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Sorpresas


Narrador omnisciente

Ulises

Ulises antes de pasar por las puestas de Hilltop, sus pensamientos lo atormentaban tanto que incluso paso empujando a un caminante sin darse cuenta que era uno, en su mente recurría la idea de hacer algo increíble para que tuviera el perdón tan deseado de su amigo, sus pensamientos el 20% se basa en la fiesta sorpresa que podría ser y el 80 restante lastimosamente su mente le daba una mala jugada y se imaginaba las mil reacciones malas que pudiera tener Carl Grimes en las cuales la mayoría le repite que no quiere verlo por el resto de su vida, recordando que así fue con él en aquel bosque.

Ulises levanto la mirada y se topó con una cabaña algo alejada de su comunidad, su cuerpo pide agua y al ver aquel hogar su único pensamiento fue que encontraba agua en la zona; se adentró a la cabaña y el olor a acido quema su garganta y una mueca de desagrado rebalsa en su rostro, él reconoció aquel olor como algo tan habitual: putrefacción, había algo o alguien pudriéndose adentro y no sin antes haber inundado el lugar de su olor tan fuerte que se vuelve un sabor en el paladar. El pelirrojo paseaba en la cabaña con una mano tapando sus fosas nasales, queriendo dar un paso atrás ya que él tenía por seguro que agua era lo menos que iba a encontrar aquí, pero la curiosidad es tan fuerte que una avalancha recién comenzando.

Los tres ambientes de la casa están intactos, ni siquiera un poco de sangre para provocar dicho olor a muerte, mas no una puerta que fue rasgada por la misma hacha que cuelga de la madera, viendo como aquella arma está prácticamente bañada en sangre negra por el tiempo. Se lo pensó dos veces, girar esa manija iba a costarle la nariz, el estómago he incluso la mente al pensar que tan perturbador iba a estar ahí adentro.

La abrió y el olor ataco de manera bruta y sin piedad provocando arcadas sin llegar al vómito, solo fue para que diera dos pasos para ver la atrocidad hecha por el infierno, por un monstruo sin corazón y sin compasión. Ulises quedo aterrorizado al ver a Alden colgado del techo, y no era un suicidio como tal; un gancho de carnicería partía desde su nuca hasta que la punta que sale en el puente de su nariz, en cada brazo tenía el mismo gancho insertado que atraviesa la extremidad y con solo únicamente su ropa interior, viendo como aquellas cortadas fueron provocadas, lo que más le sorprendió es ver como una cortada partía de su ombligo hasta sus clavículas haciendo que sus entrañas salieran, y familiarizo al ver que el ojo derecho no estaba y que solo era una catarata de sangre que en su tiempo fue una hemorragia mortal.

Vómito, vomito lo que desayuno en las vidas pasadas y futuras, la imagen de ver a Alden crucificado no es nada agradable, el olor que su cuerpo en estado de descomposición es nauseabundo y solo opto por salir del cuarto e ir al bosque a tomar aire puro. En su mente paso aquel momento donde Carl aclaraba que él y Alden habían ido por unas cosas y los atacaron, pero solo Carl regreso con vida, algo que no encaja en su mente, pero ver de nuevo a su amigo hecho una mierda le da a entender que fue un suertudo por salir con vida de aquella masacre



Carl Grimes

Los días pasaron y fui mejorando notablemente, las heridas y cortadas en mi pierna solo eran señas de mi tortura y ya no provocan dolor, a no ser que las piense y me imagine como sucedieron, aunque tampoco duele eso porque fueron bien pagadas. Aquella noche recuerdo que mi padre dijo que iba a organizarle una fiesta a Judith por su noveno cumpleaños a lo que yo acepte ir sin rechistar, hasta me sentía un tanto envidioso al ver que a ella si le hicieron y a mí no, pero ¿Cómo me iban a celebrar cuando todo era muerte?

Me concentro en beber mi tasa de agua caliente, sintiendo como el vapor calienta mi quijada y nariz, arremolinado en mi pensamiento de todos los días mientras veo un punto fijo que ni siquiera yo sé que es.

—Deja de verme ahí —la voz de Enid me trae a la realidad y veo que con su palma se cubre los senos.

—No, no no, yo no veía ahí, solo que... —mi voz se detuvo al pensar en lo que dijo mi padre —, no sé si te veía a ti la verdad.

—Tranquilo. Dime, que es eso que te tiene en otro mundo —pregunta curiosa mientras le da un sorbo a su té verde.

—Mi padre le va hacer una fiesta de cumpleaños a mi hermana esta noche, y pienso llevarle algo, pero no se...

—Anna hace pasteles, puedes pedirle uno ahora así en la noche puede estar listo —propone con emoción, asiento y le propongo que nos cambiemos y veamos qué hacer.

Salimos de la casa y seguí a Enid hacia la casa de la supuesta Anna, yo me quedé en la calle mientras mi esposa habla con aquella señora ya algo mayor que hasta aquí se puede escuchar lo risueña que es; luego de eso nos fuimos a ver que podíamos comer para el almuerzo hasta que fuera la noche para ir a la fiesta.

Después de almorzar Enid comenzó a dar síntomas de debilidad y que no quería nada incluso hasta verme, me acerque a ella y sentí su frente con mi palma notando que comenzaba a sufrir una fiebre; me la lleve cargada hasta la cama y la recosté, enloqueciendo por no saber qué hacer en estas situaciones y que la única doctora que conocía ahora está en mi cama sufriendo una fiebre. Después de haber salido me traje a una de las enfermeras, maldiciendo ver su cara de nuevo...

—Tiene fiebre, de momento nada grave y solo necesita reposo —comenta la enfermera que toquetea a Enid con unos aparatos desconocidos para mí.

—Gracias...

—De nada, regresaré por unos medicamentos que se los tendrá que tomar en la mañana y noche.

Kate, la jodida chica que me jodió y me sigue jodiendo la vida ahora era doctora y como si fuera poco era amiga de Enid, sorprendido de ver como ellas dos charlan y yo que ni puedo verla ni su sombra.

—¿Kate es doctora?

—Sí, o al menos eso quiere ser, no digo que sea mala solo que nunca la he visto en acción —responde y se acurruca en su cama —. Sé que te cae mal, pero es buena persona.

—Porque no sabes de lo que un día me hizo... —contesto impulsivo, maldiciendo que ahora debo una explicación —, pero no quiero hablar del tema, me da nauseas.

—Te recuerdo que en la noche tienes el cumpleaños.

—¿Estás loca? No voy a dejarte sola mientras te mueres en mi casa —reprocho incorporándome de la cama para estar cara a cara.

—Nuestra —recalca —, solo es una fiebre, no me voy a morir.

No discutimos si ir o no porque por alguna razón iba terminar yendo. Me acomodé en la cama y ella acomodo su cabeza en mis costillas para abrazarme alrededor de mi abdomen, sintiendo como recae en la cama por la jodida fiebre, enojado al verla tan débil y que lo único que puedo hacer es esperar que unas pastillas hagan efecto en su cuerpo; le doy un beso en su cabeza y nos dedicamos a nada más que dormir.

ASESINO SERIAL 2 || C.G +16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora