Fey Le Brune
El rebozo de mi madre se había atorado en una de las ramas del arbusto. No pude desatascarlo a tiempo así que Oren me ayudó a desamarrarlo de mi cintura y así poder escapar a tiempo para que Asher no nos descubriese. Salimos de las orillas de Arahnova como si hubiésemos cometido un gran delito y no nos detuvimos hasta llegar al río verde.
—¡Casi nos atrapa! No lo puedo creer, Fey. Es una locura. Nosotros estamos locos. ¡¿Y viste el color de cabello de esa chica?! Por todos los Dioses, Fey, nunca había visto un cabello como ese. No se parece al sol, parece más bien miel ¡Rayos! Sí que tuve miedo.
—El rebozo de mi madre —susurré después de caer sobre el húmedo césped del río verde—. ¿Qué voy a hacer si no le devuelvo el rebozo a mi madre? Sabrá de inmediato que venimos a la muralla y nos castigarán. Oren, te castigarán a ti.
Oren se colocó frente a mí y mojó sus manos con la clara agua del río, luego humedeció mi rostro y párpados con la misma agua para tranquilizarme.
—Todo estará bien. Podemos decirle a tu madre que lo perdiste mientras cazabas —Los ojos café oscuro de Oren se cruzaron con los míos y me transmitieron nada más que serenidad y paz—. En cuanto al hombre de hierro... No lo sé, tal vez no le dé tanta importancia. Vive en una nación increíble, un rebozo hecho de algodón y desgarrado no le interesará en lo más mínimo.
Asentí mientras intentaba no pensar en lo que dirían mis padres.
—Vayamos a la montaña —aconsejé—. Podemos cazar algo grande y llegar a casa con él, así será más creíble la mentira.
Oren se puso de pie y me extendió la mano. Cuando la tomé nos dirigimos a la montaña amarilla en busca de algo increíblemente grande para cazar. Un oso pardo o un tigre eran las mejores opciones, de verdad necesitábamos una presa grande para que la mentira que le tenía preparada a mi madre sobre la pérdida de su hermoso rebozo fuera convincente.
⁂
Encontramos unos cuantos bisontes que comían tranquilamente. Oren y yo aprovechamos esa misma serenidad que tenían para atacar desde las sombras. Nos separamos y cuando yo disparé mi flecha hacia el costado del bisonte y este se asustó, Oren salió del otro lado para asegurarse de que el bisonte estuviese muerto. Le hizo varios rasguños a su lomo y después lo apuñaló en el estómago con su hacha de piedra. Fue difícil llevarlo a Pardas, pero al final de la tarde lo logramos. Elián nos recibió y después de examinar al bisonte pudo guardarse los regaños hacia mí sobre no haber estado toda la mañana en la aldea.
Oren dejó al bisonte cerca de la fogata principal para que las pocas mujeres que había cerca lo cocinasen para las familias del alrededor.
—¡Oren! —gritó con euforia. Esa voz gruesa y demandante yo la conocía y significaba malas noticias para Oren.
—Te veré después, Fey —Se despidió y fue trotando directo a donde se encontraba su padre.
Cuando giré mi cuerpo Elián me tendió un trapo de lana para que me limpiara la sangre de bisonte que había en mi rostro y manos. Sobre su hombro visualicé a mi madre quien me miraba atenta y con el entrecejo fruncido, sabía que se preguntaba por qué no llevaba puesto su rebozo rojo con encaje amarillo.
—Hiciste algo, ¿verdad? —indagó Elián al notar la mirada de mamá hacia mí.
—No te metas.
—Lo que sea que hayas hecho, no creo que un bisonte muerto solucione las cosas, Fey.
Hice a un lado a mi hermano al mismo tiempo que le devolví su tonto pañuelo que ahora estaba manchado de sangre. Caminé hacia mi madre con la frente en alto e intentando no huir en dirección contraria.
—Lo lamento, madre. Perdí tu rebozo cuando estaba cazando aquel bisonte.
Ella no habló.
—Le pediré al señor Sorin que te fabrique otro igual de hermoso.
Mi madre tomó mi mentón y me obligó a levantar la cabeza para mirarla, luego pasó su pulgar por debajo de mi labio para quitar una pequeña gota de sangre que aún conservaba. Después, me miró directo a los ojos.
—¿Hiciste lo que te pedí?
—¿Sobre la muralla? No me he acercado, madre.
Ella negó con la cabeza. Entonces supe de inmediato a lo que se refería.
—Sí. En realidad fue un accidente —expliqué—. Ni siquiera sabía que podía usar el Ílino como mecanismo de defensa —Mi madre enarcó una ceja—. Oren y yo jugábamos a luchar cuando de pronto lo inmovilice de los pies con raíces de Ílino —Entonces al fin pude ver su hermosa sonrisa de orgullo.
Seguidamente, mi padre salió de la cabaña y colocó su mano sobre el hombro de mi madre y la abrazó al mismo tiempo que ambos me sonreían.
—Nuestra hija al fin me obedece.
Mi padre sonrió ampliamente y carcajeó. Mi madre igual hasta que dentro de sus ojos negros se reflejaron varias luces brillantes de distintos colores. Miré por detrás de mí y pude ver que las luces brillantes que tanto adoraba por fin se estaban presentando. El cielo nocturno las hacía resaltar todavía más.
Oren y yo cruzamos miradas desde lo lejos que nos encontrábamos el uno del otro. Los pequeños de mi nación miraron al cielo con ojos de asombro y la mayoría de ellos brincaban de felicidad al ver las luces brillantes a la vez que preguntaban a sus padres qué clase de estrellas eran esas. A Oren y a mí se nos escapó una pequeña sonrisa que debíamos esconder de todos los pardianos.
—Al parecer el rey tiene una celebración —comentó mi madre.
—Es hora de dormir —ordenó mi padre antes de entrar a su cabaña y no volver a salir hasta la mañana siguiente.
Algo dentro de la voz de mi padre se escuchaba afligido. Había algo que no le agradaba siempre que miraba las luces brillantes y al fin podía notar que no le causaban enfado, sino que, le causaban nostalgia y aflicción. Quizás muy en el fondo deseaba saber lo que eran esas luces brillantes. Quizás quería saber lo que había dentro de Arahnova tanto como yo o simplemente se sentía mal por saber que aquel avance de la humanidad lo tendríamos también nosotros si mi abuelo no se hubiese puesto en contra del pueblo de Arahnova y comenzase una guerra por el estúpido Ílino.
Sí. Yo también estaría decepcionada. Lo estoy.
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Lluvia de cenizas
FantasyA Fey Le Brune siempre le han dicho que es afortunada por nacer con aquel don que le permite controlar el Ílino, una flor dorada con poderes inimaginables que es muy codiciada por la nación que alguna vez traicionó a la suya. Pardas y Arahnova han e...