En los días que siguieron a la caída del Trono de Hierro y el desgarrador final de Daenerys Targaryen, un inusual silencio se apoderó de los cielos. La Reina rompedora de cadenas se extendió por todo Poniente como una sombra oscura, pero la verdad era aún más insondable que las intrincadas conspiraciones de la Corte Real.
El cielo sobre Desembarco del Rey estaba teñido de un rojo sanguinolento cuando Drogon alzó el vuelo, llevándose consigo el cuerpo inerte de Daenerys Targaryen. El rugido ensordecedor del dragón resonó en los restos de la Fortaleza Roja, que ahora se erguía como un monumento sombrío de la destrucción que había causado. Las alas negras de Drogon batieron con una fuerza devastadora, levantando escombros y cenizas mientras ascendía hacia los cielos, llevándose a su reina lejos del escenario de su último aliento.
Los vientos del este eran fríos y cortantes, y la oscuridad se cernía sobre el horizonte como un presagio. Drogon voló sin rumbo fijo, su corazón de bestia impulsado por un dolor insondable. Atravesaron montañas escarpadas y valles desolados, sobrevolaron ríos caudalosos y bosques ancestrales. Durante días y noches, el dragón no descansó, sus poderosos músculos impulsándolo hacia adelante en una travesía incansable.
Con cada amanecer y ocaso, Drogon parecía más determinado. Cruzaron el mar Angosto, dejando atrás las tierras de Poniente, donde la sombra de la guerra aún persistía. Sobrevolaron las ciudades libres de Essos, ignorando los muros dorados de Pentos y las torres de Braavos. La grandeza de Volantis, con sus muros ciclópeos y puentes colgantes, se erigía como un faro en la distancia, pero Drogon no se detuvo allí.
Las tierras cercanas a Volantis estaban plagadas de ruinas antiguas y caminos olvidados, vestigios de una era pasada. Aquí, entre las sombras de templos derruidos y pilares caídos, Drogon finalmente se posó. Era un claro silencioso, envuelto en una calma casi sobrenatural, donde el rugido del dragón resonaba en el aire como un eco perdido.
Con una delicadeza que contrastaba con su apariencia feroz, Drogon depositó el cuerpo de Daenerys sobre un lecho de flores marchitas y hojas caídas. La miró con sus ojos llameantes, llenos de tristeza y devoción. Se quedó allí, vigilante, sus alas desplegadas como un escudo protector. Las noches se sucedían a los días, y Drogon no se movía de su puesto, ahuyentando a cualquier criatura que se acercara con un rugido amenazador.
La noticia de la muerte de Daenerys y la desaparición de su dragón había llegado a todos los rincones del mundo conocido. Sin embargo, pocos sabían de su paradero final. Los rumores hablaban de un dragón negro que vigilaba un lugar sagrado, pero nadie se atrevía a acercarse. Las leyendas sobre la magia antigua de Volantis y los misterios del Templo del Señor de Luz atraían a curiosos y creyentes por igual, pero el miedo mantenía a raya a los intrusos.
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THE FIRST OF HIS NAME
FanfictionEn las profundidades de los misteriosos confines de Volantis, donde la magia y el misterio se funden en un torbellino de poderes antiguos, un sacerdotisa roja en trance vislumbra una visión: una figura envuelta en llamas, con cabellos de plata ondea...