toxico que esto? Probablemente no y lo más sorprendente era que no me importaba.

—Hoy le daré de alta, con la condición de que una enfermera estará con usted. No quiero más sorpresas por su intensa relación. No creo que tenga que advertirle sobre hacer esfuerzos innecesarios. Debe guardar cama. El reposo es sumamente importante si quiere recuperarse por completo y que sus heridas sanen de la manera correcta. —Me observó por encima de los lentes como si quisiera enfatizar las palabras que diría a continuación—. Nada de sexo. No creo que la señorita Montenegro esté dispuesta pero más vale recalcarlo. Ninguno de los dos está en condiciones para aquello.

—Lo entiendo —respondí apretando la mandíbula. No podía negar que a pesar de los sucesos su cercanía despertaba mi cuerpo pero era consciente de que no ocurriría pronto y estaba dispuesto a aguantar. Lo más importante era que ella estuviera bien, que se sintiera segura.

Si meses atrás me hubieran prohibido algo como esto seguramente al salir lo primero que haría sería buscar a quien follarme solo por el hecho de rebelarme contra quien quisiera decirme que hacer con mi pene. Había cambiado bastante desde ese ser oscuro que pretendía ser. Me avergonzaba por la forma en la que había actuado. Aunque al principio no había obligado a ninguna chica a tener sexo conmigo como lo hizo Saúl con Sofía, si las había obligado a hacer lo que disfrutaba en ese entonces. Sé que las maltraté física y psicológicamente, las traté como basura, como trapos desechables. Antes podía decir que era un monstruo y me agradaba pero ahora...ahora quisiera ser todo lo tierno, compasivo, honesto, sensible y comprensivo que Sofía necesitaba. Si quería ser digno de ella, debía convertirme sinceramente en el hombre que ella se merecía. Porque no se merecía a la clase de rata que era antes.

Martín estaba enterado de mi regreso al igual que Maya. Quería que todo fuera una sorpresa para Sofía. Me había puesto ropa deportiva, nada romántica en realidad para lo que quería que ella sintiera al verme pero en estos momentos sabía que no podía verme de traje. Me sacaron en silla de ruedas hasta la entrada donde Maya estacionaba mi coche y se bajaba rápidamente para ayudarme a entrar en el.

— ¿Cómo está profesor?

—Me siento mejor de lo que me veo. —Se encogió de hombros como si quisiera ahorrarse el comentario. Sabía que me veía como la mierda, había bajado varios kilos y la barba de indigente no ayudaba.

DARK MINDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora