7

76 7 1
                                    

Las relaciones sin resolver


En el camino en el carro, después de dejar mi prometido con Hilltop y que me dieran una sandía como recompensa, me regrese a la comunidad de Alexandria para ir a ver a mi familia y ver que de nuevo a pasado en Alexandria, que sin duda desde que Negan fue condenado a la tortura las cosas se han calmado de manera drástica, inquietante para el que día a día le pasa algo malo, y paz para el que no. Las puertas se fueron abriendo y entre con el carro dejándolo estacionado en el parqueo de Alexandria; baje del coche y lo primero fue ir a suministros para dejar la sandía donde respondía, ya que la comida no era de nadie y era para todos.

—Hola...

Salude a la nada cuando entre a mi nueva casa, viendo que aún seguía polvorienta y que el único cambio era que las cortinas ya no eran blancas, eran de una tela fina de color lila, con otra cortina encima con un morado intenso de tela gruesa, supe que fue Enid la que las cambio por su gusto al morado.

—¿Enid? —de nuevo el silencio me respondió con la señal de que nadie está en la casa —¿A dónde se fue esa mujer?

Me fui de nuevo a Alexandria a traer utensilios de limpieza: una escoba, una fregona y algo que decía que prometía un limpio piso, típico de anuncio engañoso. Regrese a la casa y prendí las luces amarillas de mi vivienda, y como si fuera limón el que me entro en el ojo al impacto de la fuerte luz, maldiciendo su color tan horrible, odio el amarillo.

Mi trabajo como un limpiador profesional empezó desde que el polvo que barría se levantaba, abrí todas las ventanas y puertas para luego de nuevo regresara a mi limpieza con más calma para que las partículas de la suciedad no intentaran ahogarme; tome la fregona ya mojada y di los primeros trapeados del piso, y seguí adicto a hacerlo cuando a su paso dejaba la perfección en vida en el piso de roble, viendo que hasta la luz horrible de la casa radiaba a través del suelo ya limpio.

—¿Hijo?

—Hostia puta —exclame al saber que está en la casa, la que nunca se me ocurrió decirle que ya la tenía y que mis cosas aún estaban en la de él —, lo siento yo...

—¿Qué haces aquí? ¿Limpiando?

—Oye mira, ahora que termine de hacer esto iré a casa y te diré todo ¿Vale? —mi padre no parecía convencido, pero aun así asintió y cerró la puerta de la vivienda —. Mierda, no tenía planeado ir hoy a contarlo.

Cuando termine la limpieza principal de la casa deje todo ahí tirado y me fui corriendo de la casa para ir a la de mi padre; en el camino solo podía pensar en las mil maneras de cómo iba a decírselo y cómo lograr que aquello no fuera una discusión, porque ahora no tenía ganas de pelear con él, no quería aunque nuestra relación no ha dado ni un paso de querer arreglarse, han pasado casi tres años que seguimos en la misma situación, que poco a poco en lugar de mejorar solo esquivamos: miradas, palabras, momentos, interacción, pienso que la paciencia se me está acabando y que en cualquier momento puedo dar por hecho que así estaremos.

Paciencia....

Toqué la puerta de la casa, la primera en ver fue a Judith con su pijama ya puesta.

—¡Es Carl!

Mi hermana se trepo de mí y me abrazo colgándose de mi cuello, la abrace por un largo tiempo y luego la cargue para bajarla hasta el suelo; Michonne nos miraba con una cálida sonrisa en el marco de la puerta, buscando la mirada de mi padre por algún lado. La morena me dio la bienvenida y me dijo que efectivamente mi padre me estaba esperando para la cena, la cual el preparó para la ocasión –o al menos eso afirma Mich-. Me fui a la cocina de la casa y ahí está el, sentado en una silla mientras bebe un poco de licor, o al menos creo que es eso al ver la botella de whiskey a su lado; me acerque a él a una distancia de casi dos sillas vacías entre nosotros.

—¿Quieres comer algo? —me pregunto refiriéndose a mí —, tenemos sándwiches de momento.

—Uno por favor —dije con entusiasmo al saber que mi bocadillo favorito lo podía obtener ahora —, gracias.

—Y dime ¿Por qué la casa?

No tenía la menor idea de que decirle en ese momento, como hacer que las cosas fueran menos delicadas y que no impactara tanto en nuestro hoy y mañana.

—Hace un tiempo planee con cuidado tener una casa para mí solo —afirmo, mi padre toma de su copa un poco del alcohol y da una cara de desagrado detrás de tragarlo —. Yo, bueno, me iré a vivir ahí...

Se levantó de la silla y se fue de la cocina, sin ninguna razón de por medio y aquella actitud me dejo inquieto y confundido, al igual que Michonne quien dejo a medias mi bocadillo por tener la mandíbula debajo de la confusión del momento. Nos preguntamos con gestos que fue aquello y por qué lo hizo. Después de un minuto regreso y se sentó en la misma silla en la que antes estaba.

—¿Y por qué no me comentaste antes? —interroga intenso.

—No empieces, Dios —chasquee la lengua, en ese momento Michonne me paso el plato con el sándwich —, no tenía planeado contarlo hasta que todo estuviera de pie.

—Una casa ya es algo serio Carl. Debiste contarlo.

—Ahora lo sabes, sorpresa —manifesté con sarcasmo —, me iré a vivir dentro de unos días, hasta que la casa esté terminada de arreglar.

—Si bueno, que buena noticia, espero y todo salga bien —deseo sin sentimientos en su voz, como si solo fuera un aviso más.

Lo mire de reojo, molesto de su reacción ante ciertos sucesos, como si ahora todos se coordinaron a estar en contra de mí y mis planes, con los de Enid, sin creer que aquella información no les importara y que les daba totalmente igual si la hacía o no, al igual que Michonne que escuchaba todo en una esquina sin ni siquiera aparecerse y decir algo, una palabra.

—Este padre, Michonne... —suspire el suficiente aire para llenar mi valentía —. Como-

—¿Estás seguro de lo que haces Carl? Apenas tienes veinte años.

—22, padre —corrijo al instante —, no pienso discutir sobre que está bien y que no, me retiro porque tengo cosas que hacer —levante de la silla y tome mi sombrero para ponerlo en mi cabeza —. Y Michonne, gracias por la comida, está deliciosa —le di el ultimo bocado para terminar con él y me retire de la cocina.

De camino a la salida de la casa, me encontrar a Judith jugando con lo que un día fue la rana que me regaló mi padre cuando se fue de expedición, de lejos la veía jugando con el peluche mío con otro de ella, como si aquellos juguetes tuvieran vos y estuviera formando una plática infantil. Ella se dio cuenta que la observaba y se acercó a mí con sus dos peluches.

—Carl, tu rana estaba sola y Deisy quería jugar con ella —comenta apenada mi hermana de apenas nueve años, con la inocencia pura —, lo siento por tomarlo.

—Judith, puedes quedártelo, es tuyo de ahora en adelante —ella mi mira con asombro y una sonrisa abierta —, ven, veamos que más puedes quedarte.

La tome de la mano y fuimos a mi habitación, cuando llegamos a la puerta dimos paso adelante a mi pieza prendiendo la luz por la oscuridad que está poseía; ella se sentó en la cama mientras yo veía cajón tras cajos por ver algo que a ella le interese a su edad, sabiendo que tal vez lo único que tenía era ropa interior y varios diseños de navajas. Sentí su presencia cerca de mí y me movió el hombro para que pudiera tener mi atención, me llevo hacia el cajón de la mesita de noche que tenía al lado de mi cama y la abrió, dejando ver los comics que hace tiempo no leía, pero tenía un sentimiento especial para mí, pero solo tengo que aprender a dejar.

—¿Los quieres? —pregunto y ella asiente feliz mientras da brinquitos —. Venga va, cógelos todos, son tuyos —me abrazo de las caderas y de nuevo se tomó el tiempo de llenar sus manos de las historietas animadas de mi cajón —. Solo cuídalos, son para leer, no para pintar —avise sabiendo que ella cosa que mira cosa que pinta.

Después de revisar, Judith al parecer sabia más cosas de mi habitación que yo mismo en este tiempo, encontrando cosas que no creía que existían, luego de un rato me agradeció y se llevó mis comics, lapiceros, brazaletes de muertos que un día coleccioné por mera locura y una pelota verde que en su tiempo la usé por la recuperación de la perdida de mi ojo. de aquel cajón encontré las navajas con varios diseños que un día tomé de los cadáveres de los salvadores y los basureros, un par de cosas llamativas que mi joven de 17 años le llamó la atención y un sostén de Enid.

ASESINO SERIAL 2 || C.G +16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora