Fey Le Brune
Su nombre es Griffin. Es buen amigo de Asher y está dispuesto a ayudarlo a defenderme. También me dejó en una cama hecha de paja con su espada como arma por si acaso alguien entraba a este lugar.
—Nadie nunca viene aquí, así que no te preocupes. De cualquier manera tienes mi espada para defenderte.
El tiempo pasaba con lentitud y los latidos de mi corazón eran lo único que lograba escuchar a pesar de los jadeos que provocaba en mis intentos de recuperar la respiración. El dolor muscular, los mareos y la sensación de agotamiento que experimenté desde que salí del castillo en brazos de Griffin fueron desapareciendo poco a poco. Los ojos habían dejado de arder, pero ahora me dolían con tan solo dejarlos abiertos por un par de segundos. Recargué mi cabeza en la madera vieja que estaba detrás de mí para descansar un poco y cerrar mis ojos. Aquel descanso no permaneció debido a que había escuchado el sonido de tablas crujiendo en la planta baja del granero asemejando a pisadas cuidadosas. Junté todas las fuerzas que me quedaban para levantarme de la cama y empuñar la espada de Griffin. Me asomé y no encontré nada sospechoso, luego bajé las escaleras de madera y me coloqué en el centro del granero, agudice todos mis sentidos y la punta de la espada era lo que me protegía de mí alrededor.
—Sabía que eras tú.
Giré por completo y ahí estaba él. La misma mirada azul marina, la misma tez blanca como la nieve y vestido con botas negras que le llegaban debajo de la rodilla, pantalones grises y camisa negra con mangas holgadas. En su cintura llevaba una vaina café oscuro que guardaba su espada y había una especie de protección hecha de cuero en su antebrazo izquierdo.
—Eres el príncipe Ezra.
—No sabes cuánto me alegra que no me hayas olvidado. Y que sigas viva.
—¿Cómo me encontraste? —Sujeté la espada con mayor presión—. ¿Vienes a matarme?
—¿Sabes? Investigué sobre ti después de que Asher nos alejara, porque, claramente, había algo peculiar en ti que no encajaba con las personas de Arahnova. Estabas rodeada de toda esa gente y aunque intentaste parecerte a ellos, lograste resaltar. Sabía que no había ninguna huérfana rebelde que Asher debía escoltar devuelta al orfanato.
—Así que vienes a matarme.
Me sonrió y avanzó un paso.
—¡Aléjate o clavaré la espada en tu pecho!
—Pudiste hacerlo desde que me escuchaste, pero no has hecho más que apuntarme con ella.
—Lo haré si das un paso más.
Ezra ladeó su cabeza a la derecha provocando que las puntas rebeldes de su cabello castaño oscuro casi cubriesen sus ojos por completo. Su sonrisa ladeada y misteriosa hacía que me irritara, ya que parecía que se burlaba de mí.
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Lluvia de cenizas
FantasyA Fey Le Brune siempre le han dicho que es afortunada por nacer con aquel don que le permite controlar el Ílino, una flor dorada con poderes inimaginables que es muy codiciada por la nación que alguna vez traicionó a la suya. Pardas y Arahnova han e...