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Lo que menos esperas



Entre a enfermería en una de las camillas, dejo mi sombrero en una de las repisas y tome un banco de madera que estaba a mi lado, me acerqué a una camilla y vi un cuerpo cubierto de una sábana blanca manchada de sangre ahora llegando a tonos negros.

Comencé a lagrimear al ver a Ulises acostado en la camilla cubierto de esa tela, con mi mano agarro una pestaña de la sabana y dejo que se vea el rostro de mi amigo: tranquilidad en la extensión de la palabra, la cuenca de los ojos morados al igual que los labios, piel extremadamente pálida, tome de su mano y maldije al no sentir más su calor corporal; las lágrimas y mis sollozos eran lo único que podía escuchar en la habitación, me duele verlo en ese estado y que fue mi culpa haberlo traído para que solo termine así.

—Lo siento mucho, fue, fue mi culpa, estés donde estés solo quiero que me perdones —tomé su mano y la estrujé con la mía para calentarla, la acerque a mi rostro y solo pude cerrar mi ojo por el dolor mental —, no te lo había dicho antes pero realmente te quiero, agradezco tu compañía, estoy agradecido de todos los bellos momentos que me diste a lo largo de mi vida... te quiero.

Con mis manos toqué su pelo despeinado y comienzo a desenredarlo con mis dedos hasta peinarlo como siempre lo tenía, su pelo azabache rojizo todavía mantiene su color autentico, aquella cabellera roja que sin duda iba a extrañar hasta el día de mi muerte.

Los recuerdos de él y yo me golpean bruscamente, recordar los momentos que viví junto a él: malos, buenos, divertidos, deprimentes, él siempre estuvo para mi sin importar las razones, fue mi mano derecha, él fue otra de las razones por la cual no me sentía tan hecho una mierda y siempre me hacía feliz en mis momentos más crudos. Ahora solo me queda recordarlo como la persona que fue, el gran corazón que tuvo.

—Carl, es hora —dice una de las enfermeras que sostiene uno de los cuchillos —, puedo hacerlo por usted.

—Yo puedo, gracias —la enfermera me entrega el cuchillo y se retiró de la sala —. Es tan habitual hacer esto que aun así no me acostumbro —digo en el aire al tomar la valentía de clavarlo en la nuca de mi amigo —, te estas llevando una parte de mi Ulises, amigo, estés donde estés solo quiero que me cuides, necesito que estas aquí conmigo todavía.

Me quedé así por un tiempo mientras veo sus facciones tan relajadas por su muerte, aun con su mano entrelazada en la mía siento como su extremidad empieza a moverse maldiciendo las razones por lo que lo hace; sostuve su cabeza cual empieza a reaccionar con movimientos ligeros, pero sin la humanidad en su pensamiento; el cuerpo dejo de moverse al instante que inserte el cuchillo en el cráneo, las lágrimas corrían a mares en mis mejillas y expulsaba el dolor de su ida a través del llanto.





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—Enid, podemos solo ir a dormir, solo quiero descansar un poco —propongo cansado, cansado de toda esta mierda.

—Ven, vamos a casa.

Me toma del brazo y nos fuimos del funeral de mi amigo, en el camino iba limpiando mis lágrimas y mi esposa camina a mi lado con su mano entrelazada a la mía la cual le da suaves masajes con su pulgar. Entramos a la casa y nos cambiamos la ropa para luego ponernos nuestra ropa de dormir, mi propósito de esta tarde era dormir hasta el día siguiente y empezar el día como normalmente lo hago.

No la esperé y me metí a las sabanas de la cama, me cubrí el cuerpo dejando solo mi rostro, dándole la espalda a todo y solo ver la ventana de la habitación, nubes blancas como algodón se iban tornando en un gris profundo: se avecina una lluvia, momento perfecto para dormir un par de horas.

Siento como detrás de mí se acuesta Enid, siento sus brazos paras por mi abdomen y me abraza por detrás apegándose a mi espalda, con mis manos tome las suyas y entrelazamos.

—¿Puedes voltearte? Quiero verte —pide mi amada, me giro hasta estar cara a cara a una distancia aceptable, me dedico a verla y ella sonríe sin razón alguna —, podría ver ese rostro todo el día.

Acercó sus manos a mi nuca y me besa lentamente con ternura, se separado de mí y con sus dedos comenzó a buscar el nudo de mi venda hasta que pude percibir que lo ha encontrado, no era la primera vez que lo hace y saber que es ella le da todo el derecho de quitarme el vendaje. Tiró la venda por alguna parte de la habitación y subió su pierna a mi cadera, con mi mano tome su muslo y la pasea por toda la piel.

—Te quiero preguntar algo —tire de la nada, ella asiente para que continúe —, bueno, es algo... el punto es, yo... ¡Ahí! —gruñí al no tener las palabras y Enid se ríe de mi notable dislexia.

—Tranquilo, dime.

—Enid, yo realmente quiero ser padre... —aquellas palabras sobresaltaron a Enid, asustándome por completo —, pero quiero serlo contigo, yo quiero saber si tú quieres ser madre —tome uno de sus mechones de cabello y los coloque detrás de la oreja, ella aun no reacciona y aún está pasmada en su lugar.

—Carl, yo nunca te lo conté porque nunca pensé que iba a llegar hasta acá —gimoteó separándose un poco de mi —, no es que sea estéril, simplemente es difícil que yo pueda tener hijos y mi madre me dijo que si una vez quería tendría que pagar tratamientos... cuando no había apocalipsis.

—Entiendo —respondí con cierta decepción y tristeza, en cambio ella comenzó a lagrimear en silencio —, oye, no, Enid...

—Yo quiero ser madre Carl, me cuesta creer que no puedo darte uno tan fácil y no sé si pueda dártelo —chilló, cayendo entre lágrimas. Tome su rostro con mis manos y lo acerque al mío —. Lo siento.

—Te seguiré amando Enid, de eso jamás lo dudes —asiente y nos unificamos en un beso corto —, si me junte contigo fue por ti, no para que fueras una máquina de bebes.

Ella deja de reírse y se acomoda en mi pecho para poder dormir, yo me enfoqué en la ventana empapada de gotas de lluvia, pensando en lo que Enid me dijo y saber que quizás el plan de ser padre no se iba a poder hacer realidad, que aquel anhelo siga siendo un sueño y esperar el milagro. En mi mente solo niego la idea de buscar a alguien más que pueda darme un hijo, porque si no era con ella no iba hacerlo con nadie, porque la amo más que nada en este podrido mundo y ser padre no eran las razones suficientes para darme las razones de dejarla, aparte que sería de un genuino hijo de puta.






No era broma, no estaba bromeando

ASESINO SERIAL 2 || C.G +16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora