Capitulo 32 Especial de navidad

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Harley Quinn:

Desperté con el delicioso aroma del chocolate caliente de Alfred.

Me había quedado dormida en el sillón luego de colocar el árbol de navidad con los chicos. Bruce no estaba, se había ido a la empresa temprano y aún no sabía nada de él.

—Al fin a despertado, señorita Quinzel —murmuro Alfred detrás mío.

Con una bandeja en las manos.

—Si, tenía algo de sueño—Dije con un leve bostezo.

—¿Puedo tomar asiento?—Señalo un espacio vacío a mi lado.

—Claro—Sonreí.

El se sentó a mi lado y me ofreció una taza de chocolate caliente con pequeños malvaviscos en el. Obviamente se la recibí al instante.

—y ¿los chicos?—pregunte curiosa mientras bebía del delicioso chocolate.

—El amo Damián y el amo Dick se fueron hace un rato, dijeron que irían a una misión con los Titans.

Ahhh eso aclara porque todo está tan silencioso.

—Entonces estamos solos tu y yo.

—Me temo, que sí —Sonrió.

Aclaro que mi mejor amiga hiedra tuvo una pequeña discusión con Alfred y se separaron. Por ende ella se fue de la mansión.

La última vez que la ví fue en la boda.

Y precisamente mañana es navidad. Se supone que iría con Bruce a comprar los regalos y todo eso pero no pudo por una estúpida reunión de negocios. Que al parecer le a tomado casi todo el día.

Porque desayuné sola con los chicos y almorcé de la misma manera. Sin Bruce y sin Hiedris.

Extraño a la loca de hiedra

Yo también.

Es triste no verla por aquí arreglando alguna estupida planta.

—¿Que tanto piensa señorita?—pregunto Alfred curioso.

—Tal ves en como conquistare a ciudad gótica—Bromee.

—Oh bueno si es eso le puedo decir algunos tips—Sonrió divertido.

—Ah claro, don Alfredis el criminal toma ciudades—ironice burlona.

—Asi me llaman—Dijo riendo.

Me empecé a reír cuando sentimos que alguien había llegado.

Me voltee para mirar y Vi al sexy señor Wayne o sea mi sexy esposo.

Santa mierda, que bien suena eso.

—Buenas, Buenas!—Dijo felizmente acercándose a nosotros.

—Eran buenas—Murmuro Alfred burlón.

Bruce al instante lo miro indignado.

—Yo también te quiero, Alfred.

No aguante más y me empecé a reír de la cara que puso Bruce.

—Oh, preciosa te extrañé —Murmuro tiernamente agarrándome la cara con ambas manos.

Antes de yo poderle decir cualquier cosa me beso apasionadamente.

Ese tipo de besos que serían capaz de arreglar un día malo.

—Eres la luz en mi oscuridad —murmuro, pegando su frente con la mía con la respiración agitada.

—¿Te fue mal en la empresa?

—No.

—Entonces ¿porque estás triste?—pregunte curiosa.

Hora de ir a casa QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora