Fey Le Brune
El ambiente era cálido, tranquilo y no sentía ninguna clase de peligro. Al abrir los ojos recordé que lo que acababa de vivir no era un sueño, sino mi nueva realidad. Había pequeños agujeros en la madera vieja del techo de ese granero abandonado que dejaban asomar la oscuridad del cielo con pocas luces blancas. Me tomó unos segundos recobrar las fuerzas físicas y de voluntad para sentarme en la cama, así pude darme cuenta de que el ambiente cálido que percibía era gracias al fogón que estaba a dos metros de mí. A su alrededor estaba Griffin, Oren, completamente despierto, y a su lado se encontraba él. No podía mirarlo sin dejar de cuestionarme si en verdad él me había traicionado de aquella manera, aunque también consideraba la otra opción. Quizás Deo quería hacerme dudar acerca de mis pensamientos hacia Asher. Quizá Deo quería que me molestara o que mostrase alguna mala intención. Después de todo se trataba de quien fue capaz de abandonar a su familia y nación por un poco de riquezas. Deo le dio la espalda a su hermano por la avaricia y envidia que él mismo poseía. Además, Asher me había sacado del calabozo y se había aventurado a salvar a Oren de la muerte inminente sin dudarlo un solo segundo.
Asher no me pudo haber delatado, pero había una espina en mi interior que me impedía confiar del todo.
Las lágrimas se acumularon en mis ojos en cuanto Asher se acercó a mí.
—Dime que no fuiste tú —El nudo en mi garganta apenas me dejaba hablar—. Tú nunca me traicionarías, ¿verdad, Asher? Ellos no llegaron allá porque tú les dijiste...
—No. No, no, por supuesto que no. Yo no he dicho absolutamente nada, Fey —Mis ojos miraron a Griffin por unos segundos y luego regresaron a Asher—. Griffin apenas lo sabe, justo hoy se lo dije, después de que dijeran que te habían capturado.
—¿Dónde estabas?
—No estaba en los ejércitos si es a lo que te refieres. Te dije que estaría con Linette, ¿recuerdas? —Mi lágrima quiso recorrer el camino de mi mejilla, pero Asher la interrumpió con su pulgar—. Te juro por mi vida que yo no dije nada.
—Deo tenía el rebozo de mi madre. Y dijo que gracias a un muchacho se enteró que la muralla tenía un agujero.
Oren se levantó, alerta. Griffin se mantuvo en la misma posición, pero listo por si había necesidad de hacer algo.
Asher se mantuvo callado y mirando al suelo como si estuviera pensando en algo detenidamente. No hubo una respuesta inmediata, por lo tanto Oren comenzó a enfurecerse y mi corazón luchaba por no romperse en pedazos.
—Fuiste tú.
—Asher, yo quiero creerte. Confío en ti y una parte de mi ser está completamente segura de que no serías capaz de mentirme, pero, por favor, necesito que seas convincente. Unas simples palabras no me son suficientes. Ya no.
—Dime qué quieres que haga, entonces.
Oren y yo compartimos miradas, él sabía perfectamente en lo que estaba pensando con tan solo observarme y yo sabía que a él no le agradaba la idea. A Oren nunca le agradaron los antepasados de su madre, así como tampoco los únicos dos hechizos que ella sabía y que nos enseñó solo porque a mí me llamaban la atención. Supe de su existencia gracias a aquella vez en la que acompañé a la señora Freydís, madre de Oren, por plantas para crear pintura. Recuerdo que Oren había mentido acerca de haber recolectado las plantas suficientes y entonces su madre lo había amenazado con lanzar el hechizo de la verdad sobre él si Oren no decía lo que realmente había estado haciendo.
Desde ese día tuve curiosidad al respecto. La señora Freydís no se negó a enseñarme los únicos dos hechizos que había guardado su familia desde sus ancestros, los Albas. No obstante, también me dijo que al ser hechizos hechos con la magia oscura de hace tantos años, seguramente, al lanzar el hechizo, este vendría acompañado con algo malévolo o que de algún modo haría sufrir al que había mencionado el hechizo.
Nunca supimos si el castigo tenía que ver con alguna maldición o agresión física porque ni la señora Freydís lo sabía.
—No sabemos las consecuencias que conlleva, Fey.
—¿De qué habla?
—Necesito saber.
No permití que ninguno de los tres hombres que estaban conmigo hablase. Sostuve la mano de Asher con fuerza y susurré:
—Verzati wo kggera'.
Los recuerdos de Asher pasaban como relámpagos dentro de mi cabeza. Eran recuerdos de lo que habíamos vivido recientemente. En ellos aparecía yo desde su punto de vista cuando me encontraba encerrada en el calabozo, luego cuando rescató a Oren y peleaba con una mujer de hierro que al final de la batalla decidió no asesinar, también apareció el momento en el que defendió a Oren después de haber matado a Deo y a su esposa —Eso era una novedad para mí—. Lo que el hechizo me mostraba no era suficiente, entonces decidí indagar más allá de lo que ya veía. Vi a Asher entrar en un pequeño cuarto hecho de piedra y esconder el rebozo de mi madre debajo de una piedra suelta que estaba debajo de su cama. Vagamente pude observar que había más cosas ahí dentro que no pude reconocer. Al cabo de unos segundos esa misma memoria se vio ligada a otra en la que Asher llegaba con rapidez al mismo lugar y para cuando quitaba la piedra del suelo, el rebozo de mi madre y las pocas cosas que había escondido ahí ya no estaban. Podía sentir la desesperación que Asher tenía en ese momento, así como también supe quién le había alertado de mi presencia en el castillo.
El señor Colt.
Ese hombre sabía de nuestros encuentros a escondidas sin que Asher y yo lo supiéramos. Descarté la idea de que él fuera el traidor debido a que escuché lo que salió de su boca «Debes ir por ella, niño. Les daré un viejo lugar para que se refugien.» La voz del viejo sonaba como un susurro alto que estaba en la lejanía. Enseguida todo en las memorias de Asher se volvió oscuro y al cabo de tres segundos, su voz y la de una mujer se mezclaron entre susurros de ellos mismos. «Tú y yo seremos más que buenos amigos de la infancia» «Me alegra que lo disfrutes.» La negrura se dispersó y ellos bailaban muy juntos. «Gracias, Linette.» «Tal vez solo me pareció bonita y digna de ti.» Apareció una flor seca y la hermosa sonrisa de la princesa. «Quiero que me ames como el amor de tu vida y que me respetes como tu esposa.» «Haré que tu corazón sólo lata por mí. Y haré que tus ojos sólo me miren a mí.» Ella lo besó una vez y luego dos y él jamás se separó.
La señora Freydís no sabía cuál era la consecuencia que conllevaba un hechizo de verdad, pero yo sí. Y no tenía nada que ver con maldiciones o dolor físico. Más bien con el dolor de un corazón roto y no correspondido. O al menos ese era mi castigo. Saber que dudé de Asher, que él jamás me traicionó y que tiene una relación más profunda con Linette que claramente yo no puedo superar.
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Lluvia de cenizas
FantasyA Fey Le Brune siempre le han dicho que es afortunada por nacer con aquel don que le permite controlar el Ílino, una flor dorada con poderes inimaginables que es muy codiciada por la nación que alguna vez traicionó a la suya. Pardas y Arahnova han e...