Capítulo 39

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Fey Le Brune

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Fey Le Brune

Los Albas eran eternos y no tenían ningún cementerio para poder recordar a sus fallecidos. Sin embargo, mi madre acababa de fundar uno. Los sobrevivientes de mi pueblo habían preparado una cama de flores amarillas y rosas blancas que simbolizaban la pureza del corazón de mi madre. Neli cubrió el rostro de mi madre con una manta blanca y transparente que antes era usada para despedir a los pardianos que habían fallecido en batalla. Era una señal de respeto profundo hacia el fallecido. No había recorrido Kermann lo suficiente para darme cuenta de que más allá de la cúpula que le pertenecía a Ezra, había un pradera tan amarilla como el Ílino con hierbas altas que escondían un río transparente en el que se reflejaba el cielo a la perfección. Toda mi gente pintó su rostro de negro, incluso Asher y Griffin lo hicieron. La última mujer pardiana que estuvo al mando se había ido. Su llama se había apagado y la gente que la conoció debía rendirle respeto en su funeral.

—Mujer sabia de corazón valiente y alma pura. Madre de los nuevos líderes de Pardas y responsable del crecimiento de tu nación. Oh, Liz Le Brune, que los dioses cuiden de tu alma y te guíen en el camino hacia la luz eterna donde serás recibida por tus ancestros.

—¡Que así sea! —exclamó mi pueblo.

Elián levantó su lanza y yo levanté mi arco mientras llevábamos una mano a nuestro corazón.

—¡Que así sea! —gritamos.

El nudo en mi garganta volvió a aparecer cuando Reika tomó la orilla de la cama de flores y rosas blancas y la empujó hacia el interior del río. La cama avanzó con lentitud hasta llegar al centro del río y se marchó con el cuerpo de mi madre encima. Las flautas de viento invadieron el vacío que se había generado y conforme el sol se escondía en el horizonte, las luciérnagas alumbraban el camino que dejaba mi madre. Ella se alejaba y yo me sentía perdida.

—Me pregunto a dónde la llevará el río.

—La llevará al lugar exacto en donde debe estar —le respondió Neli a mi hermano—. Estará en su nuevo hogar.

Mi hermano jamás fue cariñoso conmigo, era bastante difícil que demostrara su cariño hacia mí como una persona normal. Pero justo ahora, era distinto. Ambos habíamos perdido a las personas que más admirabamos. Madre y padre ahora se encontraban cruzando el Monte de la Luz Eterna para llegar con los dioses. Elián me abrazaba con fuerza y yo me escondía en su pecho. La pintura negra que ambos teníamos en el rostro se había despintado un poco gracias a las lágrimas que ninguno de los dos pudo retener. Elián había gritado de furia y tristeza y yo me tragué toda la frustración que había sentido al darme cuenta de que mi don no servía de nada.

—Vamos a arreglar esto, Fey —dijo Oren tras colocar su mano sobre mi hombro. Él también sufría por la muerte de mi madre—. Haremos que todo esto valga la pena. Te lo prometo.

Asher Spinster

La imagen de Fey estaba viva en mi mente. Repetía una y otra vez aquella escena tan dolorosa que me apretó el corazón. Entendía el sentimiento de perder a ambos padres y sabía a la perfección la soledad y el miedo que se generan tras todo eso y necesitaba estar con ella para apoyarla. Quería ser ese pilar que ella necesitaba en ese momento.

Lluvia de cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora