Capítulo 20

20 4 11
                                    

Asher Spinster

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Asher Spinster

—Por favor, despierta —Abrió sus ojos con lentitud—. Fey, debemos salir de aquí. ¿Me escuchas?

La nube verde que invadía el calabozo provocaba que mis ojos ardieran y al mismo tiempo lloraran. Fey no reaccionaría de la misma forma si se encontraba oliendo este veneno que esos soldados le arrojaron dentro del calabozo, pues ellos tenían planeado matarla luego de que creyesen que el veneno de Amatejo fuese efectivo en ella para debilitarla. Desabroché la mascarilla de metal que cubría mi nariz y boca para después colocársela a Fey y así evitar que el aroma de aquella flor invadiera todo su organismo.

—¡Ya vámonos!

Coloqué los brazos de Fey alrededor de mi cuello para luego tomarla por las piernas y cargarla mientras ella luchaba por mantener los ojos bien abiertos. Griffin iba al frente para cubrirnos por si algún soldado se cruzaba en nuestro camino y dejarlo inconsciente. El miedo que recorría mi cuerpo fue convertido en adrenalina y coraje para así lograr sacar a Fey del castillo y con suerte de Arahnova, aunque, según lo que Griffin me comentó, ahora lo que solía ser Pardas está infestado de mis colegas soldados y herramientas para extraer Ílino. Cruzamos el pasillo que conecta con una de las tantas cámaras de ejecución del castillo, después bajamos las escaleras para llegar al jardín repleto de flor de nube y poder escondernos entre lo altas que eran.

—Oren...

Fey se soltó de mis hombros y cayó al suelo casi de rodillas. Gateó una sola vez repitiendo un mismo nombre y mirando a las alturas. Su voz estaba igual de débil que su cuerpo que apenas lograba mantenerse firme.

—¿De qué hablas? ¿Quién es Oren?

Ella señaló a los balcones de piedra sólida que había arriba de nosotros. Dos soldados luchaban por hacer ingresar a un pardiano a una de las cámaras de ejecución. Aquel pardiano peleaba con fervor para evitar que los soldados lograran manipularlo y sus gritos de lucha hacían que fuese más notoria su molestia hacia ellos.

—Asher, tienes que ayudarlo —Regresé a Fey—. Por favor. Es la única persona que me queda.

Su mano izquierda estaba tan aferrada a mi brazo que incluso podía sentir su tacto traspasar mi armadura de metal. Aquellos ojos que me hipnotizaban parecían derrotados y gritaban por ayuda. Su expresión también me rogaba porque le dijese que sí a su petición.

—Griffin, quiero que la lleves lejos de aquí.

—Entendido.

—No te preocupes, Fey. Traeré a tu amigo devuelta —Posé mi mano sobre su mejilla para limpiar su única lágrima y en un movimiento sutil desabroché la mascarilla de metal que antes le había dado—. Volveré contigo.

Fey me entregó una especie de pulsera hecha de hilos amarillos.

—Muéstrale esto y sabrá que eres aliado.

Lluvia de cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora